De México a Cuenca
¬ José Antonio López Sosa viernes 22, May 2015Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Cuenca, Ecuador.- En punto de la una de la mañana estábamos abordando el vuelo 684 de Aeroméxico, minutos más tarde despegó el Boeing 737-700 que en cuatro horas y veinte minutos nos llevó hasta el aeropuerto internacional de Quito, capital de la República del Ecuador. Un par de horas más tarde tomamos un vuelo nacional que en cuarenta minutos nos aterrizó en nuestro destino final: Cuenca, Ecuador.
Una ciudad de poco más de medio millón de habitantes, la tercera más poblada de este país y desde el año 1999, Patrimonio Cultural de la Humanidad declarado por la UNESCO.
En las calles empedradas de su centro histórico se pueden ver obras arquitectónicas coloniales y del Ecuador independiente en el siglo XIX, mejor conocidas en estas tierras como “republicanas”. La historia de este pequeño país en América del Sur se puede narrar caminando de un lugar al otro, entendiendo la forma en que se construyó la iglesia de la Concepción o entrando a una de las muchas viejas casonas que hoy día son restaurantes, hoteles u oficinas.
Poco sabemos en realidad del Ecuador en México, la cultura e identidad de este pueblo latinoamericano resulta un híbrido entre el pasado precolombino inca y el desarrollo sudamericano a partir de la independencia de España. La herencia de Bolívar y los otros cuatro países liberados por aquel prócer (Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia) se nota desde el habla, la gastronomía y la idiosincrasia del ecuatoriano, sobre todo en esta parte sur del país.
Cuenca está a poco más de 2 mil 500 metros de altitud sobre el nivel del mar, algo muy parecido a la Ciudad de México, su clima es fresco y las lluvias en esta época del año constantes, se sitúa en un valle interandino de origen glaciar y por su trazo urbano pasa el cauce de cuatro ríos que traen agua desde la cima de los Andes en esta región.
En los siguientes días haremos una crónica a través de esta columna de qué si y qué no pasa en Ecuador, no sólo desde el punto de vista turístico, sino también como sociedad y como país, evidentemente desde los ojos de la gente en las calles, con quienes buscamos hablar, conversar y sobre todo escuchar.
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