600 reformas dieron fin a la Constitución del 17
Roberto Vizcaíno lunes 29, Jun 2015Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- A 2 años de su primer centenario, el Estado social convive contradictoriamente con el Estado liberal
- Restituir la reelección presidencial podría ser el siguiente paso…
- Las reformas se llevaron al Estado social, benefactor, y otros muchos derechos fundamentales
Un abrazo solidario a Carlos Ramírez y su familia
A casi 100 años de su promulgación, las constantes reformas a la Constitución Política de la República Mexicana han trastocado la esencia que la llevó ser reconocida como la primera y más importante en derechos sociales en el mundo.
Tras los cambios se fue el Estado benefactor para dar paso a un sistema encontrado de derechos sociales y liberales que muchas veces propician inequidad, injusticia, enfrentamientos constantes, y cada vez más encono social.
Desde su promulgación el 5 de febrero de 1917 por el presidente Venustiano Carranza, a la fecha, ha sufrido –afirman los especialistas–, más de 600 reformas que la han desdibujado y convertido, la mayor de las veces, en un estatuto inoperante.
De acuerdo a Giovanni Figueroa Mejía, constitucionalista miembro de la Universidad Panamericana, dijo que para que una Constitución sea la norma nacional, no sólo debe parecer que lo es sino tener los fundamentos e instituciones que le garanticen ser.
“La supremacía constitucional debe, aparte de ser enunciada, estar garantizada no solamente por órganos políticos sino también jurisdiccionales…
“Sólo aquellas Cartas Magnas que tienen garantías jurisdiccionales para su defensa y aplicación, pueden adquirir el calificativo de ‘verdaderas constituciones’, por lo que aquellas que no cuentan con instrumentos de esa naturaleza, están en una situación de fragilidad considerable”, precisó.
En este contexto la transformación a que ha sido sometida la Constitución del 17, hace que nuestra Carta Magna difiera en muchos aspectos de la forma y los objetivos para lo que fue concebida hace casi 100 años.
Tanto la han recortado y modificado advirtió la semana pasada un grupo de especialistas que participó en el Coloquio “La Constitución de 1917 y el constitucionalismo de los estados del Pacífico (centro-sur)”, organizado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (Cesop) de la Cámara de Diputados, que de esta Constitución han desaparecido diversas figuras “cuya reincorporación valdría la pena repensar”, se indicó.
José Miguel Madero Estrada, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Nayarit, dijo que la actual Constitución configura un nuevo rostro.
“El gran problema –advirtió-, es que perviven notas discordantes entre el constitucionalismo local y el general”.
Eso significa además que el México que surge de esta Constitución sea absolutamente distinto en metas, normas, acuerdos y sistemas social, económico y político del ideado en 1917 por los constituyentes.
¿PARA QUÉ SIRVE?
Las Constituciones, Cartas Magnas, son las que definen los sistemas de un país. De ellas surgen los regímenes presidencialistas, parlamentarios o monárquicos. Sociales o liberales. Son el eje del acuerdo social, político y económico de la nación. Los ciudadanos son, al final de la cadena de principios y normas, lo que define su Constitución.
En México es común escuchar desde la escuela, la casa, o en el discurso público que nuestra Constitución Política fue la primera y la más avanzada de su tiempo en cuanto a derechos sociales.
Promulgada por Venustiano Carranza en Querétaro el 5 de febrero de 1917, nuestra Constitución suplió a la del 5 de febrero de 1857 y está integrada por 8 títulos y 136 artículos más 19 transitorios.
Surgida de los reclamos de la Revolución de 1910, se eliminó la reelección Presidencial y el cargo de Vicepresidente.
Se significó por introducir garantías individuales y la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Federal, y por dar una mayor soberanía a los estados y definir el Municipio Libre.
Fue la más avanzada en lo referente a la propiedad de la tierra (con su concepto posterior del Ejido); en lo laboral y educativo –al establecer jornadas de trabajo de 8 horas- y una educación laica y gratuita.
Garantizar la libertad de expresión y la libre asociación de los trabajadores fueron logros importantísimos.
EL MUNDO CAMBIÓ
Unos fueron los ideales y las intenciones plasmados en la Constitución del 17, y otras las realidades del país.
Nuestra Constitución de avanzada sucumbió ante los caudillos –ajenos a ética, moral y cultura; evidentemente impreparados e inexpertos para gobernar- que dominaron a México hasta entrados los años 40, y frente a una población predominantemente analfabeta y rústica, muy dispersa en un país de enormes extensiones y contextos geográficos diversos, enredada en orígenes indígenas muchas veces enconados entre sí, y sometida a un atraso y marginación técnica, social, política y económica sin grandes opciones frente a otros pueblos que avanzaron rápidamente en su modernización.
Los mexicanos vivimos encerrados en nosotros mismos hasta avanzada la tercera parte del siglo pasado y sólo comenzamos a ubicarnos en los parámetros internacionales del estado de Derecho, los valores de la Demdcracia y el respeto a los derechos humanos en la última parte del decenio de los 90.
Fue entonces que los principios y normas de la Constitución del 17 comenzaron a ser modificados, o de plano desechados.
MÁS DE 600 REFORMAS
A pesar de que todos los presidentes de México, desde Carranza a la fecha, promovieron reformas constitucionales, las de mayor impacto y profundidad en el modelo de país surgen de dos mandatarios: Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto.
Con sus iniciativas no sólo remodelaron la Constitución, sino el Sistema Político, Económico y Social que define a la Nación.
Sus reformas e modificaron radicalmente, por ejemplo, a la figura del Ejido, la explotación y comercialización de los hidrocarburos, la estructura y objetivos de Pemex y CFE, la relación del Estado –es decir de la sociedad en su conjunto–, con la Iglesia Católica; transformaron el sistema educativo nacional, y el sistema laboral; ampliaron y profundizaron las seguridad social y los objetivos de bienestar; replantearon la competitividad económica y los sistemas de producción; replantearon el sistema de telecomunicaciones y el sistema de rendición de cuentas; se incluyó un sistema anticorrupción, se modificó todo el sistema electoral y de relación política y partidaria, y se restituyó el principio de la reelección bajo un nuevo esquema democrático… ahora pocos esperan que la reelección consecutiva incluya de nuevo al Presidente de la República.
La Constitución Política de 1917 es hoy, en 2015 –a 2 años de cumplir su primer centenario–, una vieja carcasa sobre la que opera otra muy distinta, con elementos y objetivos totalmente ajenos a la surgida de los principios de la Revolución de 1910, pero coincidente con las constituciones de nuestros socios económicos del mundo desarrollado.
En fin, una nueva Constitución basada en el pragmatismo y en el reflejo de las de Estados Unidos y las europeas.
La remodelación constitucional planteada durante los dos últimos años está hoy a medio camino, en el inicio de su aplicación y sus primeros resultados por lo cual todavía no se pueden valorar plenamente.
Lo único cierto es que estas reformas han dejado atrás a una Constitución ideada dentro de una realidad que ya no existe, la del México revolucionario de 1917.