Iberoamérica vista desde España Antonio Sánchez-Pedreño
* Especiales, _• Letras Iberoamericanas •_ viernes 27, Ago 2010Estimados lectores, nuestro colaborador Antonio Sánchez-Pedreño, desde España, nos comparte su visión de Iberoamérica. En una exquisita combinación de historia, sentimientos y descripción de sus vivencias, Antonio nos ayuda a hacer de nuestra región un puente cultural que permite reafirmar la ilusión de crear un bloque culturalmente unido.
Era importante, en esta discusión de ideas sobre la unificación de nuestra Iberoamérica, conocer el punto de vista de un ciudadano que vive del otro lado del océano Atlántico y, con esta sobresaliente colaboración, nos otorgamos unos momentos de reflexión. Espero compartan mi entusiasmo al concluir su lectura.
Edgar Gómez
coordinador Letras Ibero@mericanas
edgargomez_cide@yahoo.com.mx
Antonio Sánchez-Pedreño •
Escribo esta nota para Letras Iberoamericanas con ilusión no exenta de una cierta aprensión. Para esta primera colaboración he optado por hacer un pequeño apunte de naturaleza personal. Hace unos meses, mi mujer y yo visitamos la ciudad murciana de Puerto Lumbreras. No es una población muy grande (unos 14 mil habitantes), pero si es industriosa y orgullosa de sí misma.
Una visita rápida a internet revela que la historia de Puerto Lumbreras puede resumirse en pocas frases: Existen yacimientos que delatan que el actual emplazamiento de Puerto Lumbreras ya estuvo habitado durante la época argárica. Posteriormente, quedó casi despoblado durante la época romana, pues la Vía Augusta no pasaba por el mismo. Hubo nuevos asentamientos de población durante la época de dominación árabe, período en el cual se construyó el castillo de Nogalte. Tras la reconquista, la zona volvió a quedar despoblada. A partir del siglo XVI comenzó a existir una población estable, siempre dependiente de la vecina ciudad de Lorca. En el siglo XVIII el pueblo creció y nació la denominación de Puerto Lumbreras.
Durante la visita, nos saludaron diversas autoridades del pueblo y comimos con el alcalde y el primer teniente del alcalde. Aunque yo soy de origen murciano (de la capital), el motivo del agasajo era mi mujer: su bisabuelo fue durante varias décadas el alcalde de Puerto Lumbreras y muy querido. Entre sus descendientes, muchos primos, más o menos lejanos, ocupan hoy en día puestos de relevancia en la administración local y autonómica, así como en empresas privadas. Una vez comentadas las últimas novedades del pueblo, la conversación se centró en Buenos Aires. El caso es que mi mujer, bisnieta del alcalde que fue, es argentina. Como lo son sus padres, sus tíos, primos y demás familiares que viven en la capital bonaerense. Por supuesto, muchos de éstos también eran, por un motivo u otros, familiares de los de Puerto Lumbreras. La conversación, plagada de recuerdos y novedades familiares, fluyó a tal velocidad, que en un momento dado no sabía si se estaban refiriendo a Juan, el estanciero de Mendoza, a Pepe, el farmacéutico de Puerto Lumbreras, a un remoto ascendiente común o una persona ajena al clan familiar.
Dicho todo lo anterior, comprenderán que cuando mi amigo Edgar Gómez me sugirió escribir en Letras Iberoamericanas con un grupo de estimados profesionales iberoamericanos, la idea no podía ser más atractiva.
¿Por dónde empezar? Los retos y oportunidades de la comunidad iberoamericana son un campo inmenso de posibilidades y expectativas, lleno de temas atractivos sobre los que realizar consideraciones. Vaya por delante que considero que pertenecer a la comunidad iberoamericana es un orgullo y una suerte. Un orgullo porque es una comunidad dinámica, creativa y vigorosa, con un empuje social y cultural constante. Una suerte, porque es mi firme convicción que la comunidad iberoamericana está llamada a un desarrollo y crecimiento significativo que la sitúe en el rango internacional que debe corresponderle.
