Los “neoliberales” y sus foros de TV
Francisco Rodríguez jueves 19, Nov 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Aquí, en Turquía o en Manila, dentro del Grupo de los 20 o en el de la APEC, el régimen se ufana de neoliberal. Incluso, hasta el fanatismo. Usan y abusan de los términos, hasta quedar calcinados por lo mismo que pregonan. Creo que es momento de definir conceptos, ya que no hay para cuando definir programas ni objetivos.
Porque hasta la democracia, cuando se hace fanática de sus términos deja de ser liberal, decía el Premio Nobel británico Bertrand Russell, “como sucedió con los discípulos de Rousseau durante la Revolución Francesa, cuando adoptaron a Madame La Guillotine como ultima ratio en la etapa del terror”.
Una creencia fanática en lo liberal, imposibilita las constituciones democráticas, como se demostró en Inglaterra, bajo Cromwell, y en Francia, bajo Robespierre.
El verdadero liberal “no dice esto es cierto…”
La doctrina liberal es un credo de vivir y dejar vivir, de tolerancia y libertad en la medida en que lo permite el orden público; de moderación y ausencia de fanatismo en los programas políticos de toda índole.
El verdadero liberal, dijo Russell, “no dice esto es cierto, sino me inclino a pensar que, en las actuales circunstancias, esta opinión es probablemente la mejor oportunidad y —sólo en este sentido, no en el dogmático— abogaría por la solución democrática”.
Las opiniones en el terreno de la aplicación práctica de las ciencias, se sostienen así, en oposición a cómo se fundamentan en la fe en el terreno de la teología, o en el del llamado “neoliberalismo”, adonde quieren que creamos en lo que no existe.
Por ejemplo, sobra decirlo, las decisiones del Concilio de Nicea, sobre el nihil obstat, como condición de la orden imprimatur, autorizaba la edición de las obras que no eran paganas, es decir que no atentaban contra la fe y la obediencia ciega.
Las sentencias de Nicea todavía tienen demasiada autoridad en los círculos dogmáticos de la Iglesia —y del “neoliberalismo”—, pero en el terreno de las ciencias, ambas opiniones medievales, no tienen el menor peso, afortunadamente.
La esencia del liberalismo, sustentar ideas
Naturalmente, hay un comercio dominante imperialista, cuando los hombres se ven forzados a comprar y a consumir por necesidad, o a punta de bayoneta, pero ésa no es la razón que genera filosofías liberales.
La esencia de la concepción liberal no reside en qué tipo de opiniones se sustentan para adoptarse, sino en cómo se sustentan ante el colectivo. En lugar de mantenerlas dogmáticamente y a fuerza de una repetición obscena en los medios, se mantienen de manera experimental…
… y con plena conciencia de que en cualquier momento, nuevas pruebas palpables de su disfuncionalidad, pueden determinar su abandono definitivo, o su prohibición llegado el caso.
En algunas sociedades que todavía siguen practicando el materialismo histórico dogmático, los argumentos de los científicos marxistas son tan indiscutibles, que todavía se utilizan para orillar a sus pueblos en cuestiones de toda naturaleza.
Por ejemplo, todavía determinan la concepción genética en cuanto a cómo obtener la mejor especie de cultivos, aunque en todas partes del mundo se considere que la experimentación es el mejor procedimiento para analizar tales problemas.
Para sobrevivir, resucitemos la tolerancia
La concepción científica es, pues, la contrapartida intelectual de la concepción teórica liberal, y por supuesto, de las construcciones y las decisiones de los gobiernos materialistas históricos.
Por ello, la teoría empírica del conocimiento y la gnoseología, es la base teórica que socava la intolerancia religiosa, la desviación de las autoridades representativas y la limitación gubernamental, por medio del sistema de pesos y contrapesos.
El empirismo científico es la antípoda de la anarquía, del mismo modo que lo es del despotismo, aquí y en China.
Nadie niega que nuestro país sólo puede sobrevivir a través de la resurrección de la tolerancia y la experimentación liberales. Aunque muchos tengan la impresión de que las tesis neoliberales son de una filosofía de edad madura.
