¡Alertas con el “Tío Sam”!
Francisco Rodríguez miércoles 9, Dic 2015Índice político
Francisco Rodríguez
La vecindad con la diplomacia artillada de Estados Unidos nos ha hecho entender cuestiones graves para la seguridad nacional y para la vida cotidiana que desde otros lados no se pueden ver, porque en Washington no conocen de cerca el paño.
Cada cuatro años, la vida política mexicana pasa por un delicado cedazo exterior, que consiste en apostar, con mayor o menor tino, a la renovación del poder entre los partidos vecinos. Más que apuesta, tal es como jugar a la ruleta rusa.
Ubicados entre los señores de la guerra, por el lado de los “burros” demócratas y los del petróleo, por el lado de los “elefantes” republicanos, no tenemos otra opción. Normalmente, cuando ellos entran al proceso del caucus, los perspicaces mexicanos ya sabemos por donde se cargarán los dados.
Aunque es en el caucus —elecciones primarias o de delegados a las convenciones partidistas— donde se perfilan y definen los candidatos con mayores posibilidades para ser abanderados en las campañas de uno y otro color, las circunstancias nos han acostumbrado a afinar la sensibilidad y el olfato.
Los mexicanos sabemos antes el nombre de los candidatos
Con objeto de defendernos, sabemos de antemano no sólo quién tiene mayores posibilidades por cada partido, sino quién de ellos tiene los mejores equipamientos políticos, las plataformas del momento y los asesores convenientes para imponerse. Cuando se celebran las convenciones, los mexicanos ya vimos por donde mastica la iguana.
Cuestiones de la necesidad. Por los calendarios políticos, casi siempre nos agarran a mediados de nuestros sexenios las elecciones constitucionales de ellos. Y para nosotros son una especie de parteaguas.
A partir del fortalecimiento que experimentaron, merced a los excedentes económicos recibidos por sus inversiones a mediano plazo en la tarea de reconstrucción de Europa y Japón, emergida del Plan Marshall, esto ha sido así.
Al finalizar la guerra, la recanalización de sus inversiones hacia el aparato manufacturero —que descuidaron por apuntalar la economía bélica— representó el fracaso de las “estrategias de desarrollo hacia adentro” y la “política de sustitución de importaciones” adoptadas por nosotros y todos los países del área latinoamericana.
Los sucesivos gobiernos demócratas y republicanos, desde Franklin D. Roosevelt hasta Carter, se habían orientado, en mayor o menor medida, por el mismo propósito del paternalismo estatal, la conciliación de clases, grandes flujos de gasto social, etc.
Las invasiones —y consecuentes fracasos— a Corea y Vietnam del Sur inyectaron enormes recursos líquidos masivos al resto del mundo. El dólar encarnó hasta mediados de la década de 1960 la confianza económica representada por las conferencias de Bretton Woods.
Se había establecido el patrón monetario dólar-oro y las principales instituciones financieras de “ayuda” y “asistencia técnica” mundiales (BM, GATT, BID, FMI, etc.) habían sido la base para construir sus similares en Europa, África y América Latina.
Desde los 60’s se desconfía de la Reserva Federal de EU
Cuando en 1963 las economías europeas comenzaron a desconfiar de la Reserva Federal norteamericana, minada por su intervención en el sudeste asiático y por su gran cantidad de compromisos crediticios a causa de su presencia militar y monetaria en el mundo, el planeta se puso a temblar.
De Gaulle exigió —cobrándose la poca confianza que el general en jefe, Ike Eisenhower le demostró en la última gran guerra— que garantizara en oro sus negociaciones financieras con Europa. Y el dólar lo resintió.
El billete verde se desplomó como medio intercontinental de cambio e inmediatamente las instituciones financieras internacionales —todas a su servicio— emitieron los Derechos Especiales de Giro. Una forma especial de aceptar el fracaso.
Los DEG’s eran papel moneda, reforzado por una especie de canasta de divisas, en las que predominaba el apoyo de las siete naciones más industrializadas del mundo, mismas que forman el actual G7. Ni para dónde hacerse.
El porqué del fracaso de la economía del imperio
El encarecimiento de los costos y los precios de la década de los años setenta —a partir de la crisis energética de 1968, a cargo de la OPEP— develó el rostro de la derrota y demostró que ni los consorcios eran ajenos a los dictados de su monstruo: los mercados tiranos.
El Estado tampoco podría evitar la crisis económica. Los sectores asalariados no tendrían garantizados los mínimos de bienestar, ni el consumo, ni el empleo. Se demostró también la ausente solidaridad proletaria, tan cantada en “La Internacional”.
En este marco se ubica el fracaso de la política económica del imperio, que a través de reglamentaciones gubernamentales demócratas y republicanas para la industria sólo logró lo contrario de lo que pretendía.
