Las dictaduras siempre se derrumban
Francisco Rodríguez martes 6, Oct 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Hay un consenso de que las dictaduras se derrumban cuando los excesos de la intolerancia no dejan otra salida que la violencia. Las democracias se rompen cuando la tolerancia se convierte en indefensión.
Entre estos dos extremos, ha navegado, desde el fondo de los siglos, la posibilidad de establecer un justo medio entre la aplicación de la ley con dureza o con justicia. El justo medio que cada sociedad exige.
Ya Aristóteles sostenía, en efecto, que “la ley no retiene más que los casos ordinarios, sin desconocer su insuficiencia… la naturaleza de la equidad está en quitarle a las leyes sus generalidades”.
Para llegar al concepto de la equidad, tuvo que pasarse primero por la razón de Estado del Renacimiento, donde -desde Maquiavelo hasta Campanela-reconocieron que “la diferencia entre el tirano y el príncipe, está en que el primero castiga por placer, y el segundo por necesidad”.
Antes, Séneca, consejero de Nerón, había dicho que “la clemencia no ha de ser ciega, porque tanta crueldad puede haber en perdonar a todos, como en no perdonar a ninguno. Es necesario buscar el término medio”.
Confucio, en Analectas, había dicho: “Si gobiernas al pueblo por medio de castigos, ellos los eludirán sin vergüenza. Pero si gobiernas por medio de tu excelencia, ellos retendrán el sentido de la vergüenza y se pondrán a la altura de tu modelo”.
El Derecho con rigor, contrario a la ética del gobernante
Los investigadores universitarios mexicanos opinan que se suele atribuir a Kant la expresión “hágase justicia, aunque perezca el mundo”, y a Hegel, “hágase justicia para que no perezca el mundo”, utilizando ambos, expresiones en boga en sus tiempos de Ilustración.
Emmanuel Kant, el auténtico creador del Estado social de Derecho, demasiado adelantado para su tiempo, inspiró hasta los principios de la Comuna de París y El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Carlos Marx.
Emplear el Derecho con el máximo rigor (“suma ley, suma injusticia”), es siempre contrario al deber ético del gobernante. La justicia, el “dar a cada quien lo que le corresponde”, es exactamente la que puede reclamarse ante cualquier autoridad.
Sobre estos principios teóricos se dio la discusión a finales del siglo XIX y principios del XX, entre quienes apostaban por el Estado liberal y quienes lo hacían por la instauración del Estado social de Derecho.
El surgimiento del Constitucionalismo social, tuvo su base en el estado de Derecho. Cabe el orgullo a las Cartas de Querétaro y Weimar, ser precursoras indudables del Estado social de Derecho. Sin sus aportaciones, no se entendería la polémica moderna sobre estos temas.
Durante sus debates parlamentarios, se constató que el estado de Derecho simple, al estatuir una igualdad formal de todos -iguales y desiguales- ante la ley, se producían aberrantes desigualdades económicas y sociales.
Herman Heller, el teórico alemán, captó en los años veintes del siglo anterior esta contradicción y propuso la transición del Estado liberal -aquél que permitía la “intervención de las manos invisibles del mercado”- al Estado social de Derecho.
La tesis de Heller, el Constitucionalista moderno, permitiría a todos los factores que intervienen en el proceso productivo y económico de una sociedad, alcanzar -o pretender hacerlo- un equilibrio jurídicamente regulado.
Concepto de equidad, viabilidad a un orden más justo
Apareció el concepto de la equidad, aquél que permite la viabilidad de un orden justo de la autoridad sobre las fuerzas económicas. Limitar los abusos de la propiedad privada subordinar el régimen laboral al derecho, la intervención coercitiva del Estado en el proceso social, y la translación de la actividad económica del ámbito del derecho privado, al campo del interés público.
O sea: el evidente parentesco entre el Estado social de Derecho y el Estado del bienestar. La prestación creciente de servicios públicos a las franjas vulnerables, como educación, vivienda, abasto, atención médica y social, la tutela de los derechos urbanos, obreros y agrarios y la redistribución de la riqueza.
El constitucionalismo de 1990, la última década del siglo XX, añadió los derechos culturales: humanos, de protección al ambiente, al desarrollo, al ocio, el deporte, a la variedad de las preferencias, a la no discriminación, a la migración, a la libertad de conciencias, a la diversidad lingüística, cultural y étnica, entre muchos otros aspectos.
A los buenos gobernantes les echan encima sus perros de presa
La relación entre el estado de Derecho y el constitucionalismo social, dice Häberle, “se ha venido desarrollando en la historia contemporánea de una manera simbiótica, hasta llegar a formar una clara unidad”.
Lo anterior, que es sólo una reseña de la evolución de los conceptos jurídicos, es impecable desde el punto de vista teórico. Pero todavía, cuando los gobernantes pretenden ajustarse a su justa observancia, los conservadores del poder inverosímil, les echan encima sus perros de presa.
