Gobernar un caldero de intereses
Francisco Rodríguez martes 21, Jul 2015Índice político
Francisco Rodríguez
En los últimos meses, la opinión pública se ha volcado sobre lo que hace y deja de hacer el gobierno del Distrito Federal. Es lógico, se trata de la administración de la concentración demográfica más importante del país y la de más alto grado de dificultad para cualquier equipo.
El surgimiento de múltiples actores políticos en el escenario capitalino a raíz del terremoto del ‘85 —cual ya se comentó aquí—, representó un rompecabezas irresoluble para la vieja clase política y se instauraron modelos de gobierno cercanos a la población.
Alcaldes de diversas procedencias y aún de regímenes políticos distintos, han abrevado a lo largo de los años de esos nuevos estilos de negociación y, según atestiguan corresponsales de prensa extranjeros, les han ayudado a resolver rencillas, con mayores herramientas e imaginación.
Mucha gente se pregunta en los lugares de reunión política qué hubiera pasado con el gobierno federal, si hubieran ganado el Distrito Federal en 2012.
Los mismos priístas opinan que sin otro tipo de operadores al frente de esta megalópolis, hubiera sido impensable que el gobierno federal tuviera cierta tranquilidad política.
¿Qué hubiera pasado si el gobierno del Distrito Federal no hubiera funcionado como un mecanismo de precisión para aligerar las tensiones que provocaron, sólo por mencionar algunos casos: Ayotzinapa, Tlatlaya, la “Casa Blanca” y la fuga de El Chapo?
¿Cuántos tomates y huevos podridos no estuvieran volando, si las organizaciones sociales del Distrito Federal no estuvieran en sincronía con las respuestas que les proporciona el gobierno de la capital nacional cotidianamente?
¿A qué nivel se habría disparado la inseguridad, la violencia y la criminalidad en el DF, si fuera manejada por inexpertos, que hasta ahora no han podido despachar normalmente en los lujosos palacios donde se encuentran la mayoría de sus domicilios oficiales, por el miedo a las organizaciones de “maestros” e inconformes?
Todo esto, a pesar de que el Distrito Federal, teniendo más carga de trabajo que cualquier estado, menor presupuesto por cantidad de habitantes, y más problemas de infraestructura de servicios, tiene menor margen de maniobra que una entidad constitucional.
Porque de todos es sabido que su margen de actuación política está limitado por la misma Constitución, que le impone la obligatoriedad de compartir los nombramientos de las áreas de Seguridad y Procuración de Justicia con el Presidente en turno.
Y que —mientras no se lleve a cabo la reforma política propuesta—, el gobierno del Distrito Federal tiene sobre su cabeza la espada de Damocles de un Senado, presto a intervenir para reclamarle su funcionamiento en las áreas sensibles.
Así está en la Constitución, son polvos de aquellos lodos, de cuando los perros se amarraban con longaniza y el PRI se despachaba con la cuchara grande, en presupuestos, excedencias, cierta legitimidad y capacidad de maniobra.
La capital, caldero de intereses variopintos
En el Distrito Federal habitan los hombres más ricos del país y del mundo. Acechan cotidianamente con su codicia sin fondo sobre los bienes del patrimonio colectivo y sobre el manejo de sus finanzas y las zanahorias de las concesiones colectivas. Quieren ser siempre los primeros, los más favorecidos.
En sus colonias residenciales de lujo pueden habitar con toda seguridad los capos más buscados del orbe y del continente. Para su comodidad y confort, tratan de corromper directamente a los jefes de sector de la policía correspondiente. Es un permanente foco rojo que debe estar monitoreado para que no se dispare en cualquier momento. Cosas de torear con los vicios del sistema.
Los “tiburones” de los espectáculos y de las televisoras utilizan sus estadios deportivos para que sus barras rivalicen, se enfrenten, causen alboroto público, fastidien a la ciudadanía, mientras ellos ganan millones de dólares en cada evento.
El gobierno del DF tiene que destinar operativos de miles de preventivos semanarios para disuadir, contener, a veces reprimir, según el caso, el surgimiento de imponderables. Es un trabajo delicadísimo, por lo que se refiere a cantidad de elementos, logística y capacidad de negociación, que desgraciadamente no es bien remunerado ni calificado por los comentócratas.
Eso, sin contar la efervescencia política natural de las universidades, politécnicos, centros de educación superior públicos y privados, cuya matriz y estudiantado presto a bullir por cualquier pretexto, se concentra también en esta capital, lo mismo que sus sindicatos nacionales, inmanejables para otro tipo de operadores.
Pese a todos los anteriores obstáculos y a los negros vaticinios de rigor, la ciudad de México tiene un equipamiento urbano posiblemente mejorable en otras condiciones de trato presupuestal, sus organizaciones vecinales funcionan y se retroalimentan con el gobierno.
