El compromiso de Howard Fast
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 10, Oct 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
El compromiso de Howard Fast
“Esto está podrido. Totalmente podrido.
Una vida humana no vale aquí ni dos centavos.”
Howard Fast. | “El compromiso”.
Hay escritores destinados a vivir en dolorosa persecución y forma parte de la experiencia, capacidad y valor para crear su obra. Para ello soportan persecuciones, miseria, prisión y muerte. En ese sentido Howard Fast, (1914-2003), uno de los escritores más valiosos de la literatura estadounidense del siglo pasado, fue víctima del sistema gubernamental yanqui, empeñado en aplastar y evitar la difusión de su obra.
Al ser integrante del Partido Comunista de los EU, los libros de Howard Fast fueron condenados y considerados peligrosos durante décadas por el sistema estadounidense. Soportó la fanática persecución anticomunista impulsada por el senador McCarthy, por ello en 1950 fue encarcelado por negarse a revelar los nombres de los integrantes del Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles. Una vez incluido en la lista negra, los editores son obligados a no publicar sus obras. Bajo los seudónimos Walter Ericsson y E.V. Cuningham, crea un estilo de novela policíaca. Por el valor literario de sus novelas y cuentos, recibió el Premio Stalin de Literatura, por eso la persecución de sus obras y en lo personal. Eso lo obliga a exilarse en México, en donde se dedica a escribir. Crea intensas novelas históricas. En 1956, ante la represión soviética en Hungría, rompe con el comunismo oficial y escribe “El Dios Desnudo”. Obligado a la pobreza, porque su obra es boicoteada y retenidas las regalías, además le retiran los derechos autorales. La compañía cinematográfica Warner le roba el guión de “El otoño de los cheyenes”. Por órdenes de Edgar Hoover, el aberrante trasvesti y fetichista, que dirigió durante años entre excesos de locura al FBI, no se hacen películas con sus novelas y guiones. Lo acusa de comunista y enemigo del “American way of life”, al grado de que en 1960 al filmarse “Espartaco”, dirigida por Kubrik, se le obligó a retirar el nombre de Fast de los créditos, además que al autor se le pagó muy mal por la novela y el guión, a pesar de que obtuvo varios premios Oscar en ese año.
En las novelas y narraciones de Howard Fast, incluidos los seudónimos que utilizó, son una constante los temas de la injusticia y las demandas de igualdad sociales como su solución. Así al lado de “Espartaco” están las novelas: “Los inmigrantes”, “El legado”, “Segunda generación”, “El sistema”, “El soldado de Hesse” entre otras. En su última novela “El compromiso” Fast recurre a más rasgos autobiográficos, como es el encarcelamiento político del periodista Bruce Bacon, condenado bajo la acusación de ser comunista, igual como le sucedió al autor, acusado por el Comité de Actividades Antinorteamericanas (sic), ejecutor de la cacería de brujas organizada por el senador McCarthy, Richard Nixon y su equipo de fanáticos.
En “El compromiso”, es importante por la denuncia en contra de la persecución macartista, resalta la verdad enorme del genocidio resultado de la Segunda Guerra Mundial, como son los seis millones de hindúes muertos por hambre, durante la postguerra causado por los intereses políticos del Imperio Británico y sus especuladores, que ocultaron millones de toneladas de arroz y con ello una gran hambruna. Genocidio que sin la faramalla de los juicios de Neuremberg a los nazis, es de la misma proporción y estupidez. En la literatura de las postguerra Fast es de los pocos autores que abordó el tema, con valentía y seguridad, entre una sociedad que responsabiliza a los nazis de las peores matanzas, cuando los aliados tienen también un caudal de crímenes masivos, desde los rusos con Stalin, los ingleses con Churchill y las innecesarias bombas atómicas del asesino brutal e insensible Truman y sus científicos yanquis y alemanes. Sólo en las películas los aliados son buenos, nobles y heroicos.
Howard Fast publica “El compromiso” en l988, años después del macartismo y de las matanzas por hambre, pero sentencia: “No existen las guerras buenas ni las guerras justas. Las guerras nunca son lícitas. Los que formamos la raza humana, hemos sido engañados”. Más adelante señala: “Mueren seis millones de judíos y a nadie le importa un bledo. Mueren 6 millones de hindúes y la gente se queda tan tranquila. El señor Truman borra del mapa dos ciudades japonesas y nadie dice nada”.
No hay que dejar de lado que Fast vivió la experiencia de las protestas juveniles por la invasión de Vietnam. Y después de la locura de Bush al atacar a Irak y Afganistán. Escribió varios artículos periodísticos sobre esos temas en donde los condena.
Asombra la certeza de las afirmaciones en la novela porque son actuales. Lo mismo puede ser que maten a miles en dos edificios neoyorquinos o que se arrasen pueblos enteros de iraquíes o que delincuentes y militares asesinen a 30 mil mexicanos, muchos de ellos inocentes. La especie humana se acostumbra a que sea lo normal. Lo cotidiano. De ahí el valor de que un autor como Fast denuncie la barbarie que le tocó ver y sufrir. Incluye a las víctimas del contrario. A los comunistas de los que responsabiliza de las mismas barbaries que a los nazis, los ingleses, los yanquis y a las tropas estalinistas, al grado de expresar asco por las matanzas cometidas por Stalin y por los controles sobre la libertad de los regímenes comunistas, lo que demuestra que Howard Fast era superior a los dogmas y mandamientos. “Hace treinta y cinco años que Lenin dejó establecido lo que se llama el Partido Comunista. Pero Lenin murió, y el miserable de Stalin ocupó su lugar. Aquí en Estados Unidos el partido se organizó hace cosa de treinta años, y nada ha cambiado desde entonces”. Y eso lo escribió a dos años de la extinción del comunismo y el derrumbe del muro de Berlín.
Fast era sin duda un partidario de la lucha social, de la justicia para los desprotegidos y de la paz como forma de vida. Falleció en el 2003, después del estupido ataque a las Torres Gemelas y de la invasión ordenada por Bush sobre Afganistán e Irak. Esta novela es la última que escribió, falleció el escritor rebelde a los 88 años y la dedicó a su nieto Daniel Fast, nacido en diciembre 1987.
Ejemplares de “El compromiso” se encuentran en la edición de Plaza & Janes, junto con otras novelas de este escritor estadounidense, que vivió con el compromiso social de un hombre de izquierda y lo reflejó, con bastante inteligencia, sin ser panfletario, en sus obras literarias.