¿Tentación reeleccionista?
Francisco Rodríguez martes 9, Jun 2015Índice político
Francisco Rodríguez
En el sexenio alemanista, la voz popular alertaba a quienes se habían sometido a un tratamiento dental, que no salieran a la calle sin precauciones, no fuera a ser que se encontraran al presidente Alemán en la calle y éste les inaugurara la dentadura.
La recomendación popular provocaba la carcajada. Pero en la realidad, era justificada por un régimen absolutamente frívolo y desquiciado, en un afán de sus cabecillas de enriquecimiento rápido y sin límite, que no tenía —repito: no tenía— parangón.
Todo lo querían inaugurar, aunque no lo hubieran hecho, tildándolo de supermoderno, gestado en el cerebro de quienes pensaban “en grande” y le entraban a todos los negocios, para cumplir a cabalidad una ansia desenfrenada de posesión de bienes y riqueza para ellos y sus descendientes.
La lisonja a los gabachos fue la divisa permanente. Cuando el rector de la UNAM, Salvador Zubirán se negó a darle al presidente Harry S. Truman un “Doctorado Honoris Causa”, el de Sayula lo corrió y puso en su lugar a Luis Garrido, para que lo recibiera con tronío. Para su vergüenza, el gabacho nunca se apareció.
Cuando Truman vino a México en 1947, a 100 años de la invasión norteamericana, colocó una ofrenda floral ante el monumento a los Niños Héroes. Por la noche, los cadetes del Colegio Militar la fueron a tirar frente a la embajada. Pero Alemán “descubrió los seis cadáveres de los Niños Héroes”, desafiando toda lógica, haciendo una inauguración y homenajes dignos de Cantares de Gesta.
Los gabachos tuvieron que inventarle al de Sayula el reconocimiento “Míster Amigou” para corresponder a sus empeños. Así era el tamaño de esas frivolidades.
No obstante, la estatua de bronce —cuerpo entero de Alemán Valdés— de Asúnsolo en la UNAM, duró lo que un soplido. La dinamitaron dos veces, hasta que José Luis Alonso —luego sería líder del PRI en el DF— la voló hace como 50 años.
Las nada ocultas ansias de Miguel Alemán
Casi dos años anduvo Rogerio de la Selva, secretario particular de Miguel Alemán Valdés, promoviendo desde Los Pinos la reelección de su jefe, o la prórroga de su mandato, ya de perdida.
Alemán se había engolosinado con el poder; su enfermiza frivolidad lo hacía creer que era “el hombre esperado por la Providencia”, según dijo Alejandro Carrillo Marcor. Y se dejaba querer por toda la cauda de turiferarios del régimen.
Cuando el periodista Carlos Denegri llegó a preguntarle si era cierto lo que andaba diciendo su secretario De la Selva, Alemán le reviró que no sabía. Entornaba los ojos y decía que su papá había muerto impidiendo la reelección de Obregón y que él no podía manchar su memoria.
Sin embargo, todos los días salía en los periódicos que Francisco Serrano junior, hijo del general del mismo nombre que fue fusilado en Huitzilac, ese sí, por impedir la reelección del sonorense, era líder del reeleccionismo, manchando el nombre de su progenitor por instrucciones del Presidente.
Como todos los mitos del alemanismo, este también cayó por la boca. Cándido Aguilar, yerno de Venustiano Carranza, salió a gritar a los cuatro vientos que Alemán le había dicho que sí quería la mano de doña Leonor, ¡y ardió Troya!
No faltó quien escribiera que el general Alemán, padre del susodicho, había muerto en medio de una balacera de cuatreros, allá por Sayula, Veracruz, en una covacha de Entrambasaguas, cuando un pistolero privado le “dio callo”. Nada político ni antirreleccionista.
La campaña reeleccionista pendía de un hilo. Alemán aguardaba una guerra desatada por los gabachos, como la que favoreció al avilacamachismo, con objeto de rebobinarse para luchar “en pro del país”.
Leales, hasta que “el de arriba” ordene otra cosa
En junio de 1950, en el cuarto año de gobierno, estalló la invasión a Corea. Todos los alemanistas prendieron velas a San Mamerto, el de las causas desesperadas. Creían que los gabachos llevaban las de ganar. Se equivocaron. Kim Il Sung le dio a Mac Arthur hasta por abajo de la lengua.