Mancera convirtió al DF en “la capital social”
La llamada CDMX cuenta con una envidiable política social. Organismos especializados y capacitados para hacer frente a necesidades de vivienda, salud, grupos vulnerables, niños en condiciones de calle o en brazos de la drogadicción y la marginación provocada por una política económica federal que nos empobrece a todos.
Fideicomisos de apoyo a la educación truncada de adolescentes, de integración social al empleo y al trabajo comunitario, al rescate de los sitios emblemáticos y a la constante creación de rasgos solidarios de identidad nacional, lo que no sucede en algún otro estado del país.
Además, un aparato de seguridad con la metodología preventiva de la cercanía con los conflictos y la respuesta inmediata ante los ilícitos. Un sistema de procuración de justicia que cada vez dará mejores resultados, por su lealtad probada.
Hasta el día de hoy, ejerciendo los recursos públicos entre vitrinas transparentes. En esta casa del jabonero —donde sabido es que el que no cae, resbala— no ha habido un solo señalamiento de corrupción contra la administración actual del Distrito Federal. La Contraloría del GDF sanciona ahora mismo a servidores públicos que han defraudado a la sociedad y a su jefe, quien además debe luchar contra las herencias de un infeliz descastado que cometió el robo de la historia.
Gobernar con todos… ¡para todos!
Mientras el presidente no da la cara, el gobierno del Distrito Federal toma la valiente decisión de recomponer su equipo en las altas esferas para enderezar su rumbo. No es agradable cortar todas las cabezas de la hidra, la de la corrupción y la de los operadores políticos de grupos de interés que quisieron desbarrancar al gobierno citadino.
Tuvo la actitud correcta, una que no se veía desde hace muchísimo tiempo. Actuó en consecuencia.
Sin mayores aspavientos, cortó las indeseables raíces de tribus presupuestívoras y rentistas de las organizaciones sociales. Incorporó políticas y políticos de todas las tendencias ideológicas bajo una sola bandera.
Se acabó con viejas y nefastas prácticas en la ciudad. Los “amarillos” ya no tienen el monopolio del poder. No puede prescindirse de la función que juegan los grupos pluralistas y de género en el proceso político.
Hay nuevos rostros, obligados a ser mejores. Algo que jamás se atreverán a hacer en otros dominios.
Les falta casta y les sobran intereses y complicidades.
Los argumentos que están utilizando los analistas oficiosos para denostar los cambios son ridículos. Se oponen a que las mujeres tengan la capacidad de operación política. Se oponen a que se incorporen individuos pertenecientes a corrientes ideológicas de otro jaez.
Llegan al extremo de opinar que los cambios en el gabinete son sólo “amarres” para lucir mejor, olvidando que el origen filosófico de la función pública es precisamente ése: gobernar con todos, para todos.
Creen que aplicando el falaz polígrafo se puede gobernar mejor, como si un aparato electrodoméstico tuviera la lámpara de Diógenes y no haya sido utilizado para discriminar y para avergonzar, sin ningún objetivo político decente.
Ponen en duda la valoración que pueda hacer un jefe de gobierno que ha demostrado tamaños, sensibilidad y un gran respeto a la ley.
¿ Querían seguir jugando al juego de Juan pirulero?
Ya no.
¡Se acabó lo que se daba!
Índice Flamígero: Un acto verdaderamente plausible, valiente, el del nuevo director del STC-Metro, Jorge Gaviño. Aceptó ese nuevo encargo y ¡se quedó sin fuero!, cuando aún falta un año para que prescriban los posibles delitos financieros que hubiese acometido en el ISSSTE y algunos pocos más para que fenezcan los que pudiese haber perpetrado en la Lotería Nacional. ¡Esos son hombres!, ¿a poco no? + + + Cuando el país está mal —y está de la chi…— todo está mal: el futbol, las llantas, los frijoles, la economía, el cine, la política, la seguridad… ¡todo! Lo único que está bien, dice un aguzado observador, son los microclimas, la cocina nacional y el teatro. + + + “Está cabrón” se titula el texto enviado por un lector de Los Ángeles, California: “Tras hacer una pausa, así lo expresó uno de los líderes políticos más prominentes de California, cuando se le preguntó su opinión sobre la fuga de El Chapo. ¿Por qué dices eso?, le inquirió su amigo, quien le habló para saludarlo y para comentar sobre esa noticia, que está en el tapete de la discusión internacional. Otra vez una nueva pausa. Parecía querer guardar silencio sobre el tema, a pesar de que con su interlocutor mantiene una relación de tres décadas. Y respondió: “La fuga refleja una gran corrupción en México. Ahora que volvamos a reunirnos con funcionarios mexicanos, imagina lo que vamos a pensar, que son corruptos. Imagina lo que sentimos”, dijo a ese amigo entrañable. Este personaje protagónico de la vida californiana ha estado en México en reuniones con Peña Nieto y con funcionarios de primer nivel. “Está cabrón”, remató la conversación.