La gran “estrella” de la economía
Francisco Rodríguez miércoles 7, Oct 2015Índice político
Francisco Rodríguez
La literatura, la cinematografía, la radiodifusión y la televisión orientada por los Estados Unidos al finalizar la Segunda Guerra —y llevar al paroxismo la “guerra fría “a partir de la Conferencia de Yalta—, enajenó a los pueblos, los encadenó a las causas del “mundo libre”. Daba lo mismo si se trataba de Míster Ed, el caballo que habla o la intrusiva Marina de McHale.
Jamás justipreciaron la invaluable colaboración que prestaron, enrolados en los ejércitos del Tío Sam, los negros, latinos e inmigrados europeos que no encontraban en el mercado de la “tierra de los libres” una ocupación más digna que matar semejantes sin saber por qué lo hacían.
La bandera de “huesos y calaveras”, Mark Twain dixit, engulló ideologías y encomiendas. El triunfo de los aliados fue adjudicado a los “güeros” sureños que recibían a cambio todas las condecoraciones y los “corazones púrpuras” disponibles en el US Army y en la US Navy.
Nosotros, en el traspatio, éramos llamados la generación baby boom, los nacidos después de 1945, después que la mamá de Mac Arthur movió sus “influencias” en el Pentágono para que el famoso general “regresara” a los mares del Sur.
El protectorado japonés, jefaturado por el general faldero de cuatro estrellas, fue el emblema de la ”redención “de los vencidos. Y a darle que es mole de olla. Inocular en las zonas blandas del cerebro de las juventudes latinoamericanas el american way of life.
Nos escondieron las vetas de litio, cromo, manganeso…
A cambio de toda esa ideología, sólo nos vendieron, a precio de ganga, a los devoradores de libros en Latinoamérica, el triunfo del secesionismo paquistaní y la derrota del movimiento tibetano, de su lucha heroica… por defender su enorme producción de litio, mineral indispensable para cualquier farmacéutica trasnacional productora de medicamentos para prolongar, a precios de oro, el estado de calidad de cualquier vida humana.
Jamás supimos que en algún país del África negra estaban los mayores depósitos de tungsteno, cromo o manganeso, según US Geological Survey, componentes esenciales de cualquier producción aeronáutica, bélica o satelital.
Siempre nos escondieron, con la maestría de las inolvidables plumas de esa generación, dónde estaban los lechos petroleros del Mar del Norte, base de la civilización occidental, antes de los lechos arábigos, y de un modo de vida que nos minimizaba a todos.
Y PM no era Pemex, ¡sino el empresario Jorge Larrea!
¿Por qué alababan tanto esas publicaciones al entreguista Luis Muñoz Marín, que dedicó su vida a hacer de Puerto Rico un iluso protectorado, una estrella más de la bandera norteamericana, vaciado de posibilidad alguna?
¿Por qué ensalzaban a los desastres de las causas de la libertad, como lo fueron los grandes homenajeados Konrad Adenauer, Arturo Frondizi, Alan García, Fulgencio Batista y tantos otros, que ya conscientes, tiramos a la basura?
Cuando éramos niños, nos sentíamos orgullosos al ver los grandes tinacos petroleros con las iniciales negras altísimas que apenas alcanzábamos a deletrear y que se ostentaban como PM.
Se nos hinchaba el pecho porque creíamos que querían decir “Pemex”, sólo que de forma abreviada, nada más que siguiendo la política de austeridad ruizcortinista, se ahorraran un poco de pintura.
Ahora resulta que no era “Pemex “, sino la empresa privada “Perforadora México “, propiedad de Jorge Larrea, el mismo fraudulento cuyos descendientes se negaron a rescatar los cadáveres de los mineros sepultados en Pasta de Conchos, región carbonífera de La Laguna.
Nos mantuvieron ajenos a movimientos reivindicatorios
El mismo Giovanni Papini, dio al diablo el papel de protagonista salvífico de la doliente humanidad, de una manera magistral, orillando a la condición homínida a no tener salida, salvo a la regresión.
El gran Papini, estrella de la literatura de la “guerra fría “nos inoculó, desde su visión de derecha descarnada, de un culto al poder, grandilocuente, falso y enajenante, en el que muchos, sin ningún nivel de preparación, se embarcaron.
