Mondragón, las adicciones y “el bisne”
Francisco Rodríguez jueves 15, Oct 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Siguiendo la legendaria costumbre de fabricar “changarros” para darle chamba a los cuates —y para que hagan los grandes negocios a cambio de ensuciar nuestra malograda reputación— se inventó el Consejo Nacional de Lucha contra las Adicciones.
¿Qué le debe la nación a un sujeto que le ha tomado el pelo a todos los mexicanos, ostentándose en sus frustrados cargos como doctor -almirante-general-experto en seguridad nacional-ahora rabioso antiadictos, como el masajista deportivo Manuel Mondragón?
¿Por qué debemos continuar cargándolo sobre las espaldas a cuenta de nuestros impuestos, cuando éste ha comprobado varias veces su ignorancia, prepotencia, voracidad presupuestal, deslealtad a sus jefes, mendacidad sobre sus cometidos?
¿Por qué, si sabemos que, como comisionado de Seguridad, hizo cuanto negocio pudo en la “fabricación” de la Gendarmería —que nadie sabe todavía para qué sirve y si siquiera existe- tenemos que seguir soportando al mentecato que, en un lapso de 21 días, saltó a la palestra para decir, primero, que ha aumentado el número de adictos a la mariguana y, luego, que no quiere que el país se convierta en mariguanero?
Pero, más allá de este pillo de siete suelas, ¿para qué se inventa un Instituto para las adicciones a nivel federal, cuando es palmario el fracaso de los similares en prácticamente todas las entidades federativas que llevan años funcionando y no han dado ningún resultado?
¿A quién pretende engañar cuando promete combatir las adicciones, desde un aparato burocrático lleno de afectados mentales y rémoras políticas, cobrando jugosos sueldos, comisiones, “entres” y “moches”, cuyo fiasco está más que anunciado?
La vulnerabilidad o adicción varía de persona a persona
El National Institute on Drug Abuse (NIH), uno de los más respetados referentes gabachos en el estudio sobre las drogas, específica que “la adicción es una enfermedad crónica y recurrente del cerebro, cuando se consumen abusivamente las drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas”.
Dice que es una enfermedad cerebral debido a las consecuencias del consumo, ya que éste modifica ese órgano; afecta su estructura y funcionamiento. Es un trastorno debido al uso abusivo de sustancias de ese tipo.
Los doctores Volkow y Schelbert, referentes indudables, lo han acreditado así, al demostrar que un adicto compulsivo disminuye su metabolismo cerebral. Hasta ahí, bien.
La gente consume drogas para sentirse bien, para sentirse mejor, para desempeñarse bien y porque otros lo hacen. Sin embargo, dice el Instituto referido que luego es posible que busquen y consuman compulsivamente.
Dice que la vulnerabilidad o adicción (ojo) varía de persona a persona, y no existe un solo factor que determine si una persona se volverá adicta a las drogas. Entonces, los factores de riesgos son ambientales o biológicos.
Por ejemplo: consideran que un factor de riesgo es la pobreza en una comunidad. Pero el factor de protección es “tener fuertes lazos en esa comunidad”.
Un niño debe educarse 20 años antes de nacer: Napoleón
Entre los factores biológicos, los científicos estiman que la herencia genética explica entre el 40 y el 60% de la vulnerabilidad de una persona a cualquier adicción (al trabajo, al alcohol, al sexo, al juego, al cigarro, a la pornografía, a la televisión, al estudio, a los refrescos, a la güeva, a un set cinematográfico, a la comida, al deporte, a las candilejas teatrales, etc.).
Los adolescentes y las personas con trastornos mentales tienen un mayor riesgo de abuso y adicción a las drogas que la población en general. Las primeras impresiones de los niños en la familia pueden determinar su vida futura en el campo de las adicciones.
Entonces, concluye la NIH, la adicción es una enfermedad del desarrollo que por lo general comienza en la niñez o en la adolescencia. Cuando le preguntaron a Napoleón a qué edad debería empezar a educarse a un hijo, el hombre respondió: “veinte años antes de que nazca”.
Porque existen adicciones a sustancias químicas, a sustancias vegetales, a relaciones interpersonales, no sabemos a qué tipo de adicciones hará frente en su nuevo encargo de risa loca el laureado “almirante” y “general” Mondragón. ¿A cuántos ha engañado?
Vacunas contra adicciones a cocaína, a heroína, a mariguana…
Una opción de tratamiento común para la adicción al opiáceo tipo Iguala es el mantenimiento permanente —y caro— del adicto con metadona. De esta manera, los niveles cerebrales aumentan lentamente y permanecen el tiempo suficiente para disuadir a los adictos de inyectarse heroína.
