El futuro de la izquierda
¬ Augusto Corro miércoles 17, Jun 2015Punto por punto
Augusto Corro
Fracturarse fue lo peor que le pudo suceder a la llamada izquierda mexicana.
Por un lado, quedaron los perredistas derrotados; por otro lado los morenos triunfadores. ¿Cuánto tiempo les durará el gusto a estos últimos?
Por el momento los seguidores de Andrés Manuel López Obrador se sienten vencedores y para ser la primera vez que participan como partido político en elecciones, no les fue tan mal.
Los de la organización de los colores negro-amarillo no tuvieron que esforzarse para conseguir esa cadena de derrotas que los tiene en la lona.
Ahora, en la cúpula perredista se busca a los traidores que los timaron cuando son ellos mismos los que colaboraron en la derrota.
El Partido de la Revolución Democrática fue una institución política que tuvo su brillo propio. Sus dirigentes fueron personajes de la vida pública que la honraron.
Sin embargo, en esa organización empezaron a luchar por el poder entre ellos mismos y esto produjo un profundo divisionismo: es el partido que lo integran un sinnúmero de tribus a cual más conflictiva.
La unidad en el partido más fuerte de la izquierda empezó a hacer agua. Propios y extraños les advirtieron que a nada bueno conduciría el divisionismo. Nadie escuchó.
López Obrador optó por abandonar la organización política que lo apoyó en dos candidaturas presidenciales para fundar su propio partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Con la debacle del PRD el partido Morena se erigirá como el representante de la izquierda con la idea de llegar solo con su candidato a las elecciones presidenciales del 2018, es decir, sin alianzas políticas.
¿Logrará Morena su propósito de competir sin aliados? Podría suceder a pesar la naturaleza de la izquierda, cuya ambición política, que siempre termina en el divisionismo.
Por el momento todo es alegría en Morena pero saben bien que tarde o temprano empezarán las divisiones internas porque ese es su herencia, lo traen en la sangre.
Por tratarse de un partido nuevo, le perdonaron a López Obrador la práctica del dedazo para escoger a sus candidatos a cargos de elección popular. Sus más cercanos colaboradores resultaron los más favorecidos.
Ese gesto de menosprecio a los demás militantes se da en los partidos de izquierda que se cierran completamente al acceso de políticos jóvenes con ideas renovadoras.
Es el caso de esas organizaciones políticas que se dejan manejar por vivales, como es el caso del PRD; o se inclinan por la práctica del mesianismo, como ocurre con López Obrador, el dueño de Morena, a quien sus adoradores le entregaron el destino de Morena.
Muchos de los morenos aprendieron las malas experiencias y las mañas de los perredistas y es posible que únicamente esperen la oportunidad para aplicarlas.
El divisionismo es la herencia de la izquierda que siempre se encuentra lista para actuar: En Morena como en el PRD poco a poco desaparecerán los principios, para dejarle el paso a las ambiciones personales de sus líderes. Sobran los ejemplos.
En Morena cuentan con las malas mañas para dividirse.
A DESHOJAR LA MARGARITA
No se puede negar que tuvo un impacto importante el autodestape de Margarita Zavala Martín del Campo para competir en las elecciones presidenciales del 2018.
Todo obedece a una estrategia diseñada para luchar contra Gustavo Madero y debilitarlo políticamente. Las armas de Felipe Calderón y su esposa Margarita son conocidas por los panistas que ya adivinan a un partido dividido en plena decadencia.
A la desaparición de Acción Nacional (PAN) apuesta el matrimonio Calderón-Zavala. Al primero le urge reivindicarse ante la sociedad mexicana. A ella le agrada el juego político que no la conducirá a ningún lado.
En tanto, al ex presidente y a su mujer se les hizo bolas el engrudo, porque desde ahora son varias metas las que persiguen.
La primera el retorno a la política con saldos positivos de Calderón; el segundo, disminuir la fuerza política de Madero en el partido; y la tercera, candidatear a Margarita para el 2018.
En el primer asunto, Calderón no tiene la autoridad moral para activarse políticamente, pues ya tuvo una oportunidad y no supo qué hacer. Para justificar y “legalizar” su controvertido triunfo en las elecciones presidenciales optó por declararle la guerra a la delincuencia organizada con los saldos que todo mundo conoce: más de 80 mil muertos; más de 20 mil desaparecidos, miles de viudas y de huérfanos. En el segundo asunto, la lucha contra Madero, tampoco podrán hacer gran cosa el ex mandatario y su esposa. Madero es, por el momento, el hombre fuerte del PAN y no habrá poder humano que lo intimide o lo debilite. La estructura política de los blanquiazules lo apoya.
Ricardo Anaya, incondicional de Madero, será el próximo líder panista.
El tercer asunto, la candidatura de Margarita, se ve como un sueño lejano. Para empezar, la panista tendrá que alejarse de su marido, quien hizo alarde de ineptitud cuando gobernó a México.
Con Calderón se comprobó que los blanquiazules no saben gobernar.
Sobre el autodestape de Margarita a la Presidencia de la República, el senador panista Javier Lozano dijo atinadamente: “una cosa es tener ganas y otra tener con qué”.
Ante ese panorama panista, Madero será el vencedor no importa que el partido se destruya.