El liberalismo empírico no es incompatible con el socialismo democrático, siempre y cuando el cedazo lo constituya la lucha por la liberación de los pueblos y el exterminio del hambre y el desempleo.
Nos engañaron: el neoliberalismo no es solución
En México tiene mucho que vivimos engañados. Desde que llegaron al poder los chaparritos de Miguel de la Madrid, nos hicieron creer que el neoliberalismo era la tabla de salvación y resultó un señuelo para rematar el Estado.
¿Neoliberales de qué o por qué? ¿Trataban de revivir el liberalismo de la época de Juárez? ¿O querían demostrarnos que estaban todavía más a la derecha de los Chicago Boys de Milton Friedman? ¿O que iban a cumplir con mayor celo las recetas de Washington?
Lo cierto es que el adelgazamiento infame del Estado, el abandono de su rectoría, el remate impúdico de empresas públicas productivas, el abatimiento del empleo, el celoso y ruin apego a las “variables macroeconómicas” revelaron mejor su rostro que su fanatismo “neoliberal”.
A destiempo, los salinistas buscan justificarse
A quienes osaron oponerse a sus planteamientos los mandaron a los rincones oscuros de las listas de indeseables; otros prefirieron el exilio; los más acabaron en el olvido y en la repulsa pública.
Los que se atrevieron a defender sus destrozos, son ahora los líderes de la opinión televisiva, viven en el confort de prebendas protegidas desde hace más de veinticinco años, son los Caifases del templo. Se dan el lujo de decir qué está bien o qué está mal.
Creo que el mayor ejemplo de esas vergüenzas se dio en un artículo editorial exculpatorio del régimen y de sus principales mecenas, firmado por quien dirigió las conciencias de los medios de comunicación social en el sexenio de Carlos Salinas, el mismo desaforado público que anda diciendo que él puso al presidente del PRI.
Es el jefe de tramoyeros de los corifeos que noche tras noche nos aturden con sus opiniones (por encima de toda sospecha) en los foros de “opinión “ del monopolio televisivo. Asustan a los cobardes y se hincan ante los dueños de las maletas.
Con argumentos insustanciales, hablan con un total desparpajo sobre lo que debería merecer opiniones serias y objetivas, como es la actual situación desesperada que aqueja a los mexicanos: la miseria, la desesperación.
Son implacables en las loas y elogios sobre la política económica, de seguridad, de educación, de salubridad pública, aunque, todos sabemos, han demostrado ser un verdadero fracaso. En sus bolsillos sacan diez de calificación.
Los dramas de la pavorosa devaluación y la consecuente inflación que están provocando como nunca en la historia de nuestro país las decisiones equivocadas de los ministros de la nada, son pasados por alto, no los tocan ni de soslayo, ni por casualidad en el debate.
Caída de aprobación como reelección de Idi Amin
Se hace a un lado lo sustantivo, para ensalzar lo superfluo. Analizan con un rigor metodológico de gente de tercer talón, las causas de la caída de la popularidad presidencial, como si estuvieran hablando de la probable reelección de un dictador africano, como Idi Amin.
Son para ellos cifras huecas, que no tienen ninguna vinculación con la realidad de reprobación que el régimen se ha ganado a pulso por su mendacidad, ignorancia y actitud de atraco supino. Son los teóricos “neoliberales” que heredamos del salinato, los que creen que todavía adoctrinan a un pueblo de tercero de primaria.
No se dan cuenta que la opinión pública mexicana es el mejor filtro de lo nuestro, porque ha sido tratada con una economía de guerra y depredación.
El pueblo mexicano pasa por una conflagración que el “neoliberalismo”, con su apego a los patrones del exterior, provocó y huyó. Son igual de impunes que sus amaestradores.
Esos changos ya tienen su mecate. Los que vengan atrás, que busquen de cuál colgarse, parecen decirnos. Para ellos más vale que digan “ahí va el puerco”, a que digan “ahí va el cuerpo”.
Cuando se refieren al nefasto neoliberalismo, se ríen de lado, como “ La Panchita”.
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