Se va… se va… y se fue
Roberto Vizcaíno jueves 5, Ago 2010Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Los priístas despiden prematuramente al perredista al exigir “que el Pleno de la Comisión Permanente, haga un severo extrañamiento al Presidente de la Mesa Directiva, Senador Carlos Navarrete Ruiz, a efecto de que cumpla cabalmente sus funciones, respetando el interés de todos los integrantes de este órgano colegiado”
Dice el gran filósofo español José Ortega y Gasset que los seres humanos somos de acuerdo a nosotros y nuestra circunstancia.
De ahí que la obviedad indique que nadie es más que lo que es. Y hoy en el Senado de la República están a punto de dejar atrás esta máxima convertida en su presidente, el senador perredista Carlos Navarrete quien simplemente nunca creció.
Por supuesto que hablo de su estatura política e intelectual, moral y ética. Chaparrón físicamente hablando, el también coordinador de su exigua bancada solaztequista y dirigente de no más de 3 que le hacen caso muy relativamente, Navarrete está a punto de concluir en un cargo al cual nunca hubiera podido llegar si no hubiera sido por la habilidad y buen talante del verdadero líder de la cámara alta el sonorense Manlio Fabio Beltrones.
Fue el priísta quien hace un año comprometió buena parte de sus oficios para hacer llegar a Navarrete a la presidencia de la Mesa Directiva del Senado, en busca de fortalecer una posición de la izquierda institucional mexicana dentro de un sistema de partidos cada vez más vapuleado y disminuido.
¿Y que hizo Navarrete?
No entender nunca el gran espacio que se le abría con esa posición: traicionó a Beltrones, colocó a su familia en posiciones estructurales del Senado, se apoderó del presupuesto de Comunicación Social para repartirlo entre sus cuates, asistió a actos con el presidente Felipe Calderón para echarle bronca y tener acceso al secretario de Gobernación para denostarlo.
Ni qué decir que se le brindó un palco de primera fila en las negociaciones políticas del más alto nivel y él lo aprovechó para balconear mediáticamente a sus interlocutores.
Sólo habría que recordar aquella invitación a una boda donde el ex presidentes Carlos Salinas se le acercó a invitarlo a sostener un encuentro con el gobernador Enrique Peña Nieto.
Salió corriendo a decirlo en algunos noticiarios de radio.
¿Qué ganó con eso? Quedar como infidente. Como un político poco confiable.
Era obvio que Salinas no lo invitaba a casarse políticamente con Peña Nieto. Al que menos le interesa eso es al gobernador mexiquense.
Era obvio que le estaba brindando la posibilidad de conversar civilizadamente sobre asuntos de Estado con un personaje que puede llegar a ser el próximo presidente de México.
Es evidente que Salinas se le acercó porque él, Navarrete, representaba en ese momento un puente de interlocución con su corriente, con Los Chuchos, dentro del PRD.
Y así Navarrete fue tirando a lo largo de este año una a una sus oportunidades de interlocución, de fortalecimiento de su propia corriente, de su posición dentro de la política mexicana, de construirse como un interlocutor confiable, fuerte, serio de la izquierda a la que dice pertenecer.
En la película El abogado del diablo, el actor Al Pacino quien representa a lucifer cierra con aquella frase en la que dice que sus pecados preferidos son el de la vanidad y la soberbia.
Viene a cuento porque ahora resulta que Navarrete siente que puede ser Presidente de la República, cuando difícilmente podría ganar la gubernatura de su natal Guanajuato, bueno, ni la alcadía
Hombre pequeño a Navarrete sólo le queda lo que resta de este mes de agosto como presidente de la mensa directiva del Senado. Y quizá en lo que le resta de vida nunca volverá a ocupar un cargo similar.
De cómo y en qué posición sale de esta encomienda, lo narra el puntilloso y muy ácido diputado priísta chiapaneco César Augusto Santiago, quien a nombre de sus compañeros de bancada en el Senado y en San Lázaro presentó un Punto de Acuerdo para que la Comisión Permanente haga un severo extrañamiento a Navarrete.
Tengo muchos años cubriendo las actividades del Legislativo y no recuerdo que cosa así haya ocurrido anteriormente.