El general Piña Soria, jefe del Estado Mayor encabezaba la bufalada reeleccionista.
Guillermo Ostos, oficial mayor de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, inauguró un partido, el” P39C”, que nació casi muerto. El nombre del partido era curioso.
Se refería a la “enorme” ideología que estaba detrás de la reelección. Al nicaragüense Rogerio de la Selva se le había ocurrido que la idea debía descansar en el concepto de soberanía (artículo 39 de la Constitución) que concede al pueblo el derecho de modificar en todo tiempo su forma de gobierno.¡ Ah chingá!
El general Rodolfo Sánchez Taboada, líder del PRI, le quiso hacer al “canela” y amenazó públicamente a todos los miembros del partido que fueran reeleccionistas, con expulsarlos de sus filas, pero no eliminaba la posibilidad de perdonarlos si Alemán se decidía.
Esa fue la regla de oro de la defección priísta: ser leal hasta que los intereses decidan otra cosa, pues entonces, todo estará debidamente justificado. La norma de Sánchez Taboada continúa aplicándose a la perfección.
¿Quién sabe de dónde sacaron 15 millones de votos?
Alemán comunicó a Sánchez Taboada, en septiembre de 1951 que ya se había decidido por Ruiz Cortines. Envió a Adolfo Orive de Alba a que se lo comunicara al general Cárdenas, quien junto con Ávila Camacho veía con recelo y envidia los afanes reeleccionistas del jarocho.
Aunque los dos generales habían tenido guerras mundiales en su coleto, la diosa fortuna había sido magra con sus personas y nunca se apiadó de sus carismas. Uno trompudo y el otro muy caballeroso, ni para dónde hacerse. Favorecieron al civil.
Finalmente, el viejo se hizo a la mar, y el general Sánchez Taboada, vecino de Acatzingo, Puebla, y furibundo antizapatista, que había masacrado al “Caudillo del Sur” a las órdenes del traidor Jesús Guajardo, se la pasó gritando consignas arriba de los templetes.
El grito de guerra de Sánchez Taboada, que llevaba como ayudantes a Luis Echeverría y a Hugo Cervantes del Río, era: “Vamos a alemanizar el país”. Al finalizar la campaña le dieron la Secretaría de Marina, allá por la calle de Revillagigedo, llevándose a sus dos ayudantes.
A Piña Soria, el general reeleccionista que había traicionado los estatutos de su partido, le dieron la Oficialía Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional, bajo las órdenes del bravo general Matías Ramos, jefe del “Batallón de los Valientes” de Francisco Villa y amante de “La Bandida”, dueña de la casa de citas en Durango y Valladolid, actual colonia Roma Norte de la ciudad de México.
De quince millones de votos emitidos, que no sé de dónde los sacaron, pues la población total del país era de 28 millones, el 74% fue para “Muelas de Coyote”; el 16 para Henríquez Guzmán; el 8%para el panista González Luna y el 2 para el inmortal Lombardo. ¡Y cada quien con su golpe!
Reino de corrupción
La segunda parte del sexenio alemanista fue exitosa. El desempeño de la economía gringa lo auxilio de manera feroz. Sin embargo, fue el reino de los mitos y las engañifas.
La verdad es que era un gobierno con molde rupestre de capitalismo primario, imposible de ponerle rostro humano. Fue una carnicería de miserables. El pomposamente llamado “desarrollo hacia afuera” por los economistas paniaguados de Hacienda, Agricultura e Industria, no desarrolló finalmente nada.
Las condiciones internacionales estaban dadas para que creciera sólo un reducido sector de capitalistas criollos. La infraestructura carretera, comunicativa, de parques industriales, desarrollo inmobiliario, fue sólo un soporte.
Para que los oligarcas se dieran el lujo de proclamar que ellos se habían hecho ricos, no por el apoyo presidencial o por la despiadada inmoralidad administrativa ejercida desde sus lujosos cargos.
Ellos decían que su prosperidad era producto de que “pensaban en grande”; “eran gente de iniciativa”; formaban “la creme de la creme”, de una sociedad pedestre que no los merecía.
Rufiancillos que pensaban en inglés y. aunque habían nacido en nuestro país, tenían su corazón en Estados Unidos. El hecho es comprobable fácilmente : sus hijos y sus nietos se educaron en las universidades más caras del “otro lado”.