Otra forma de terapia con medicamentos implica la buprenorfina, un medicamento que es más prometedor que la metadona. Otros opinan que es posible desarrollar anticuerpos que combaten el efecto de un medicamento específico en el cerebro, haciendo nulos los efectos placenteros.
Se han desarrollado vacunas contra la adicción a la cocaína, a la heroína, a la mariguana, a la metanfetamina, a la heroína y a la nicotina. Los avances han sido probados en ensayos serios y muestran promesas como medida preventiva y de recuperación para adictos o personas propensas a la adicción.
Otro método de tratamiento para la adicción es la Estimulación Cerebral Profunda, que se dirige a varias regiones del cerebro, incluido el núcleo subtalámico, el cuerpo estriado dorsal y la corteza media, entre otras.
Toda adicción comienza con el abuso durante la adolescencia
Se ha demostrado con estos tratamientos de estimulación, por ejemplo, que un hombre de 70 años puede dejar de fumar sin problema, alcanzando un peso normal.
Investigaciones recientes indican que el riesgo de un futuro trastorno adictivo se incrementa en gran medida si una persona se expone a una sobrecarga constante o se involucra en el abuso de las drogas durante la adolescencia.
Varias regiones del cerebro se involucran en los mecanismos biológicos de adicción, dice el doctor Salomone en Psicofarmacología. La liberación de dopamina en el núcleo “accumbens” del cerebro procesa una gran cantidad de estímulos provenientes de los alimentos, el agua y el sexo.
La naturaleza “adictiva” de la droga implica procesos que secuestran mecanismos cerebrales, pero sólo después de haberse desarrollado el consumo compulsivo, no antes. La investigación de Salomone indica que el proceso invasivo se inicia en el “sistema dopaminérgico límbico” y posteriormente modifica otras partes del cerebro que recibe información de entrada de las neuronas afectadas.
La droga cae en manos de las personas emocionalmente adictivas
Como puede observarse, nadie ha podido demostrar que las drogas, los vegetales, los estímulos externos a la persona, sean adictivos en sí. Quien los convierte en adictivos es sólo la persona que los consume, si es propensa a ser adicta.
Las personas no “caen en las garras de la droga”; es la droga la que cae en manos de las personas emocionalmente adictivas con algún trastorno emocional previo.
De las otras adicciones, al juego o a la comida, al sexo o al robo, no se introduce ninguna sustancia química al organismo y como cualquier otra adicción tienen la misma dinámica.
Estas investigaciones hacen caer por su propio peso las falsas teorías que desde su fundación han combatido instituciones respetables, como Alcohólicos Anónimos o toda la variedad de organizaciones contra las neurosis, en relación a culpar a los elementos externos de la enfermedad incontrolable.
Cada vez se afirma con mayor vigor el consenso en torno a que las adicciones sólo pertenecen al mundo interior de un individuo, que al consumir productos “escoge” aquéllos a los que su mentalidad decide aferrarse, volverse obsesivo compulsivo.
Se demuestra en toda su magnitud la demagogia subyacente de la ética protestante en su supuesto combate, de dientes para afuera, a las drogas. Es como si a un ciego quisiera curársele quitándole una venda de los ojos. O si debiéramos quemar todos los casinos para combatir a los ludópatas.
Desde los edificios propiedad de Mondragón se combaten adicciones
Demuestra también la ramplonería pedestre de querer luchar contra las adicciones desde un edificio de diez pisos rentado a precios enormes en Paseo de la Reforma, donde despacha el famoso “doctor” Mondragón.
Demuestra que es un desfalco al erario, un golpe esquizofrénico a nuestros bolsillos estar pagando la renta mensual de los edificios propiedad de este “almirante” en la esquina de Gabriel Mancera y Torres Adalid, hoy utilizados por la Conadic para suntuosas oficinas de badulaques que no saben a qué se dedican.
Demuestra, en todo su horror la batalla perdida, los 150 mil mexicanos asesinados o desaparecidos, en aras de esa pendejada mayúscula —y abarrote para los combatientes— en que se ha convertido la batalla contra las drogas, como si éstas fueran las culpables.
Que el Ejército siga quemando toneladas de cocaína y mariguana para que nadie la inhale ni la fume!
Es otro más de los deshonores nacionales, de las impúdicas vergüenzas que debemos arrastrar como pueblo, en demérito de las generaciones presentes y venideras. ¡Las adicciones y sus zarandajas! ¡Las adicciones y los “bisnes”!