Sandoval es de ligas mayores
¬ Gustavo Mora jueves 26, Ago 2010Nostálgicos y acelerados
Gustavo Mora
El cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, no es ninguna perita en dulce. Por el contrario, se trata de un big leager que hace política en el Vaticano y asiste a la Capilla Sixtina para nombrar al nuevo Papa.
Sus rivales deben tener alguna jerarquía como lo hizo con Carlos Salinas de Gortari cuando era Presidente de la República y con Jorge Carpizo McGregor (secretario de Gobernación), con motivo del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, su antecesor. Sandoval Íñiguez no se anduvo con rodeos y culpó al gobierno del crimen.
Ahora le salen como enemigos el ministro de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia y el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubón, que no son pesos completos, sino de la división de los semipesados.
A los “lesbogays”, ni los pela. No los absuelve, ni les niega el perdón de Dios. Es más, como dijo Salinas: “ni los ve, ni los oye”, ya que es una comunidad desacreditada por la sociedad y la feligresía.
La influencia del cardenal Sandoval Íñiguez está en la que fue zona cristera: Jalisco, Aguascalientes, Michoacán, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas. Ahí, sus actuales enemigos no le ven ni el polvo.
Está acostumbrado a decirle pan al pan y vino al vino, ya que es especialista en consagrar en los altares. Y es lo que está haciendo en estos momentos. Asustarlo con llevarlo a los tribunales lo considera un pecado venial. Y si quieren llevar las cosas más allá, sería mortal y excomunión para Ebrard y Ortiz Mayagoitia, que por cierto está por dejar la Corte.
Así que deberían pensarlo mejor Marcelo y el ministro para no salir trasquilados.
Sandoval es un Cassius Clay (después Mohamed Ali) en sus mejores tiempos.
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Ángel Heladio Aguirre Rivero no solamente no es un tipo de confiar, sino que merece la total desconfianza de quien trata con él. Nunca dice la verdad de lo que piensa y siempre está tramando venganzas políticas ¿Esa es la carta que quiere el Partido de la Revolución Democrática como candidato al gobierno de Guerrero, que ya ocupó en el interinato de Rubén Figueroa Alcocer, al que se cansó de pegarle puñaladas por la espalda?
El senador que todavía se sienta con la bancada priísta, no tiene las características de Gabino Cué Monteagudo (Oaxaca) y Rafael Moreno Valle (Puebla). Y no es que Moreno Valle sea una joya, pues lleva la traición partidista sobre sus lomos y lo que le acaba de llegar es casi por herencia (su padre) que por cierto no terminó el mandato constitucional. Era el más abyecto y servil colaborador de Melquiades Morales Flores que le entregó su confianza como tesorero del estado. A lo mejor, Melquiades no lo conocía bien y por eso le dio esa gran responsabilidad.
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Como lo hizo Andrés Manuel López Obrador cuando era jefe de gobierno del Distrito Federal, el dirigente nacional panista César Nava refritea el: “que me den por muerto”. El “pejelagarto” hablaba de la candidatura presidencial, en el primer año de su mandato; Nava lo hace por los fracasos electorales en una silla que le queda muy grande y ha tenido que recurrir a las alianzas con su enemigo acérrimo, el PRD, para sacar gobernadores hermafroditos. O para que no se ofendan: ni son de aquí, ni son de allá. Los poblanos, oaxaqueños y sinaloenses no van a saber a qué le tiran con la dirección que sus nuevos gobernadores darán a los gobiernos que empiezan a encabezar… Dice el tal Nava que el PRI quiere ponerle al presidente Calderón una trampa, haciéndolo regresar a rendir su Informe de Gobierno en el salón de sesiones del Palacio Legislativo de San Lázaro, que es la sede natural del Congreso de la Unión. Nava pide que se mantenga el actual formato…para cumplir con la ley. Pero lo que la Carta Magna dice es que el informe se presente por escrito el día uno de septiembre y con la asistencia del Presidente de la República que dirigirá un mensaje a la nación. Para nada dice que enviará el documento con el secretario de Gobernación un día y dirigirá el mensaje a la nación al siguiente en la sede del Poder Ejecutivo con el mentiroso arco que dice: Congreso de la Unión, cuando son los espacios donde estaba la Tesorería de la Federación y los patios del Palacio Nacional llenos de aplaudidores que trabajan en las oficinas de Hacienda y de la Presidencia. Fueron los panistas los que corrieron al Presidente, cuando Juan de Dios Castro Lozano y Edmundo Gurza Villarreal interrumpieron al presidente José López Portillo y Luis M. Farías los puso en orden diciendo que después del número uno, sigue el dos. El panista Carlos Medina Plascencia armó tal escándalo con el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, que Eduardo Andrade Sánchez ya le iba a dar de trompadas en pleno recinto legislativo.