El educado Manual de Carreño
¬ Humberto Matalí Hernández miércoles 5, Oct 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
El magistrado que, prevaliéndose de la autoridad
que ejerce, atropella los fueros de la decencia y de
alguna manera ofende la dignidad de las personas…
abusa vil y torpemente de su posición… y manifiesta
una educación vulgar y grosera.
Manuel Antonio Carreño
Manual de urbanidad y buenas maneras
Ridiculizado, olvidado y, desde luego, anacrónico el “Manual de urbanidad y buenas costumbres”, conocido como “Manual de Carreño”, es referencia anecdótica y pretérita de las abuelas y abuelos de principios del siglo XX, sin embargo, tiene descripciones del comportamiento social y educación, útiles para hacer mejor la vida tumultuaria en el siglo XXI.
Manuel Antonio Carreño (1812-1874) nació en Caracas, Venezuela, fue pedagogo y maestro musical, que creó más de 500 ejercicios de piano, en especial para su hija Teresa, una pianista y famosa compositora venezolana. En 1861 fue ministro de Relaciones Exteriores, poco después lo designaron ministro de Hacienda, cargo al que renunció ante los conflictos políticos de su país. Partió a Nueva York y después radicó en París, vivió dedicado a la enseñanza musical. Falleció en Francia.
El “Manual de urbanidad y buenas costumbres” fue durante la segunda mitad el siglo XIX y principios del XX un recurso importante para la formación de jóvenes y normó gran parte del comportamiento social de Latinoamérica. Es notoria la influencia del periodo victoriano del Imperio Británico en el texto, aunque don Manuel Antonio Carreño integra los conceptos religiosos católicos. En la introducción define: “Sin el conocimiento y la práctica de las leyes que la moral prescribe, no puede haber entre los hombres ni paz, ni orden, ni felicidad…”.
Sin embargo, es notorio que muchas de las actitudes y comportamientos son más que ridículos e imprácticos en estos tiempos de igualdad de sexos, liberalidad y trabajo. Sin embargo, aporta consejos prácticos y vigentes entre los ciudadanos, ante el neoliberalismo comercial, globalización y explotación basada en la corrupción. Por ejemplo, uno de ellos es la actitud de los juzgadores, jueces, ministros y autoridades responsables de ejecutar las leyes y hacerlo con justicia y sin corrupción. Algo digno de tomar en cuenta en estos meses donde los ministros de la Suprema Corte y jueces, además de autoridades policiales atentan contra los mexicanos, en una cínica y vil interpretación de las leyes.
Es en este aspecto donde, gracias al protagonismo insulso y aberrante servilismo de la Suprema Corte de Justicia, demuestra que el Manual de Carreño no es anacrónico, sino insuficiente para impedir acciones ofensivas a la dignidad y libertad de los ciudadanos de este país.
Desde luego, es más fácil aceptar los consejos del “Manual de Carreño” en el capítulo del trato de magistrados con particulares, que resoluciones como reducir el pago de pensiones de los jubilados, proteger a los asesinos de 49 niños quemados en una guardería, nada más por ser parte de la corte presidencial. Como estos consejos tomados al azar igual que el epígrafe:
“Los magistrados, así como no tienen otro norte que la conciencia y la ley para el ejercicio de su ministerio, tampoco pueden apartarse en su trato con los particulares, de las reglas de la moral y urbanidad cuya observancia no los revela en manera alguna la posición que ocupan”. Eso se aplica al ofensivo y corrupto aprovechamiento de los recursos de la nación, al adjudicarse millonarias cantidades en salarios, aguinaldos y premios de retiro. Según Manuel Antonio Carreño es una acción vil y ofensiva a la sociedad y moral religiosa.
Esta es otra recomendación de Carreño: “…aún el desgraciado que con sus crímenes ha horrorizado a la sociedad tiene el más perfecto derecho a ser respetado en su carácter de hombre y el magistrado que le hace experimentar los rigores del desprecio, o le niega las consideraciones que la humanidad y la ley no le han negado, no sólo falta a sus deberes legales y sociales, sino que viola los más sublimes principios de la caridad cristiana”.
El desechado y desconocido “Manual de Carreño” reúne normas del comportamiento social ilógicas en la actualidad. Por ejemplo, el largo de las faldas femeninas, el de los sacos de los caballeros, los momentos de encender un cigarrillo o cigarro, formas de higiene, de comer, sentarse, saludar, el trato con extranjeros, comerciantes, profesores, padres, hermanos y hermanas, novias, esposas, novios, esposos, amistades, funcionarios, con sirvientes y empleados, hay uno especial del comportamiento entre feligreses y sacerdotes. Por cierto, no se señala y aconseja el abuso sexual a menores, para satisfacción del gran número de religiosos, de todos los credos, pederastas.
Es asombroso que se encuentran ediciones recientes, hechas después del año 2000 del “Manual de urbanidad y buenas maneras” de Carreño en todas las librerías. Seguro hay muchos compradores porque se agotan. El asunto es que se apliquen los principios y consejos reunidos en 400 páginas. Es notorio no se empleen, dado el comportamiento de hombres y mujeres, funcionarios, comerciantes, empleados, patrones y alumnos de la actualidad. Uno por simple es en la forma de hablar y el abuso y uso incorrecto de la grosería en el lenguaje, vanalizada hasta perder el carácter ofensivo. Y en eso coincide con la culta y sabia recopilación del maestro, Armando Jiménez, recién fallecido, “La Picardía Mexicana”. A las groserías hay que respetarlas y aplicarlas como se debe. Los extremos se unen, dirían los clásicos.