Marcelo
Ramón Zurita Sahagún viernes 26, Jun 2015De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Marcelo Ebrad Casaubon es un personaje político que siempre contó con buena estrella, producto de sus relaciones, su inteligencia y preparación, pero que también ha sufrido golpes demoledores en el curso de su trayectoria y cuyo futuro se aprecia incierto y hasta riesgoso.
Actualmente vive lo segundo, luego de disfrutar de grandes momentos de triunfos, por lo que de las duras y las maduras le tocan las primeras.
Desde 2011, el ex jefe de gobierno del Distrito Federal vive etapas difíciles, las que confluyen en este 2015, el que se advierte que podría significar su peor año.
Marcelo disfrutaba de su primer gran momento político, cuando desde la dirección de Gobierno del Distrito Federal se le perfiló para coordinar a los asambleístas del PRI (1991), ruta que le había trazado su principal respaldo político y guía de siempre, Manuel Camacho Solís.
Nada parecía interponerse en su camino, los priístas habían sufrido una debacle en la capital del país durante los comicios de 1988, donde perdieron varios de sus candidatos a diputados federales y a la primera Asamblea del Distrito Federal y hasta las dos senadurías.
Ante este panorama se blindó la candidatura de Marcelo, mediante el sitio número uno de los candidatos plurinominales.
Los priístas preveían perder entre cinco y diez asientos en dicha Asamblea, por lo que Marcelo entraría tersamente.
Fue sorpresivo que recuperaran todos los distritos capitalinos y ganaron 40 de 40 lugares, con los que se quedaron sin diputados plurinominales y el primer afectado fue Ebrard Casaubon.
La buena estrella de Marcelo le funcionó, ya que quedó como secretario general del PRI capitalino y saltó a la Secretaría de Gobierno, el número dos de la administración capitalina.
Desde ahí vivió la suerte de Manuel Camacho Solís, quien al no ser candidato renunció, pero aceptó la titularidad de la secretaría de Relaciones Exteriores, llevando como subsecretario al propio Marcelo.
Ya desde antes de eso, Camacho Solís había dado cuenta de que jamás desprotegería a Marcelo, con el que llegaría a todos los espacios posibles.
Se fue Manuel a Chiapas como comisionado para la Paz y hasta allá llegó Marcelo, siempre como su segundo.
Camacho Solís fundó su partido político, del que ejerció como presidente y Marcelo se mantuvo como secretario general. Antes de eso, Marcelo consiguió el permiso de su tutor para incursionar como diputado federal del Partido Verde, un organismo político en cuyo diseño, el propio Camacho tuvo mucho que ver.
Ya en el proceso electoral del dos mil, Camacho se adjudicó la candidatura presidencial del PCD y Marcelo fue como candidato al gobierno del Distrito Federal. Al confirmar que uno y otro tendrían una pobre votación, Camacho estableció la nueva ruta de Marcelo. Renunciar a su candidatura y apoyar la de Andrés Manuel López Obrador.
El panorama se le abría nuevamente a Marcelo, ya que su mentor sustituto lo ubicó primero como secretario de Seguridad Pública y luego de Desarrollo Social, desde donde se proyectó a la candidatura al gobierno del Distrito Federal.
A la par de ello, su eterno mentor comenzó a hacer su propia carrera partidista dentro del PRD, donde se convirtió en asesor político imprescindible y diputado federal, primero y senador, después.
Camacho le ayudó acercándole grupos afines dentro de ese partido, mientras Marcelo construía su propio esquema, con miras a una sólida candidatura presidencial, el sueño que nunca pudo concretar su mentor Camacho Solís.
La figura de Marcelo se consolidó y los habitantes de la capital del país lo veían como una buena opción para la candidatura presidencial de la izquierda en 2012, aunque fuera de la zona metropolitana, su presencia era demasiado volátil.
Si en 2006, la buena estrella de Marcelo se consolidaba con el triunfo como jefe de gobierno, su nuevo matrimonio y se consolidó con imagen mundial como el mejor alcalde del mundo, aunque cinco años después su figura inició el deterioro.
De inicio no fue candidato presidencial, ya que repitió López Obrador como el abanderado de la izquierda. Ya para entonces se había producido su rompimiento con su segunda esposa y un tercer matrimonio.
Se filtraron algunas situaciones menores que no fueron consideradas serías para fragmentar la imagen del todavía jefe de gobierno.
La derrota del candidato López Obrador relajó a Marcelo, cuya figura se consolidó, luego de que proyectó como candidato ciudadano de la izquierda a uno de sus descubrimientos políticos (Miguel Ángel Mancera) cuyo triunfo arrollador en el Distrito Federal, creó la duda sobre el eventual resultado electoral de una mancuerna Marcelo-Mancera.
Con esa satisfacción, Marcelo se tomó un año sabático de la política y cuando intentó regresar, el panorama ya era otro.
Intentó disputar la presidencia del PRD y no pudo, sus compañeros le hicieron vacío. Intentó recurrir a su pupilo Mancera, pero este lo había desechado e iniciado investigaciones sobre algunos errores detectados en la administración pasada.
Pretendió una diputación plurinominal por el partido del sol azteca y no lo logró, buscó al partido de Dante Delgado y el tribunal electoral lo rechazó.
En medio de todo ello, la investigación sobre la inoperancia de un gran tramo de la Linea12 del Metro, el gasto innecesario ahí realizado, aunado a otros problemas y abusos cometidos durante su administración, mantienen a Marcelo Ebrard Casaubon bajo la lupa.
La turbulencia que se avecina sobre Marcelo predice una fuerte tormenta que podría arreciar en los próximos días. Para el colmo de los males que se la acumulan a Marcelo, su gran sensei, su gurú, su mentor de toda la vida, Manuel Camacho Solís falleció hace unas semanas, dejándolo en la orfandad política, ya que su segundo tutor, AMLO, lo mantiene alejado y su pupilo, Miguel Ángel Mancera, lo desconoció desde hace tiempo.