Símbolos y tradiciones
Ramón Zurita Sahagún jueves 22, Oct 2015De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Con el regreso del PRI a la Presidencia de la República se retoman algunos de los rituales que ese partido usó durante largas décadas que gobernó.
Es cierto que uno de los principales hacía alusión que quien se movía no salía en la foto y ahora los tiempos modernos requieren de movimiento por parte de todos aquellos que pretendan competir por la candidatura presidencial del tricolor.
Mientras más se muestren, más permean entre los probables votantes, por lo que cada uno de los aspirantes a convertirse en sucesor de Enrique Peña Nieto necesita tener una mayor exposición mediática.
Para ello requiere hacer las cosas bien en las dependencias a las que fueron asignadas o llevados por sus votantes.
No se trata simplemente de mostrar eficacia y eficiencia en su trabajo diario, sino además saber cacaraquear el huevo.
Son muchos los que desconocen los métodos y formas de hacerlo y contratan grandes despachos para que lo hagan por ellos y olvidan la naturalidad con que podrían mostrar los avances de cada una de las instituciones en que laboran.
En la actualidad todo es válido, desde la contratación de espacios, las entrevistas, el uso de las redes sociales y remarcar todos los logros y hasta los que no se han consolidado.
Todo forma parte de la época moderna, donde la guerra sucia es un elemento a la mano que suele ser usado por los políticos de prosapia en contra de los adversarios, sean internos o externos.
En el presente, la sucesión presidencial se encuentra en pleno, a pesar de que faltan 32 meses para que los electores concurran a las urnas y más de 24 para que los partidos definan a los que serán sus abanderados.
Los priístas como parte de su ritual guardan silencio sobre sus pretensiones futuras y prefieren mostrar mediante una serie de simbolismos que se encuentran ubicados dentro de ese sector. En el pasado se usó la figura de algunos personajes del propio sistema que no estaban incluidos en las finales para que abrieran el abanico de opciones.
Leandro Rovirosa Wade, entonces secretario de Recursos Hidráulicos ventiló los nombres de Mario Moya Palencia, José López Portillo, Hugo Cervantes del Río, Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Gálvez Betancourt y Augusto Gómez Villanueva, como los prospectos de su partido (PRI) a la candidatura presidencial. Después se le añadió el nombre de Luis Enrique Bracamontes.
Aquellos eran los secretarios de Gobernación, Hacienda, Presidencia, Trabajo, Reforma Agraria y Comunicaciones y el del director del IMSS, en el gobierno de Luis Echeverría Álvarez.
Jesús Salazar Toledano fue el encargado de “destapar” seis nombres más en la sucesión de Miguel de la Madrid: Manuel Bartlett Díaz, Alfredo del Mazo González, Carlos Salinas de Gortari, Sergio García Ramírez, Miguel González Avelar y Ramón Aguirre Velázquez.
Eran los correspondientes secretarios de Gobernación, Energía, Programación, Procurador General de la República, de Educación Pública y regente de la ciudad de México, respectivamente. Los problemas que acarreó la confusión al señalar que el candidato era Sergio García Ramírez y no el que realmente resultó, Carlos Salinas de Gortari, desecharon ese método.
Para la sucesión de Salinas de Gortari se procedió a un método tradicional, el que consistió en que el presidente del partido leyera el nombre del candidato. Fernando Ortiz Arana pronunció los nombres y apellidos de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el que fue asesinado y no pudo representar a su partido en las urnas.
El emergente, Ernesto Zedillo Ponce de León fue nominado de la misma forma, aunque momentos antes, en la propia Presidencia de la República, los gobernadores priístas, con Manlio Fabio Beltrones a la cabeza se pronunciaron por Zedillo Ponce de León.
Para la sucesión de éste se decidió que los priístas fueran a las urnas, para elegir “libremente” su candidato. Francisco Labastida Ochoa, Roberto Madrazo Pintado, Manuel Bartlett Díaz y Humberto Roque Villanueva, se presentaron como opción.
El resultado favoreció a Labastida Ochoa, con el desconocimiento de su victoria por parte de Madrazo y la historia es conocida, ya que el candidato priísta fue el primero en perder la elección presidencial.
Se repitió el método seis años más tarde y resultó peor, ya que el candidato Roberto Madrazo Pintado fue enviado hasta el tercer lugar en las preferencias ciudadanas.
El proceso interno fue sumamente manoseado, con gobernadores priístas formando un bloque anti madracista.
Seis años después, Enrique Peña Nieto no tuvo oponentes para su candidatura, si acaso Manlio Fabio Beltrones albergó alguna ligera esperanza que se desvaneció pronto.
Por lo pronto, se desconoce el método al que recurrirá el PRI en esta ocasión, pero todo apunta a que no permitirá que se presenten actos inesperados como los de las sucesiones De la Madrid Hurtado, Salinas de Gortari y Zedillo Ponce de León, que pusieron en riesgo el triunfo de sus candidatos y hasta los llevó a la derrota.
En esta ocasión no se advierten tantos prospectos del Revolucionario Institucional, ya que se encuentran bien ubicados los que desde el gabinete y fuera de él tienes posibilidades y buscan representar al partido tricolor.
Los secretarios de Gobernación y Hacienda, Miguel Ángel Osorio Chong y Hacienda, Luis Videgaray Caso, respectivamente, han marcado el paso de los prospectos, al que se suma de manera ruidosa el recién designado secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Meyer.
De los otros secretarios, poco se escucha, aunque hay quienes insisten en meter en la disputa al titular de Sedesol, José Antonio Meade. Entre los gobernadores, si acaso el del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas, además de la figura del dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones.