Los extravíos de Navarrete
Ramón Zurita Sahagún lunes 23, Ago 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Difícil resulta ser para Carlos Navarrete Ruiz buscar su propia ruta política, la que no ubica con todo y que el camino recorrido en varios lustros le ha resultado sumamente sencillo.
Cobijado al amparo de Rafael Aguilar Talamantes, durante su paso por el Partido Socialista de los Trabajadores y hoy al amparo del grupo de “Los Chuchos”, Navarrete Ruiz se encuentra extraviado ante una exposición inusitada de su nombre.
Desde la presidencia del Senado de la República, posición a la que llegó mediante acuerdos con las otras fracciones representadas en esa parte del Poder Legislativo, el perredista pretende construir una figura y una imagen, de la que se encuentra sumamente distante.
Busca los reflectores, se propone como candidato a cuanto cargo de elección popular existe, sin que nadie lo tome en serio y pretende competir en popularidad con las dos principales cartas política de su partido: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard.
Con la maquinaria publicitaria del Senado de la República a su disposición por unos días más, el presidente de ese órgano legislativo intenta sacar provecho hasta el último momento.
En su ya larga vida política, Carlos Navarrete fungió como diputado federal, dirigente estatal de su partido y senador, sin que nadie pudiera sobresalir como un personaje negociador o que basara su crecimiento en propuestas.
Ahora, consciente de que los reflectores lo dejarán en breve, ante el término de su período como presidente de la mesa directiva del Senado de la República, Navarrete Ruiz busca dejar constancia de su labor en la posición.
Hace unos días, el perredista aprovechó los estertores de su gestión y presentó un informe de su labor de un año, para lo que destinó -dice él- dinero de su peculio y dejar constancia de su particular trabajo en un cargo al que jamás llegó su protector, Jesús Ortega Martínez, en su paso como coordinador de esa misma bancada.
Navarrete aprovechó los reflectores y la tecnología para presentarse como un político moderno y aspirante a cuanto cargo público de importancia exista, sin importar que nadie lo tome en serio.
Primero se autodestapó para la candidatura presidencial de su partido y lo único que recibió fueron comentarios irónicos y mordaces, caras de asombro y sonrisas burlonas.
El destape de Andrés Manuel López Obrador y las reiteradas confesiones de Marcelo Ebrard Casaubón de que sí buscará la candidatura presidencial del PRD y la decisión de ambos de someterse a las encuestas o a las decisiones de la militancia del partido, hicieron que Navarrete Ruiz buscara otros horizontes.
Su mirada se dirigió al Zócalo de la ciudad de México y al cargo que detenta en la actualidad Ebrard Casaubón y para el que Carlos se siente capacitado de ocuparlo y con la popularidad suficiente para competir dentro de su partido y fuera de él.
Sin embargo, recibió otro sofocón, ya que pronto los nombres de Mario Delgado, secretario de Educación Pública del Distrito Federal; Alejandra Barrales Magdaleno, presidenta de la ALDF y hasta Miguel Ángel Mancera, lo situaron en su triste realidad.
Carlos Navarrete carece de lo más elemental en la política, ya que no tiene un discurso atractivo, ni es un orador de excelencia, mucho menos cuenta con carisma, ni se le atribuyen dotes de negociador.
Tiene, eso sí, una gran disposición para aprovechar los resquicios y colarse por ellos, como lo ha hecho a lo largo de su carrera política, donde la protección de personajes como Rafael Aguilar Talamantes, Jesús Ortega Martínez, Graco Ramírez y Manlio Fabio Beltrones, le han permitido escalar cargos que la ciudadanía en las urnas no le habría confiado.
Oriundo de Guanajuato, donde estableció vínculos con el gobierno del entonces gobernador Rafael Corrales Ayala, Navarrete Ruiz ha sido incapaz de ganar en las urnas una elección y todos sus cargos han sido por la vía de la representación proporcional o por las asignaciones que se le hacen a los partidos en que ha militado.
Hoy se siente capacitado para ganar una elección, no solamente dentro de su partido, sino que a nivel abierto, con voto directo expresado en las urnas, aunque nadie sabe en que basa su confianza.
Y aunque nadie lo toma en serio en sus autodestapes, el perredista sabe que podría alcanzar una negociación al interior de su partido que lo ubique como unos de los diputados que conformarán la LXII legislatura del Congreso de la Unión.
*Tres días durarán los trabajados de la reunión preparatoria de los diputados priístas, con vistas al inicio del período ordinario de sesiones que inicia el uno de septiembre.
La reunión tendrá lugar en Ixtapan de la Sal, Estado de México, y a la misma acudirán los gobernadores de ese partido, así como aquellos que asumirán los cargos y que fueron electos el cuatro de julio pasado.
Los senadores del tricolor harán lo propio, aunque ellos sesionarán en Acapulco, Guerrero, entidad en la que habrá comicios en enero del año próximo y los priístas se encuentran confiados en recuperar la plaza perdida en la elección pasada, para lo que ya cuentan con candidato en la figura de Manuel Añorve Baños, proyectado y protegido por el coordinador de la fracción, Manlio Fabio Beltrones.
Por cierto, en esa entidad, uno de los senadores que deberá participar en la plenaria es Ángel Aguirre Rivero, el que podría estar ausente ante los constantes amagos de que encabezará un movimiento opositor para enfrentar a su pariente (Manuel Añorve) en las urnas, aunque con otra camiseta, ajena a la del partido tricolor.