Linchamiento equivocado
¬ Augusto Corro jueves 22, Oct 2015Punto por punto
Augusto Corro
Linchar a delincuentes es una práctica que se aplica bajo la influencia de la ira incontrolable.
Con razón o sin ella, la gente que se siente agredida en su persona o bienes no esperan la sentencia de los jueces.
Optan por la aplicación de las leyes en su forma más primitiva: ojo por ojo, diente por diente. La famosa “ley del Talión”.
Claro, no es una conducta constante, pero sí latente, que estalla en violencia incontrolable en cualquier momento.
El lunes por la noche dos personas fueron linchadas por los habitantes de Ajalpan, un pueblo de Puebla.
Las víctimas: José Abraham y Rey David Copado Molina, de 25 y 35 años, respectivamente, eran encuestadores y no plagiarios como pensaron los ajalpenses.
Todo empezó cuando una niña denunció que dos sujetos intentaron raptarla. Esto propició que los hermanos fueran detenidos y trasladados a la presidencia municipal.
La menor después fue a identificar a los posibles delincuentes y negó conocerlos. Es decir, no se trataba de los sujetos que pretendieron robársela.
El presidente municipal de Ajalpan dijo que los jóvenes se identificaron con sus credenciales de elector y como empleados de una empresa encuestadora del Distrito Federal (DF).
Las autoridades confirmaron que los hermanos no eran delincuentes. Sin embargo, “la gente enfurecida los sacó de la cárcel, los llevó a la explanada municipal, donde los golpearon, les rociaron gasolina y les prendieron fuego”. Sin duda, la historia volverá a repetirse.
En este año, ya van 24 linchamientos en diferentes estados. Chiapas encabeza la lista con seis casos; Puebla con cinco; Tabasco y Oaxaca con cuatro cada uno y el Estado de México con tres; Baja California y Quintana Roo, con uno, respectivamente.
Los orígenes de la ira popular son múltiples. Tristemente, la sociedad mexicana ve que los delincuentes son favorecidos por la impunidad y la corrupción. En México, en más del 90 por ciento de casos criminales, el responsable no es castigado.
Hace 47 años, el 14 de septiembre, cinco excursionistas, trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla, fueron linchados por una turba enardecida que los confundió con comunistas.
Cuatro personas perecieron: tres jóvenes y el dueño de la casa que les dio albergue.
El hecho se registró en San Miguel Canoa, un pueblo ubicado en las faldas del volcán La Malinche.
En plena efervescencia estudiantil de 1968 que sacudía a México, un estudiante era considerado peor que un delincuente.
El párroco, Enrique Meza, fue el primero en convocar al linchamiento de los excursionistas, que intentaron pernoctar en el pueblo debido al mal tiempo.
Los responsables de esa tragedia nunca fueron castigados.
ACAPULCO, EN EL OJO DE LA TORMENTA
De acuerdo con los expertos, la violencia cotidiana en Acapulco, Guerrero, tiene consecuencias humanitarias devastadoras, como son: ansiedad, depresión, etc.
Imposible vivir en un ambiente de paz y armonía en un lugar donde existe una tasa promedio de tres asesinatos por día.
En lo que va del presente año, en el puerto se tienen registrados 718 víctimas de ejecuciones.
Anteayer fueron asesinadas tres personas en diferentes sitios del municipio. Entre éstas, Ramiro Guevara Salgado, un integrante de la policía comunitaria.
Como señalamos en este espacio, la espiral de violencia en Guerrero es incontrolable.
El sábado pasado, cerca del lugar donde cenaba el futuro gobernador priísta, Héctor Astudillo Flores, se registró una balacera, en la que una persona murió y dos escoltas resultaron lesionados.
Por cierto, el futuro mandatario estatal ya dejó entrever cuál será su política anticrimen en Guerrero. Su idea, no es nada nuevo, se apoyará en la fuerza pública federal para combatir a la delincuencia organizada.
Objetivamente, parece que la espiral de violencia en Acapulco seguirá imparable.
“EL CHAPO” Y SUS PILOTOS
En otro capítulo más de la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán juegan un papel importante los pilotos.
Al principio se habló de un solo aviador.
Ahora ya se mencionan a cuatro, entre éstos a su piloto de confianza, Héctor Román Takashima Valenzuela, quien lo acercó al Triángulo Dorado, donde se juntan Chihuahua, Sinaloa y Durango.
En esa región se encuentran los escondites preferidos del capo. Precisamente, con las declaraciones de los pilotos se supo de la ubicación del delincuente más buscado en México.
Dos aviadores hicieron la labor de traslado del prófugo; los otros dos le llevaron alimentos y encargos.
Así pues, las autoridades con la información de los servidores del capo tienen una mejor perspectiva para la recaptura del sinaloense, quien tiene una lesión en la cara y una fractura en la pierna.
Como se ve, todo mundo sabe lo que le ocurre a “El Chapo”. Ahora sólo falta que las autoridades lo recapturen.