Ideología dominante
Francisco Rodríguez martes 1, Sep 2015Índice político
Francisco Rodríguez
La adopción absoluta de normas, conductas, valores y culturas de los imperios por las castas dirigentes de los países pobres, fue señalada hace mucho tiempo por investigadores que fraguaron las teorías sobre la colonización mental.
En los sesentas, cuando se puso de moda el proceso de independencia de las antiguas colonias de los Habsburgo en África, se llegó a considerar si la descolonización de esos países se llevaba a cabo por una u otra razón, nacional o imperial.
El parlamentario francés Cartier llegó a apoyar el proceso de descolonización, como una forma de que las metrópolis se libraran de los gastos que implicaba sostener la administración de sus colonias en África, mientras que los movimientos internacionales aplaudían las rebeldías de los líderes independentistas.
Cientos de jóvenes brillantes de los continentes africano y asiático recibieron significativas becas para desarrollar sus estudios en las más afamadas universidades europeas y absorbían un cúmulo de conocimientos imprescindibles para su misión política.
Jean-Paul Sartre, en el prólogo al famoso libro Los condenados de la tierra, del médico de Martinica Frantz Fanon, decía: “No hace mucho tiempo, la tierra tenía 2 mil millones de habitantes, o sea 500 millones de hombres y mil 500 millones de indígenas… …los primeros disponían del verbo, los otros lo tomaban prestado. Entre aquéllos y éstos, reyezuelos vendidos, señores feudales… la élite europea se dedicó a formar una élite indígena… se les marcó en la frente, con hierro candente, los principios de la ideología occidental……esas mentiras vivientes no tenían ya nada qué decir a sus hermanos, eran un eco; desde París, Londres, Ámsterdam, nosotros lanzábamos palabras: ¡Partenón! ¡Fraternidad! Y en alguna parte de África o Asia, otros labios se abrían… ¡Tenón!, ¡Nidad! Era la Edad de Oro”.
El mito del héroe salvador, constructor de nación
La idea del panafricanismo, idea de grandeza, originó gran entusiasmo y fue motivo de muchas conferencias, pero las ideologías reinantes rompieron su mundo en dos campos enfrentados entre sí.
Los estados del Grupo Brazzaville (convertidos en la organización de los estados interafricanos y Malgache) y los del Grupo de Casablanca, que estaban en oposición, impidieron todo acercamiento para un frente común.
Sin embargo, la creación de la Organización de la Unidad Africana, mediante la famosa Carta de Addis Abeba, en mayo de 1963, aminoró las divergencias e instituyó un procedimiento para la regulación de los conflictos.
El mito del héroe salvador y constructor de la nación desempeñó un importante papel en muchos países. Basta con citar a Félix Houphouët-Boigny (que tuvo que prohibir un culto sincrético donde él era Dios).
Igual Ahmed Sékou Touré (representado como San Jorge, traspasando a la hidra del colonialismo). Kwame Nkrumah (“redentor, puerta del porvenir africano”). Barthélemy Boganda (la tarjeta electoral se llamaba “el amuleto de Boganda”). El rey Joseph Kasa-Vubu. Y el profeta-mago Jomo Kenyatta, cuyo nombre original era Kamau wa Ngengi.
Los recuerdos de la descolonización africana rebasan toda expresión. Baste recordar a Patricio Lumumba, héroe del Congo, que dio su nombre a la Universidad de Moscú, después de ser masacrado por los halcones republicanos estadounidenses por los diamantes y el coltán.
Seguimos a pie juntillas los dichos de Lansing
Ello no puede decirse de la colonización política sufrida por América Latina, después de su independencia. Aquí bastó que nos dijera el imperio que “el subdesarrollo es una falta de modernidad”, para reconocernos en los términos de la ideología dominante.
Después de una centuria de asesinatos, golpes de Estado, invasiones, anexiones, compras de territorios y bota militar, en 1924 se le ocurrió a Richard Lansing, secretario de Estado del presidente Woodrow Wilson, el hachazo demoledor.
En un tristemente recordado memorándum de menos de una cuartilla, Lansing escribió: “México es un país extraordinariamente fácil de manejar, porque basta controlar a un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que esto llevaría otra vez a la guerra.
“Debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos, las puertas de nuestras universidades y educarlos en el modo de vida americano.
“Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo, o dispare un tiro, harán lo que queramos. Y lo harán más radicalmente que nosotros”.
Para vergüenza histórica, la nuestra. El consejo de Lansing fue seguido a pie juntillas. Generaciones enteras de economistas “neoliberales” fueron enviados por sus padres pudientes, enriquecidos por los regímenes revolucionarios, a las matrices norteamericanas.
Con el tiempo, fueron los ensalzadores del modo de vida norteamericano. Habían nacido en México, pero pensaban en inglés. Por sus escritorios pasaron todas las firmas de los Convenios, Tratados, Acuerdos y Circulares que formaron la cadena de la dominación.
La Ronda Uno
Desde la adhesión al GATT, los Tratados de Libre Comercio, las desregulaciones estatales, los desmantelamientos del Estado, los recortes de los presupuestos de organismos rectores del Estado, las políticas fiscales y monetarias ofertistas, en fin, las cláusulas de la abdicación.
Se manejaron con facultades extraordinarias, plenipotenciarias y antinacionalistas para destruir las bases mismas y el espíritu de los fundadores de la Nación. Abjuraron de toda lucha y sometieron a una clase política enajenada en sí misma.
Buscaron, antes que el apoyo de las bases populares, la aprobación de las corredurías, de los centros financieros y de las empresas transnacionales, concediendo de entrada todas las promesas de entrega, a cambio del poder total.
Un camino recorrido, lo mismo por Miguel de la Madrid, que por Carlos Salinas de Gortari, y por quien vive allá, Ernesto Zedillo, que les confió los grandes secretos del Estado, para ser contratado como achichincle de sus factorías.
Pero también por ese espantajo de Vicente Fox, que hoy se alía de plano con petroleras trasnacionales para los concursos de saqueo de los hidrocarburos, igual que Salinas lo hace a través de su cuñado y socio Jerónimo Gérard en las “adjudicaciones” de la mentada Ronda o Subasta Uno.
Como Calderón que les bebe los alientos como mensajero en Harvard, y que le ofreció en bandeja de plata los recursos naturales y la sangre de mexicanos al embajador Davidow, con tal de que lo recomendara bien en Washington.