Hizo descender el índice de productividad, remarcó la ausencia de inversiones para la investigación tecnológica por parte del empresariado, edificó un sistema fiscal que estimuló el consumo, desalentó el ahorro y solidificó la crisis del imperio.
Se reblandecieron las bases de un contrato social norteamericano que, si antes cobijaba una nación de optimistas donde todos disponían de plenas oportunidades para prosperar, ahora “camuflaba” un país diferente.
Ahora estaba frente a un país de des-ahorradores, ociosos y consumidores de todos los servicios posibles.
EU: nación depredadora con ciudadanos endeudados y consumistas
Un profesor de la Universidad de Chicago, laureado con el Premio Nobel, James J. Heckmam, asevera: “el gran descubrimiento de los años recientes es que la noción de Estados Unidos como una sociedad altamente movible, ya no es cierta”.
Los últimos gobiernos republicanos de los Bush llevaron al régimen a sufrir un inabarcable déficit fiscal, comercial y financiero de 50 billones de dólares y 2 billones de deuda externa. Tronaron todas las industrias “de punta” del imperio. Se salvó la agropecuaria gracias a los migrantes mexicanos.
Quedaron atrás los días de la soberbia imperial. Si el imperio destituyó gobiernos legalmente establecidos; saqueó las riquezas ajenas; definió a placer zonas de influencia; impuso al Papa; destruyó el Pacto de Varsovia; derribó el Muro de Berlín y acabó con el pretendido socialismo soviético, hoy está in artículo mortis.
Se ha convertido en una nación depredadora, con ciudadanos consumistas, endeudados, ociosos y empresas insaciables, fuera de todo posible control. Para acabarla de redondear, un presidente demócrata que es el hazmerreír de los grandes consorcios, sin liderazgo posible.
Gracias a Obama, Hillary Clinton pareciera estar perdida
Con las cámaras legislativas —en Estados Unidos todo pasa por ellas, hasta un reglamento para el “mejor gobierno”— en poder de los republicanos, los demócratas están sentados sobre un barril de pólvora.
El destape de Hillary Rodham Clinton en el Partido Demócrata es simplemente anecdótico. Gracias a Obama, pareciera estar perdida antes de empezar cualquier campaña. El lenguaraz negrito ha ayudado —con sus mentiras de “resolver” las cuestiones migratorias y del embargo cubano, sin consultar a los republicanos— a enterrar cualquier esperanza.
Los republicanos apelarán a la ética protestante y exigirán que los burritos se conduzcan con veracidad en la política. Los demócratas, de nuevo, continuarán sobando el lomo de los latinos rezando para que olviden la ineficacia de ocho años.
¿Qué es lo que ven desde la “torre de marfil” de nuestra SRE?
Lo nuevo en este panorama es que la política imperial requiere sangre. Volver a los tiempos de la invasión a Irak, aunque después se arrepientan al ver que sus muchachos regresan empaquetados en fúnebres bolsas negras de plástico. ¡No importa, con tal que haya mucho circulante!
El Partido Republicano es capaz de olvidar por un momento sus orígenes y lanzar de candidato a alguien que no cargue con los fracasos de la zaga Bush, pero que les garantice eficiencia y poder en lo inmediato. El vecino quiere volver a las funestas andadas.
Parece que al candidato indicado lo encontrarán, ya en la figura del reputado neurocirujano Benjamin (Ben) Carson —”verdaderamente negro”, pues a Obama lo consideran mestizo—, o hasta en la del durísimo senador Marco Rubio, un descendiente de “gusanos” y “marielitos” que parece cargar con un vendaval de reclamos… y frustraciones patrióticas. Antiabortista, antigasto social, a favor del rearme y líder del Tea Party. ¡Ni mandado a hacer!
Pero parece que en la Secretaría de Relaciones Exteriores no lo ven así. ¿Qué es lo que ven desde ahí?
“¡Sepa la bola!”
Mientras, ¡aguas con el vecino artillado!
Índice Flamígero: Ya no es el Departamento de Estado. Ahora la “certificación” a México se movió a Capitol Hill y es el Congreso dominado por republicanos el que califica el desempeño de los tolucos. Los reprobaron. Y les quitaron 5 millones de dólares de las migajas que les dan como limosna, dentro del Plan Mérida –que nego$ió Felipe Calderón… ¡y no sólo políticamente!— para que el “gobierno” mexicano le compre la chatarra de sus invasiones fallidas y guerras perdidas, como cuando en la segunda mitad de la primera década adquirieron aquellos Blackhawks que venían destrozados de Angola. Así nos ven. No, más bien, así los ven a ellos desde la capital imperial.