Y ahora, ¿qué sigue?
Francisco Rodríguez viernes 5, Jun 2015Índice político
Francisco Rodríguez
La aparición del estructuralismo aplicado a la ciencia política descorrió el velo de la ingenuidad y sepultó para siempre las interpretaciones maniqueas, planas y manipuladas de la realidad.
Fueron muchos los beneficios del estructuralismo, aunque todavía haya ignorantes que, al no comprender su significado, utilizan la palabreja para aplicarla a regulaciones de orientación superficial, como las reformas estructurales.
El mundo es otro después de los enfoques estructurales. Los procesos discursivos contrarios a la ciencia claudicaron al no resistir el menor análisis empírico, que los contrastaba frente a los datos duros que aportaban los acontecimientos.
Cuando apareció Louis Althusser, el precursor de la visión estructural, se comprendió el verdadero papel de las ideologías imperantes entre las clases políticas como un orden de imágenes, ideas y conceptos, es decir, pura representación teórica.
“En una sociedad de clases, la ideología está destinada a asegurar la dominación de una clase sobre las otras, así como la explotación económica que asegura su procedencia, haciendo a los explotados aceptar como fundada en la voluntad de Dios, en la naturaleza o en el bien moral, su propia condición de explotados…”
Una elaboración teórica sobre “la realidad”, pero necesariamente superficial y falsa, toda vez que su fin no es dar a los hombres el conocimiento objetivo del sistema social en que viven, decía Althusser en su obra clave: La filosofía como arma de la revolución.
El funcionalismo social, lo opuesto al estructuralismo ofrece a los individuos una representación mistificada de ese sistema social, para mantenerlos en el lugar de la explotación: la ideología constituye una estructura esencial en la vida histórica de los países.
Clases dominantes
La adopción de determinadas normas, pautas, valores de ciertas ideologías y culturas por las clases dirigentes de los países marginados y pobres, cumple dos funciones, según Tomás Amadeo Vasconi, a saber:
La primera, es construir una superestructura que legitime su relación de clase dirigente local con la del “centro hegemónico” y, la segunda, en el orden interno, legitimar su propia posición dirigente, al constituirse como medio de dominación de grupos subordinados.
En ese sentido, las “clases dominantes” de los países pobres se hallan enajenadas en su propia realidad. Es decir, sufren una especie de “ilusión óptica “ por la cual no perciben los problemas reales que se presentan en sus propios países.
Por lo tanto, están impedidos de plano para darse cuenta de la realidad y resultan incapaces de encontrar los procedimientos políticos adecuados para siquiera plantearse resolverlos.
Hay algunos personajes de países dominados que incluso se atreven a decir que “la causa que servimos es la correcta, porque es la de toda la humanidad. El ímpetu de la libertad es inequívoco… nuestros propósitos son los de Dios… nuestra misión proviene de nuestras creencias más entrañables”. Joyas de la aberración. Parece mentira que a cuatro décadas de distancia, nos cause estupor y vergüenza ajena el contenido de estas palabras, pronunciadas por el dictador Francisco Franco, en su mensaje de año nuevo de 1974.
Si no hubiera existido el enfoque del estructuralismo, nos hubiéramos quedado pasmados ante esta pieza de revelación espiritista, que sólo era posible en alguien que se decía aconsejado por el brazo insepulto de Teresa de Ávila.
Mendaz publicidad
La enajenación, la ingenuidad (que es su brazo fuerte) y el candor (la lástima que se siente ante la indefensión cerebral del dirigente manipulado o mandado a declarar tal o cual cosa por los poderes reales) es un fenómeno que nos azota.
Parece mentira, a estas alturas, cuando el árbitro está a punto de pitar el final, todavía tenemos que soportar la mendacidad, el exceso a todas luces, la tortura efectiva y el asalto de la publicidad para convencernos de que tienen razón.
Muchas veces desatar escándalos chuscos, pero menores en cuantía, sirve para enmascarar acontecimientos de fondo en los que se libran las hegemonías de los verdaderos poderes, o la falta de acuerdos sobre líneas específicas de mando. Esto es normal en cualquier latitud.
Sin embargo, cuando estos auténticos despropósitos hacen costumbre inveterada y repetitiva (que no se inmuta ante el atropello informativo) llevan a pensar en la falta de capacidad mental para elaborar “narrativas”.
Preocupa, entonces, la ignorancia de los comunicados, originados en la necesidad de aclarar las intenciones de los que mandan, que sólo logran enardecer a los gobernados, tirarse los pelos y recriminarse haber elegido esa opción política.
Debido a lo anterior, se molestaron por permitir la entrada de los chinos en el proyecto de Dragon Mart y en la adjudicación de las obras del tren-bala a Querétaro.
Tal parece que se repite la parábola de los dinosaurios, protestando por la llegada de los mamíferos, después de aquella eclosión del meteoro en la península yucateca, hace millones de años. Como se observa fácilmente, el problema es de fondo. Los vacíos se llenan, según Arquímides. Todo tiene un límite. Parece que el de aquí ya se acabó. ¿Qué sigue?