Lo que piden los senadores y diputados priístas (la primera fuerza política del país), a través de César Augusto Santiago es lo que en el ámbito escolar sería colocarle literalmente orejas de burro a su propio presidente.
Para fundamentar tal cuestión, dice Santiago:
“La experiencia de la última década en México ha orillado a las fuerzas políticas a construir nuevas formas de convivencia política, en el marco del respeto y de la tolerancia, bajo un espíritu incluyente y buscando la eficacia de las instituciones republicanas.
“No se puede poner en duda, que no hemos logrado alcanzar el marco más adecuado y que están pendientes las reformas a la Ley Orgánica y al Reglamento Interior del Congreso. Pero el actual es el esquema de representatividad que procura cumplir con el papel que le corresponde a cada fuerza en la división y el equilibrio entre poderes.
“En el esfuerzo por una mejor convivencia y funcionalidad democráticas, tenemos la integración de las Juntas de Coordinación Política dentro de las cuales se escucha a todos y donde sus resolutivos son muchas veces unánimes. Eso incluye la rotación de sus cargos cuya presidencia, literalmente, correspondería, como reza el artículo 17 de la Ley Orgánica, a los dos Grupos Parlamentarios mayoritarios.
“Atendiendo a dicha pluralidad, la Presidencia de la Cámara no se puede ejercer en representación de una de las partes, sino en nombre de la totalidad de una institución republicana, como es cada Cámara o, en este caso, la Comisión Permanente.
“Así lo establece el artículo 20 de la citada Ley, que dice que la Mesa Directiva garantiza que en los trabajos legislativos prevalezca lo dispuesto en la Constitución y la ley, bajo los principios de imparcialidad y objetividad.
“Quien funge como Presidente de la Mesa Directiva, ostenta el cargo en todo tiempo y lugar, por lo que su actitud permanente ha de observar celo por el equilibrio entre las fuerzas.
“El artículo 78 de la Constitución precisa las atribuciones de esta Comisión Permanente y da el marco preciso de conducción de todo el cuerpo legislativo, tanto de sus integrantes como de su Mesa Directiva.
“Por ello, son de extrañar las actitudes que se permite el Presidente de la actual Mesa Directiva de la Comisión Permanente (el citado Carlos Navarrete), quien claramente violentan las disposiciones legales señaladas y el espíritu que nos acoge como cuerpo colegiado.
“Su desempeño, frecuentemente incurre en la unilateralidad, muchas veces con tintes partidistas y otras, de manera contraria al sentir de todos los senadores y diputados que la integramos.
“Ello se ha presentado como una constante en semanas recientes, como es el caso que al dar seguimiento a las comparecencias, ya que, a pesar de los dictámenes que votamos, acuerda que los funcionarios determinen los plazos, como ocurre con el caso del Secretario de Comunicaciones y Transportes, que se ha anunciado que ocurrirá hasta el próximo mes.
“Asimismo, otro hecho irregular fue publicar sin acuerdo ni conocimiento de la Mesa Directiva de la Comisión Permanente el calendario de comparecencias de los funcionarios del Gobierno Federal, faltando al artículo 53 del Reglamento Interior del Congreso, en cuanto se refiere que los Secretarios de Despachos deberán ser llamados por acuerdo.
“Así, por todas estas consideraciones, el Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional, considera ineludible hacer un severo extrañamiento a la conducta de quien funge como Presidente de la Mesa Directiva de esta Comisión Permanente y un exhorto de pares a que se conduzca con ecuanimidad y bajo la imparcialidad y la objetividad que le exigen el elevado cargo para el que fue electo no por una, sino por todas las fuerzas políticas aquí representadas.
“Por lo anteriormente expuesto, presento a esta Honorable Asamblea la siguiente proposición, de urgente y obvia resolución, conforme al siguiente: PUNTO DE ACUERDO: ÚNICO.- Para que el Pleno de la Comisión Permanente, haga un severo extrañamiento al Presidente de la Mesa Directiva, Senador Carlos Navarrete Ruiz, a efecto de que cumpla cabalmente sus funciones, respetando el interés de todos los integrantes de este órgano colegiado”.
Ni más ni menos. Es despedirlo con un “ojalá y no te vuelva a encontrar en mi camino”.