Agosto es plena canícula en España, y por lo tanto está todo el mundo de vacaciones en la playa. Como todos los años, prácticamente todos los días solemos bajar al club de vela y pasar la mañana conversando con amigos que conozco desde mi juventud. Con el proyecto de Letras Iberoamericanas en mente, hice un repaso del grupo. Rafa, el diplomático, casado con una brasileña estupenda con la que tuvo la suerte de encontrarse en una reunión de diplomáticos en Perú. Perico, el médico, casado con una argentina que ha mostrado una capacidad empresarial magnífica. Miguel, socio de un despacho de abogados, tiene como mujer una hermosa mexicana. Javier y Rodrigo, dos de mis cuñados argentinos, con sus dos espléndidas cónyuges españolas. Con ellos y el resto de locales suscité el tema de la comunidad iberoamericana. Todos tenían su opinión y, más especialmente, su historia. Cada miembro del grupo contó la suya. Los provenientes del continente americano hablaron de viajes de antecesores, algunos por aventura, otros por necesidad económica o política. Recordaron separaciones, viajes esporádicos de familiares que no pudieron mantener el contacto, esfuerzos personales y éxitos empresariales. Los locales hablaron de familiares en el continente americano, tíos abuelos, primos lejanos y ramas semiperdidas en la inmensidad de la distancia, de coches lujosos, de espectaculares casas de indianos construidas en España, símbolos del éxito alcanzado en un continente abierto y generoso. Luego, como no podía ser de otra manera, se habló de la emigración en sentido inverso, de su emigración. Algunos pudieron apoyarse en familiares lejanos, los más hicieron el viaje de retorno a solas, sin más bagaje que su inteligencia, cultura y voluntad de progresar. Volvieron a una tierra que por referencia, les era familiar, y donde quien más, quien menos, todos conocen de vista, de oídas o de familia, su tierra de origen. Pero ya no se hablaba de viajes esporádicos, o familiares lejanos de los que no se tiene noticias. Los viajes por avión, las telecomunicaciones sofisticadas, los locutorios para quién no tiene en casa, internet al alcance de todos, ha hecho que ésta emigración, más que un viaje en un sentido, se convirtiese en pilar de un puente de comunicación constante que une el continente americano y España.
Los lazos individuales que desde cada continente se han ido generando, hoy en día se mantienen vivos por la capacidad de comunicarse y desplazarse. Muchos de los descendientes españoles han recuperado la nacionalidad española, y la gran mayoría de los hijos nacidos en España disfrutan de ambas nacionalidades: la del país americano de uno o ambos progenitores, y la de la España donde nacieron. Mirando a los hijos de mis amigos, mexicanos algunos, brasileros otros, argentina mi hija, y españoles todos, compartiendo un vivir conjunto sin más diferencias que las propias de sus culturas, es fácil comprender que el día de mañana cualquiera de ellos contemple vivir en otro de nuestra gran comunidad iberoamericana.
¿Podremos construir esta gran comunidad? Muchos son los retos y metas que tenemos por delante para alcanzarla plenamente. Tal vez uno de los retos más importantes sea alcanzar la capacidad de convivir de forma común, esto es, compartiendo con los demás un sitio en la historia futura, pero acercándonos progresivamente unos a otros. Europa ha iniciado con su Unión Europea este camino de convivencia convergente. El proceso es largo y complejo, y requiere, entre otras muchas concesiones, aceptar la historia, desterrando del imaginario colectivo fantasmas provenientes del pasado. En su momento, Roma invadió una gran parte de lo que hoy es Europa. El duque de Normandía invadiría mil años más tarde las Islas Británicas, fuerza invasora que se quedó de forma permanente. ¿Demasiado lejos en el tiempo para ser relevante? No se preocupe, estimado lector, hay guerras e invasiones en la historia europea para regalar. Siete siglos después, Inglaterra y múltiples naciones europeas se declararon en guerra con la Francia napoleónica. Entre otras consecuencias, esta contienda acabaría facilitando la independencia de las naciones iberoamericanas. Pasando someramente sobre el conflicto franco-prusiano de finales del siglo XIX, entre otros, el siglo XX nos brindó las dos mayores guerras que Europa ha sufrido. La Segunda Guerra Mundial, escenario europeo, acabó en 1945. En 1951 se crea el embrión de lo que sería luego la Unión Europea. En 1972, el Reino Unido se incorpora al mismo. A principios de los ochenta se incorporan España y Portugal, y el proceso continúa.
Pero no se olvida el pasado. Les recomiendo que visten las playas de Normandía, donde se realizó el desembarco aliado contra los alemanes, y verán como sigue vivo el recuerdo de lo ocurrido, y el agradecimiento de los habitantes (we will never forget, dicen carteles en las tiendas). Sin embargo, hoy en día, apenas habiendo transcurrido sólo una generación, nadie responsabiliza a los alemanes de hoy de lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial.
El progreso está en el reconocimiento de un pasado en el que se mezcla cultura y violencia, pero sin responsabilizar a las generaciones futuras. La tarea de construcción es común, y todos debemos poder trabajar codo con codo mirando a un futuro de cooperación.
Nuestros hijos están ya viviendo éste proceso de consolidación y convivencia iberoamericana con total naturalidad, y debemos velar porque siga siendo así. Es la mejor manera de avanzar hacia un entorno en el que todos podamos ser parte y que solo puede aportar beneficios mutuos.
- Sobre la base de una extensa experiencia en adquisiciones internacionales, fusiones y operaciones de inversión, con frecuencia involucrando a mas de dos partes, su práctica profesional se centra hoy en día en la resolución de conflictos derivados de adquisiciones, fusiones, relaciones entre accionistas o socios, incluyendo acuerdos de accionistas, separación de conglomerados industriales familiares, joint ventures, contratos de inversión y otras relaciones jurídicas. Los métodos de resolución más comúnmente considerados son arbitraje y mediación.
Actualmente preside como árbitro único un arbitraje ante la Corte Española de Arbitraje.