Habermas, el teórico de los actores políticos, sostiene, incluso, que “las sociedades modernas no sólo se integran socialmente por medio de valores, normas y procesos de entendimiento, sino también sistemáticamente, a través de mercados y de poder, empleados administrativamente”.
Aquí luchamos por nuestros derechos
Para muchos gerifaltes, todavía es un delito tener hambre. Es un despropósito ser pobre. Es un atentado querer ser diferente, tener otras preferencias sexuales y hasta culturales. Pretender descanso y entretenimiento. Es que están en la época de las cavernas, anterior a la posibilidad de emitir un silogismo.
Retuercen y reforman apresuradamente las leyes para acoplarlas a los gustos de los explotadores. Pretenden hacerle creer al pueblo que sólo así se consiguen el progreso y la felicidad.
A esos objetivos descerebrados sirvió el proceso iniciado por los aprendices de tecnócratas —y cachorros del Imperio— en los ochentas, del progresivo desmantelamiento del Estado, que quiso detener el avance del Estado de Bienestar.
A los mismos despropósitos obedecen quienes reforman la ley para subastar la soberanía, el patrimonio de la nación, la dignidad, la integridad y la libertad —que debe ser real o no lo es— del colectivo, de la sociedad que debe luchar contra sus necesidades, al mismo tiempo que contra el “Estado”.
Afortunadamente, todavía existen quienes distinguen los diversos conceptos del éxito que motivan a los trasegadores y especuladores, de los que mueven a los reclamantes de los derechos sociales elementales.
Los que aplican las nuevas concepciones del Estado social de Derecho, para que todos, desde las posiciones sociales que ocupemos, tengamos pleno disfrute de los beneficios de la civilización y la cultura.
El concepto de la equidad obliga a atender las áreas que deben ser más protegida por el poder, los sectores en desventaja y las grandes franjas de comunidades indefensas, arrinconadas por los efectos perniciosos de una crisis económica y de valores, provocada por la molicie de los indolentes.
Servidores públicos capaces y conscientes de que entre todos, sin distingos de raza, género, preferencias, valores, afiliaciones ideológicas y colores partidistas, debemos reconstruir este país, devastado por ñoños insensatos, insensibles , ignorantes y crueles, que disfrutan de sus estropicios sociales.
Tanto por aquéllos que sostienen que el hambre y la pobreza son mitos geniales, como por los que creen que con 6 mil pesos mensuales se puede llevar una vida de burgués, como por los que aconsejan que nadie lea, como por quienes ponen como altísimo objetivo de “su” reforma educativa lograr una población bilingüe (castiza y sajona), y sólo exhiben sus miserias y su desamparo intelectual.
Índice Flamígero: Ojo Pedro Joaquín Coldwell, secretario de Energía. Le transcribo la siempre interesante e informada opinión de don Francisco Garaicochea Petriena, ahora sobre “la última ronda” de la entrega de nuestros recursos petroleros a empresas extranjeras: “Una compañía puede ganar una licitación, en cualquier ronda, ofreciendo muy alta participación del Estado en la utilidad operativa por futuras extracciones de petróleo y, después, al rendir cuentas, podrá presentar costos elevados injustificados y de difícil impugnación que reducirán las utilidades al Estado, a niveles inferiores que los ofrecidos por otra compañía que perdió la licitación, por ofrecer menores utilidades; pero que, actuando honestamente, sin exagerar costos, proporcionaría finalmente a la nación mayores ingresos. Recordemos que en el revelador informe de Global Financial Integrity, http://mexico.gfintegrity.org/..., se concluye: “los flujos financieros ilícitos (o la fuga ilegal de capital) procedentes de México durante el periodo comprendido entre 1970 y 2010 se elevaron a 872 mil millones de dólares. Esta cantidad equivale aproximadamente a 20 mil millones de dólares anuales. Para evitar la asignación de contratos a compañías proclives a evadir el pago de impuestos, se considera conveniente afectar la oferta de participación por un indicador confiable que permita cuantificar el grado de corrupción de las petroleras, como el publicado por Transparencia Internacional: https://www.transparency.org/f… De esta manera, el contrato de explotación sería otorgado a la compañía o consorcio que obtuviera el mayor valor ponderado después de multiplicar el valor de su índice de corrupción por el de la utilidad operativa ofrecido en la subasta pública”. Servido, señor Joaquín Coldwell. + + + Y como final de fiesta, don Alfredo Álvarez Barrón nos dice hoy que “el Vaticano, fiel a sus principios morales, expulsó al sacerdote polaco Krystoff Charamsa después de salir del clóset y declararse abiertamente homosexual, mientras que miembros de colectivos católicos gays pidieron mayor inclusión en el Sínodo para la Familia que comenzó el domingo. A la polémica se suma un video en el que aparece el Papa defendiendo a un obispo chileno acusado de encubrir un caso de pederastia…”, a lo que El Poeta del Nopal rima: “Es un delicado tema, / es un punto de inflexión, / inapelable sanción / y cuestionable anatema; / es un profundo dilema, / es un rotundo ya basta; / con la moral en subasta / y a título personal / prefiero un homosexual / ¡a un párroco pederasta!”.