Lo que aprendí en Jordania
¬ José Antonio López Sosa viernes 8, May 2015Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Amman, Jordania.- El último día del gran recorrido que hicimos por este país, un grupo de colegas periodistas y bloggers de viajes. Uno de los días fuimos convocados a una dinámica a través de twitter, donde respondimos a varias preguntas que el community manager de la cuenta de turismo Jordania en México (@visitajordania) nos hizo.
La pregunta que más trabajo costó responder fue la que cuestionaba lo que habíamos aprendido tras varios días en el Reino Hachemita de Jordania.
Jordania huele a especias y sabe a Palestina; Jordania permite ver el lado bueno que árabes y musulmanes tienen en la realidad, frente a la propaganda que se ha hecho a partir de una minoría fundamentalista; en Jordania aprendí cómo una sociedad puede coexistir y respetarse a sí misma, igual cristianos que musulmanes o judíos, donde la religiosidad no tiene que ver con la relación interpersonal.
En Jordania aprendí que la violencia que persiste en Siria e Iraq, obedece a razones históricas que van más allá de la religión y están muy cerca de las consecuencias de la guerra fría, donde los Estados Unidos y la extinta URSS usaron estos bastiones que hoy día, se les han salido de control.
En Jordania aprendí y percibí, la intolerancia que existe en el Estado de Israel para el mundo árabe. En Jordania aprendí que las primeras civilizaciones del mundo pasaron por aquí, para bien o para mal, comerciando o asesinando y, cada una de ellas, haya sido griega, romana, bizantina, aramea, fenicia, otomana, persa o judía, dejó un legado que se conserva hasta el día de hoy como parte de la historia de un pueblo.
En Jordania pude percibir la hospitalidad que el mundo árabe tiene para el extranjero, un par de brazos abiertos a otras culturas, a otras creencias y a otras formas de mirar al mundo que conviven alrededor de una taza de café con cardamomo. En Jordania aprendí que llegar a esta nación no representa sólo un largo viaje sino toda una experiencia de vida.
Sin lugar a dudas, después de recorrer esta nación desde la mirada jordana, por sus calles, sus aromas y sus sabores, el mundo no se mira igual y las experiencias y pensamientos positivos parecieran recargar el cuerpo y el alma para seguir, cada quien desde su trinchera, adelante tratando de mejorar el entorno en que cada quien está.
Aprendí que el peligro está en la mente y la propaganda, no en las carreteras y pueblos de Jordania. Aprendí que la intolerancia está en las letras y no en la gente. Aprendí que tenemos más en común con el mundo árabe de las diferencias que podemos imaginar. Aprendí que en Jordania hay gente buena y que vale la pena venir a este país, por lo menos una vez en la vida.
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