Memorias de Adriano
¬ Humberto Matalí Hernández jueves 12, Abr 2012Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Es necesario sumergirse en los recovecos
de una persona para descubrir las cosas más
simples y del interés literario más general.
Marguerite Yourcenar:
Cuadernos de notas a las Memorias de Adriano.
En la creación literaria del siglo XX sobresale, la novela histórica y biográfica “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar (1903-1987). Lectura vital e indispensable para los sobrevivientes en la modernidad con el hermoso vicio de portar y recorrer los signos impresos en los objetos de culto llamados libros. La mejor forma de combatir a la brutal globalización y a la barbarie dictada por gobiernos tecnócratas y deshumanizados.
Al igual que otros grandes escritores de la centuria pasada, Yourcenar no fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura, a pesar de contar con enormes méritos, superiores a otros premiados contemporáneos. Como en el caso de Borges, Benedetti, Fuentes, Sábato entre otros, el adorno y ensalzamiento no era para los autores, sino para la Fundación Nobel, que ignoró obras literarias vitales para su cartera de premiados.
Mediante extensa carta de despedida de Adriano, perfecta como tratado de filosofía, la obra de Marguerite Yourcenar recorre la vida y aventuras, guerras, intrigas, dramas y amores del cautivador personaje, al que describe en la dedicatoria y epílogo: “Al divino Adriano Augusto/ hijo de Trajano conquistador de los partos/ nieto de Nerva/ Sumo Pontífice investido por la XXII vez/ de la dignidad tribunicia/ tres veces cónsul dos veces vencedor/ padre de la patria/ y a su divina esposa/ Sabina/ su hijo Antonino/ a Lucio Elio César/ hijo del divino Adriano/ dos veces cónsul”.
Hija de un aristócrata y diplomático francés, Marguerite Yourcenar vivió 84 años y en ellos, después de adquirir una espléndida cultura, iniciada en el castillo familiar y en viajes por Europa, fue poeta, traductora, historiadora, crítica literaria y novelista. Entre sus obras, además de “Memorias de Adriano”, destaca “Opus Nigrum” sobre el esplendor del Renacimiento, en donde el personaje principal, Zenón, médico, filósofo y alquimista, con las características reúne la rebeldía y subversión del humanismo ante las ciencias ocultas medievales. También creó dos excelentes libros de las memorias de su familia, donde los ancestros, tíos, primos, castillos, las fortunas derrochadas y pérdidas, son insólitas y maravillosas narraciones autobiográficas.
Más de 15 años dedicó Marguerite Yourcenar a escribir las “Memorias de Adriano”, que se publicó en Francia en 1951, más o menos lo mismo tiempo que utilizó para crear “Opus Nigrum”. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial abandona Europa, para instalar su residencia en Maine, Estados Unidos, con su pareja Grace Frick, ella hace la traducción al inglés de “Memorias de Adriano”. Es obvio que trabajaron juntas la traducción.
La figura literaria e histórica de Adriano es presentada en la novela de Yourcenar como un resumen de lo mejor y lo peor del ser humano, pero con la característica del emperador romano que a punto de fallecer, agónico, recorre su existencia desde la juventud, los sueños frustrados, las conquistas militares y amorosas, al lado de las intrigas y mezquindades, traiciones y amores en el Imperio Romano, pero que son las mismas condiciones del ser humano y los afanes, repetidos en el hombre moderno.
Mediante la carta imaginaria con reflexiones y recuerdos, son el recurso de la autora, con estricta investigación de la realidad histórica, para desarrollar la novela que narra la vida y configuración mental, con asombrosa capacidad de análisis psicológico, de Adriano Augusto:
“…La verdad que quiero exponer aquí no es particularmente escandalosa, o bien lo es en la medida en que toda verdad es escándalo…”. Terrible y humana reflexión que sobresale entre el texto de Yourcenar, expresados a través de Adriano, el César romano, en la carta enviada al joven Marco, con la narración y resumen de su vida, enfrenta la enfermedad que le quitará la vida y con ello el poder del emperador.
“Sólo nosotros hemos sabido mostrar en un cuerpo inmóvil la fuerza y agilidad latentes; sólo nosotros hemos hecho de una frente lisa el equivalente del pensar profundo. Soy como nuestros escultores: lo humano me satisface, pues allí encuentro todo, hasta lo eterno”. Razonamiento filosófico perfecto en la descripción de la condición humana.
También es excepcional la edición en español de “Editorial Hermes”, con la traducción de Julio Cortázar directamente de la edición original en francés. Para muchos de los sabios y hasta los críticos literarios, refleja la belleza, armonía y capacidad descriptiva creadas por Yourcenar. Y como parte de ello viene después de la dedicatoria postrera, la impresión de los “Cuadernos de notas a las memorias de Adriano”, que fueron la guía, soporte y base para que la escritora desarrollara la novela. En ellos encuentran las explicaciones, los apuntes, reflexiones, casi a manera de diario, de cada uno de los pasos para el intenso trabajo de crear “Memorias de Adriano”. Así el lector tiene la oportunidad, pocas veces compartida por un autor, de conocer las dudas, sufrimientos, angustias, emociones y triunfos enfrentados durante 15 años por Yourcenar en la construcción de esta novela.
El apéndice “Nota” ofrece al lector los datos históricos sobre los personajes a los que Marguerite Yourcenar recurrió para dar soporte y verosimilitud a Adriano y el mundo en que triunfó, reinó, amó y conquistó. En cuanto al texto de la novela, los gobernantes modernos pueden acudir a ella y aprender de Adriano el humanismo y la dureza necesaria, para sustituir las cursilerías de los políticos modernos, repugnantes pragmáticos y cínicos corruptos y peores demagogos. Lo peligroso es encontrar a un presidente, como el actual, con esas capacidades y actitudes.
Al final de la reflexiva y biográfica carta, César Adriano expresa con belleza poética, la filosofía de la vida y la muerte en esta plegaria: “Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver… Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos…”.