Porque, ¿a nombre de qué poder sepultaron nuestro reconocimiento y pertenencia de nuestra raza latina a las raíces africanas, a la música de percusión, a los ritmos “demoniacos” de salsa, rumba y conga, que alteraban según ellos el alma?
¿Por qué nos ocultaron la brava resistencia del mandarinato chino y las guerrillas de la Gran Marcha a la penetración cultural inglesa que se intentó a través de envenenar a toda una raza con el sueño de opio?
En los 60’s no supimos que los gobernantes eran de la CIA
¿Por qué ensalzaban al mandilón Petain, gobernante títere del colaboracionismo francés de Vichy, al mismo tiempo que deturpaban al heroico escuadrón Britania, comandado por Malraux desde la Resistencia?
¿A cuenta de qué, Francisco Franco, aferrado en el buró al brazo incorrupto de Santa Teresa, era un caudillo ejemplar y Manuel Fraga, el genio de las finanzas turísticas que “convirtió los dólares en pesetas”, cuando después supimos que esos movimientos se hacían en la Bolsa de Nueva York?
¿Por qué se nos escondió el financiamiento a los desertores cubanos de Bahía de Cochinos y la salvaje rociada de Napalm sobre los pacíficos campesinos de Vietnam del norte? ¿Por qué no publicitaron su escandalosa derrota en Corea, a manos de Kim Il Sung?
¿Por qué elogiaron las socialdemocracias alemana, italiana o chilena, frente al orgullo socialista de Palmiro Togliatti? ¿Por qué nunca supimos de la participación de nuestros gobernantes de los sesentas, marcados en los archivos de la CIA como colaboradores y agentes Litempo en el asesinato de Allende y en la represión de Tlatelolco y el Jueves de Corpus?
Paradoja: premiaban a Massiel y no a Joan Manuel Serrat
¿Por qué la música latinoamericana y española de protesta de los sesentas era convertida, tan pronto salía al mercado, en melifluas baladas, que perdían su naturaleza y empaque rebelde?
Preferían otorgarle los premios musicales de Eurovision a la cantante “rosita” Massiel, con su estúpido “la, la, la”, que a Joan Manuel Serrat, el auténtico musicalizador de las frases inmortales del genial Machado.
Tapaban lo mismo los excesos de las monarquías borbonas que los desmanes de la desaforada y voraz derecha ladina, marraja y retrechera, representada hasta hoy por la decadente socialdemocracia del sur de Europa, aunque se sostenga lo contrario contra viento y marea.
Y ahora lo sabemos, no gracias a los medios de difusión de los conglomerados, sino gracias a la lucha por la libertad de expresión librada en todos los frentes por estructuralistas, historiógrafos y escritores comprometidos, verdaderos defensores de la libertad de la palabra y de la conciencia.
Ellos han representado con dignidad, el llanto de las familias, la orfandad de sus hijos y el conocimiento y la felicidad de nuestros coetáneos, que supimos de los climas de libertad y de sus vientos agradables gracias a ellos.
Nunca más seremos los perdedores de la partida. Nunca más pagaremos los abonos a los propulsores del cretinismo, de la demagogia y la tecnocracia que quieren hacernos ver que no somos un protectorado.
Y ya jamás un protectorado maquilador, porque hasta las maquilas del Norte están cerrando sus puertas a medida que robotizan su producción, a medida que castigan más los salarios de las zonas deprimidas del Cono Sur y de los protectorados asiáticos.
La gran “estrella” de la economía, la que “representan” las inversiones de las automotrices sólo acepta un 10% de insumos nacionales. Jamás permitieron que se integraran las industrias, como siempre lo propuso el audaz modelo Shelton.
Ahora, borraron la planta agropecuaria, industrial y de servicios, ahora que devaluaron el peso sin ningún sentido” exportador”.
Índice Flamígero: La firma del Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio –al que se dio el banderazo de salida hace un par de días— permitiría a las empresas multinacionales demandar a los gobiernos y solicitar millonarias indemnizaciones a cuenta de los contribuyentes. Este Acuerdo, a diferencia de lo prometido por la administración Obama, refuerza y amplía el sistema legal del solución de controversias inversor–Estado (ISDS, por sus siglas en inglés) y eleva a las empresas de capital extranjero a la misma categoría que los gobiernos soberanos. Enrique Peña Nieto mostró su beneplácito, aunque le aseguro que no tenía la mínima idea de qué es lo que le causaba regocijo.