El juicio contra Elba Esther
Francisco Rodríguez miércoles 19, Ago 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Desde hace algún tiempo se ha venido manejando en los corrillos políticos los errores que se cometen en las oficinas de los improvisados que han sido ungidos en el gabinete.
Algunos estropicios no pasan de ser fabulados como viles gazapos, otros como juegos ñoños, algunos más como trastupijes del juego de Juan Pirulero, otros como sandeces.
Pero los que atañen a la justicia pura y dura merecen mención aparte. Porque tocan la delgada piel de un colectivo desencantado y en franco repudio a los pueriles procederes de un puñado de palurdos que rayan en la inmundicia y sumen en el profundo descrédito la poca reputación que le resta al país.
Ciudadanos de escasa estofa que juegan con la aplicación del Derecho, como si éste no fuera más que un conjunto de reglas vacuas, redactadas y, lo que es peor, interpretadas al contentillo por abogados ignorantes y sin escrúpulo alguno.
Desde hace miles de años en el mundo civilizado se acata con riguroso juicio el principio jurídico ancestral recopilado en las Pandectas de Justiniano, consistente en que “la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento”.
Este es válido para cualquier ciudadano, por el sólo hecho de existir como persona jurídica. Lo es más para cualquier funcionario que, según el estado de Derecho “puede hacer sólo aquello que la ley le autoriza”, sin poder prejuzgar sobre una motivación contraria al espíritu del legislador.
Tortura al ciudadano y a la norma
Si desde los albores de la presente comalada sexenal, fue evidente el desprecio a la ley y a los procedimientos esenciales de la Constitución la vendetta procesal contra Elba Esther Gordillo, hoy asoma en toda su crudeza la cara vil de la tortura judicial.
Si desde un principio el fiscal “cansado” de la nación, el intrépido Jesús Murillo, se dedicó a negociar con la procuración de justicia, también se hizo evidente que sus abogados ministeriales no fueron capaces de fincar un expediente sólido que fundamentara los principios del encausamiento.
Si desde un principio se demostró —al menos ante la opinión pública, no se pudo ante otra instancia “comprometida”— que todo se trataba de una perversidad de Emilio Chuayffet y de sus jefes para quitarla de en medio y tras ello echar adelante la “reforma educativa”.
Si desde un principio, la detención de Elba Esther se constituyó en manos de sus acusadores en un pesado fardo para dar bastonazos de ciego y no poder dar un palo al agua en esto del manejo de las cuestiones magisteriales, no obstante haberlo blandido como el casus belli.
Tretas de tinterillos huizacheros
“Abogados” ministeriales, representantes de la sociedad, acaban de concluir en la necesidad de cancelar una prerrogativa de Gordillo Morales, consistente en la posibilidad legal del arraigo domiciliario por razón de la edad legal cumplida, mientras acaban de estudiar un caso que no pueden integrar a tres años de incoado.
Con absurdas y malévolas tretas de tinterillo huizachero, los famosos abogados acaban de solicitar cancelarle el derecho individual, por razones de Estado, alegando que “puede fugarse” o a lo mejor “conspirar” desde su domicilio, pese a lo avanzado de su edad y a su delicado estado de salud.
Es increíble el estado de predicamento en que están poniendo a la justicia estos paniaguados de la televisiva Arely Gómez quien, dicho sea de paso, jamás comprobó experiencia alguna —igual que sus dos antecesores— de un trámite previo ante cualquier barandilla.
Lo mismo que Medina Mora, que sin experiencia jurídica de ninguna cuantía fue llevado a la PGR, después de ser policía, y luego a la embajada en Estados Unidos y ahora, para descrédito del foro nacional en el pináculo de la Suprema Corte de Justicia.
Da igual. Ninguno sirve para un barrido, ni un trapeado, pero alguien tiene que salir a balbucear ante la sociedad, que les confió la custodia de sus garantías constitucionales, las razones para fundamentar esta monumental barrabasada.
El estado de Derecho, de ser una ilusión pacata, ha pasado a ser un estercolero, en donde, como sostenía el eminente jurista Walter Benjamin, su cumplimiento es la excepción del derecho.
Regresa México a vivir las sandeces jurídicas que relataba Víctor Hugo en Nuestra Señora de París, donde la gente era procesada y sentenciada por el sólo juicio de los decires, de los cotilleos y cuchicheo de los poderosos.
Ninguno como los actuales gobernantes para que crezca el clamor de la posibilidad del juicio político constitucional a los mandatarios en ejercicio por responsabilidades de omisión y extralimitación en sus funciones.
¿Cuándo enjuiciarán nuestros derechos?
Sí antes era una ilusión, hoy se convierte en realidad la revisión puntual de los límites del jefe del Estado para poner frenos al abuso del poder extralegal y el control efectivo de la representación política sobre la reserva monetaria y su paridad internacional.
¿Será que llegó a su punto cero la realidad del hartazgo ciudadano y la incompetencia, mientras estamos a punto de agarrarnos a mordidas y pedradas los habitantes de a pie de este país?
¿Por qué no toman la palabra los ameritados colegios de profesionales del derecho, sus “barras”, los catedráticos universitarios eméritos y decanos, las voces autorizadas de la opinión pública, los comentaristas de las cejas levantadas?
¿Por qué ninguno de los proverbiales abajo firmantes dice “esta boca es mía”, para espetar siquiera una oración de reproche a los nefastos? ¡No puede ser que todos estén amenazados por un poder que sólo existe en sus mentes!
¿Será que se hizo realidad la maldición de José López Portillo y ya nos convertimos en un país de cínicos? ¿Será que todos sangran por los poros de sus nóminas.
¿Puede amordazarse la conciencia de un pueblo? Porque dudo que los zarandeados pesos —que ya no llegan ni a bilimbiques— alcancen para tanto.
¿Dónde están los ofendidos comentócratas que tanto atacaron las inmundicias que ha cometido el verde tucán, y ahora que Osorio Chong va a darles el espaldarazo a los “diputados federales” de esa franquicia?
Es el mismo mercado persa que está permitiendo glorificar en las ofrendas del poder a dos personajes de tomo y lomo, como Manuel Velasco y Rafael Moreno Valle que andan mostrando su palmito queriendo encaramarse a la antes digna silla presidencial.
Y mientras, los derechos de los ciudadanos —Elba Esther Gordillo es una ciudadana—, están en tela de juicio. En un juzgado sometido a las veleidades sexenales.
¿Cuándo será que nuestros derechos, los míos, los de usted, también se sometan a la voluntad de un juez de consigna? ¿Ya lo pensó?
Índice Flamígero: El costo presupuestal de la imagen presidencial es mucho mayor a la que se ha informado. La verdadera nómina está escondida en un área de la SEP: la de televisión ¿educativa?, en la capitalina calle de Tabiqueros. Ahí cobra personal de Comunicación Social de Los Pinos… y una cauda de periodistas “chayoteros” de todo el país. ¡Hagan las cuentas, señores! El gasto es inversamente proporcional al resultado. + + + En el desayunadero de Four Seasons, ayer, juntos Porfirio Muñoz Ledo –gentleman, first— y el “académico” Miguel Basáñez, nominado para ocupar la embajada de México en Washington. Muñoz Ledo, diplomático en más de un sentido, lo aleccionó.