Llamarada de petate
Freddy Sánchez martes 22, Dic 2015Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Hasta ahora, la aplicación del nuevo Reglamento de Tránsito en la ciudad de México se ha quedado en un gran susto para los automovilistas y operadores del servicio público de pasajeros.
Lo que se esperaba y temía (un aparatoso despliegue de operativos policiacos en diversas zonas de la capital), para sancionar conductas violatorias del actual código de tránsito, no se ha hecho notar mayormente.
En la zona del Pedregal, donde como en tantas otras colonias no hay suficientes estacionamientos públicos y cientos de vehículos son dejados sobre las banquetas frente a grandes residencias (varias de éstas dedicadas a actividades escolares o de negocios), tras el paso de los días la calma volvió entre aquellos conductores que angustiados por la infracciones en curso dejaron de ocupar banquetas con sus autos y al darse cuenta que los que no hicieron caso a la restricción, nada malo padecieron simple y llanamente recurrieron a hacer lo que antes hacían y otra vez todas las calles están pletóricas de autos mal estacionados.
Quizá las autoridades se han abstenido de actuar en este caso en un acto de conciencia y prudencia al saber que la mayor parte de esos conductores de vehículos se quedaron sin una opción real para guardar sus vehículos en espacios propios para ese fin mientras trabajan y así evitarse el pago de multas al estacionar sus coches sobre las banquetas, ahora que expresamente lo prohíbe el nuevo reglamento, el caso es que en el Pedregal al menos el Reglamento de Tránsito en el punto señalado es “letra muerta”.
Algo que probablemente no esté ocurriendo en zonas con características distintas a las del Pedregal (donde viven muchos influyentes y adinerados), porque “la barredora” contra infractores se haya concentrado en colonias populares cuyos moradores y viajeros transitorios gocen de menor poder económico y no tengan relaciones con políticos y funcionarios.
La cuestión es que en cuanto a sancionar a los que invaden las banquetas con sus autos, pese a la prohibición en el nuevo reglamento, las acciones de autoridad bien podría decirse que ni se ven ni se sienten.
Y lo mismo parece ocurrir con los que no respetan las líneas peatonales en los cruceros vehiculares, los que siguen dando vuelta continua a la derecha con sus automóviles, aquellos que invaden el carril contrario para rebasar otros autos cuando el tráfico de vehículos se complica para entrar a una avenida y demás contumaces infractores del nuevo reglamento de tránsito que por desconocimiento o desprecio por las nuevas disposiciones en la materia, sencillamente las ignoran.
Sobre todo, los operadores de los microbuses y camiones de pasajeros, que definitivamente siguen actuando como es su costumbre: disputándose el pasaje, corriendo como locos, invadiendo todos los carriles de circulación, llevando acompañantes, radio a todo volumen y violando flagrantemente los nuevos límites de velocidad.
Para qué diantres entonces se aprobó el nuevo Reglamento de Tránsito. Acaso solamente para propiciar la corrupción de los agentes y la aplicación discrecional de infracciones y el cobro de multas en perjuicio de quienes por su condición social carezcan de capacidad y poder para defenderse de todo tipo de arbitrariedades.
Lo cierto, por lo pronto es que lo que se veía venir con la reforma largamente cacareada al código de tránsito en la capital del país sólo ha quedado en una llamarada de petate.