El principio del fin
¬ Augusto Corro miércoles 10, Jun 2015Punto por punto
Augusto Corro
El Partido de la Revolución Democrática (PRD) vive momentos difíciles como organización política. Los resultados de los comicios recientes lo colocan al borde del precipicio.
La cúpula perredista no pudo recuperarse del sinnúmero de errores que llevaron al PRD a una derrota estrepitosa.
Para empezar, perdió la hegemonía en el Distrito Federal (DF), de las 14 delegaciones que gobernaba perdió ocho. Ganó cinco el Movimiento de Regeneración Morena (Morena) y el resto se repartió entre los demás partido políticos.
En la ALDF el todopoderoso partido político tendrá en la oposición a los morenos con una fuerza igual, equilibrada. Antes, la mayoría estaba representada por los diputados del sol azteca.
Así pues, las corrientes políticas en el DF tendrán, una vez que hagan el conteo de victorias y derrotas, realizarán los ajustes necesarios para lo que viene: los comicios presidenciales del 2018.
Claro, en las elecciones del pasado domingo, el gran perdedor fue el PRD. No sorprendió la derrota, pues era casi imposible revivir un partido que se encontraba en la lona desde septiembre del año pasado.
Cómo se recordará, la violencia de Iguala, con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, marcó para siempre al PRD.
¿Cómo ocultar las acciones del alcalde perredista, José Luís Abarca, acusado de ser el autor intelectual de ese plagio masivo?
¿Cómo justificar el desgobierno perredista de Ángel Aguirre Rivero, que permitió el crecimiento del crimen organizado en Guerrero?
Luego el partido del sol azteca vio como sus principales líderes fundadores lo abandonaron tras el argumento de que el PRD perdió sus principios y se alejó de las causas populares.
A lo anterior se sumó la salida de Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores, para fundar su propio partido: Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), principal rival en la corriente de la llamada izquierda mexicana.
Otro error que propició el descontento al interior de PRD fue el acercamiento de sus líderes al gobierno federal, en el denominado Pacto por México.
A los errores, que no surgieron de la noche a la mañana, sino que aparecieron poco a poco, nadie pudo encontrarles solución alguna.
Al contrario, los dirigentes perredistas agravaron las situaciones y jugaron a que el tiempo ayudar a borrar las cicatrices. Les falló.
El caso de los 43 normalistas desaparecidos no desapareció. Conforme pasaron los meses, la exigencia de justicia aumentó y sigue presente.
A Carlos Navarrete le tocó enfrentar el problema y fue a Guerrero a ofrecer disculpas por el mal gobierno del presidente municipal José Luis Abarca. Claro, también estaba enlodado el entonces gobernador Ángel Aguirre.
Este último seguía empeñado en mantenerse en la política luego de la tragedia de Iguala y de la detención de sus familiares, acusados del delito de peculado.
¿Con todas esas credenciales negativas alguien podría alzarse con la victoria en los comicios? Suponemos que nadie. Como ocurrió. El perdedor fue el PRD. Ni vuelta de hoja. Sus dirigentes tendrán que explicar a sus correligionarios los motivos de la derrota.
En otras condiciones y en otros partidos, por fallas menores, los dirigentes renuncian a sus cargos. En el partido de los amarillos no ocurrirá así.
Mientras se empieza a pedir la renuncia del presidente del partido, Carlos Navarrete, éste trata de justificar sus fallas.
Sin embargo, la suerte está echada y el partido que fundó Cuauhtémoc Cárdenas se encuentra en el tobogán rumbo al precipicio.
¿Debe Navarrete dejar el liderazgo perredista? Es de suponerse que sí, aunque el problema no lo representa únicamente su líder.
Los problemas vienen de atrás, del divisionismo y de la ambición de “Los Chuchos”, la corriente de Nueva Izquierda, que se adueñó del partido y lo convirtió en una empresa para generar ganancias, sin importar el tipo de políticos que solicitaban asociarse.
Tal fue el caso del alcalde de Iguala, que logró llegar al poder gracias a la ayuda de la dirigencia perredista. Ese renglón negro de la vida perredista no lo aclararon en el partido, aunque sí es del dominio público que fue el dinero lo que permitió que al presidente municipal se le abrieran las puertas en el PRD.
En fin, lo que perdió el PRD no fue solamente su hegemonía en el DF, sino las posibilidades de volver a ocupar los primeros lugares como partido político.
No se ve cómo podría levantarse un partido que perdió sus principios y que en el presente se encuentra a la deriva.
En fin, el PRD no desaparecerá inmediatamente, pero, desde luego, ya no será el mismo, aquél que se ostentaba como invulnerable.