La corrupción “sacude” a Brasil
Luis Muñoz miércoles 19, Ago 2015Segunda vuelta
Luis Muñoz
La protesta es el medio más recurrente para inconformarse por las malas decisiones de gobierno o los elevados índices de corrupción que impera en muchos países, en unos más que en otros.
Sin embargo, no siempre los pueblos que se manifiestan obtienen lo que buscan: Justicia o que cambie el statu quo.
Brasil es uno de estos casos. Las protestas fluyeron en las redes sociales y en las calles del país sudamericano.
Hartos de la crisis política y económica, casi medio millón de brasileños se volcaron el domingo pasado a las calles para exigir la salida de la presidenta Dilma Rousseff, pero, al parecer, las protestas empiezan a diluirse.
No es la primera vez que Brasil pasa por una ola de protestas anticorrupción. Recordemos el caso de Fernando Collor de Mello, cuyas pésimas decisiones cavaron su tumba política.
Su caída fue anunciada desde el momento en que, contrariamente a lo que había prometido en su campaña, estableció un gran esquema de corrupción política, recurriendo al tráfico de influencias, y el de lobby gubernamental, para obtener dinero de empresarios y funcionarios públicos utilizando para ello a su tesorero de campaña, Paulo César Farías.
En ese momento también se vivía un bloqueo bancario de los “activos financieros”, principal medida adoptada para refrenar el desastre de la inflación, que redujo más la popularidad del presidente, agravada con el escándalo de corrupción.
En septiembre de 1992, Collor se alejó de la presidencia, debido a la profundización de las investigaciones, mientras el parlamento brasileño continuaba sus investigaciones, citando testigos y examinando documentos para evaluar un posible juicio político (que implicaba la destitución del presidente).
Tres meses más tarde, Collor de Mello envió a su asistente al Senado de Brasil para leer allí la carta de su renuncia.
Después vendría el llamado caso mensalão, uno de los mayores esquemas de corrupción, que estalló durante la primera presidencia de Lula da Silva y que consistía en el desvío de fondos públicos para la compra de voluntades en el Congreso.
Finalmente, la Corte Suprema de Brasil cerró este caso, el proceso más largo y el mayor escándalo de corrupción política de su historia, con 25 condenas y siete absoluciones.
El responsable de las empresas de publicidad, Marcos Valerio Fernández, era el operador de toda la trama de sobornos que se articulaba a través de contratos para las campañas electorales. Se le acusó de asociación ilícita, malversación, corrupción activa, lavado de dinero y evasión de divisas.
Hoy, una vez más, Brasil vuelve a ocupar los titulares de la prensa por los escándalos de corrupción.
El pasado domingo, la indignación y la insatisfacción por el difícil momento económico por el que atraviesa el país, se volvieron a apoderar de las calles de Brasil: Por tercera vez, este año, cientos de miles de personas marcharon por las principales ciudades para exigir juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, a quien responsabilizan por el escándalo de sobornos en Petrobras y la recesión.
Apenas el pasado 3 de agosto, José Dirceu, jefe de gabinete de Lula da Silva, fue detenido, acusado de ser uno de los creadores del esquema de corrupción en la estatal Petróleo Brasileiro (Petrobras) y de haber recibido más de 11 millones de dólares por un contrato que no se cumplió.
No obstante no existir ninguna vinculación directa con Rousseff, la detención de Dirceu ha contribuido al deseo de la oposición por impugnar a la presidenta, que se reflejó en los mercados. Por cuarto día consecutivo el real cayó frente al dólar, llegando a los 3.49, cotización que los operadores atribuyeron en parte a las turbulencias políticas.
En uno de sus mensajes, Jacques Wagner estimó que el megaescándalo, que implica a las principales constructoras de Brasil y de América Latina, ya ha provocado un impacto negativo de un 1% del Producto Interno Bruto (PIB) este año (la previsión de caída global para 2015 es de un 1.49%). Además, la presidenta, con una valoración popular por debajo del 10%, enfrenta una marea de malas noticias, con una inflación fuera de control y baja confianza de los consumidores y el sector privado.