Los de abajo
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 19, Dic 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Y al pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa como
pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos
fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil…
Mariano Azuela. | Los de abajo
En las celebraciones por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de Revolución Mexicana, parece que son celebrados con la opacidad digna del gobierno conservador derechista, donde el boato y el oropel muy caros, pero sirven para ocultar las intenciones e hipocresías de los que son enemigo natural a la lucha social, significada por el movimiento revolucionario.
Es gracias a la literatura que se tiene la idea real de lo acontecido en la Revolución. Así se conserva para mostrar las luchas reivindicadoras, traiciones, batallas heroicas y líderes revolucionarios; por eso, libros como “Los de abajo”, de Azuela, o los de Rafael F. Muñoz “Vámonos con Pancho Villa” o “Se llevaron el cañón para Bachimba” o las obras de Martín Luis Guzmán, no son reeditados en este Centenario. El temor de la derecha es mucho, tanto como el valor para difundir la historia de los libros.
Mariano Azuela (1873-1952) es iniciador de la novela revolucionaria, alcanzó la fama perenne como escritor, pero también la merecía como médico de las tropas de la División del Norte, comandadas por Francisco Villa. Esa experiencia le permitió como escritor, plasmar las acciones revolucionarias con el realismo indispensable para comprender a los hombres y mujeres que pelearon por la justicia social.
Las obras literarias de Azuela reflejan el lenguaje y la sencillez de los revolucionarios, así como la soberbia de los oficiales y las acciones de atropello y violencia en contra de los enemigos, aunada a la nobleza de los valientes. Son anécdotas descarnadas y sinceras, acordes con la Revolución y su fuerza destructora y renovadora.
En la amplia creación literaria de Azuela abundan las novelas y narraciones sobre la lucha armada de 1910, como son “Los fracasados”, “Mala yerba” “Andrés Pérez, maderista”, “Los caciques”, “María Luisa”, “Domitilo quiere ser diputado” “La Malhora” “Del Llano Hermanos, S. en C.”, entre otras. También escribió las biografías: “Pedro Moreno, el insurgente”, “Madero”, “Precursores” y “El Padre don Agustín Rivera”.
Pero es sin duda en “Los de abajo” como Mariano Azuela logra la mejor narración sobre un grupo de revolucionarios, comandados por Demetrio Macías, un campesino sencillo y enamorado de su mujer, arrebatado y lanzado en el remolino de la Revolución, por las arbitrariedades de la tropas federales de Victoriano Huerta.
El preámbulo de esta entrega corresponde al último párrafo de la novela corta, que es un presagio o visión del literato, al describir a Demetrio Macias plasmado, inmóvil, muerto con el fusil en los brazos, que apunta hacia la nada, igual le sucede a la Revolución Mexicana, perdida, olvidada y sin blanco para tirar, traicionada por los escuderos y herederos de los auténticos revolucionarios, hasta convertirla en parodia. Ya no es digna ni de los museos ni de homenajes en un gobierno que pretende regresar a México a la sujeción de hace más de un siglo, pero ahora con un neoporfirismo sin elegancia y sabiduría. Ahora es un régimen ramplón y desnacionalizador.
Los personajes de “Los de abajo” son un reflejo, definido y claro, de hombres y mujeres arrebatados por la vorágine revolucionaria. No hay uno sólo que no esté bien definido. Con acierto, Azuela retrata literariamente a los seres reales, su violencia instintiva corresponde al odio y desprecio resultado de las injusticias cometidas en su contra por ricos hacendados, dueños de minas, comerciantes y políticos. Así el lector comprende los arrebatos de “La Pintada” y la violencia asesina de “El Güero” o lo taciturno e intrigante de “El Curro”, al lado de Anastasio Montañés y “La Codorniz”.
Además recurre a un estilo literario en donde la sencillez se completa con extraordinarias figuras poéticas: “La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como un crespón de nieve sobre la cabeza de una novia”, con esa belleza literaria Mariano Azuela concluye la descripción del violento combate, que es el final de la lucha y vida de Demetrio Macías, entre la aridez y terreno accidentado de el cañón de Juchipila: “¡Juchipila, cuna de la Revolución de 1910, tierra bendita, tierra regada con sangre de mártires, con sangre de soñadores… de los únicos buenos!…”, grita uno de los personajes, Valderrama, al llegar a ese cañón y recibe una respuesta certera, tan amarga como puede ser una Revolución triunfante: “Porque no tuvieron tiempo de ser malos…”.
Don Mariano Azuela tiene razón. Cuando los revolucionarios tuvieron tiempo de ser malos, surgieron las traiciones, los asesinatos y las cruentas pugnas por el poder. Basta con visitar alguna vez la auténtica biografía de Álvaro Obregón, el más triunfador de los revolucionarios porque logró eliminar a los rivales, para al final caer asesinado sobre un plato de mole.
En las décadas posrevolucionarias los gobiernos triunfaron y perdieron, fueron buenos y malos, mediocres a la vez que dictatoriales, pero con los afanes revolucionarios, aunque como afirma Renato Leduc: “Se nos está volviendo gobierno la Revolución”.
Por cierto, los contrasentidos de la Revolución Mexicana son sarcásticos. El sobrino nieto del escritor revolucionario Mariano Azuela, que porta el mismo apelativo, es un claro ejemplar de ello. Fue un ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia, que se distinguió por ser descaradamente conservador, empeñado en proteger a los poderosos en contra de los demandantes de justicia social y legal.
Las obras completas de Mariano Azuela fueron editadas por el Fondo de Cultura Económica en tres espléndidos tomos, pero se consiguen de la misma casa editorial las novelas en forma independiente o combinada. “Los de abajo” llevan más de 30 ediciones y como libro de texto en los estudios secundarios y bachillerato, es magnífica para la comprensión de la secuestrada y desaparecida Revolución Mexicana, que llega en lamentable situación a su centenario. Traicionada y vilipendiada por la derecha triunfante.