Peña, ¿con mayoría en San Lázaro?
Roberto Vizcaíno miércoles 29, Abr 2015Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Los sondeos apuntan a que Enrique Peña Nieto tendría luego del 7 de junio una mayoría parlamentaria absoluta
- Este es un escenario que no se vive desde 1997, en que la oposición desbancó al PRI
- AMLO dice a Jacobo que va en 2018 y que hay que cambiar el régimen mexicano, pero no dice por cuál lo sustituiría
A prácticamente un mes de las elecciones de 500 diputados federales para la renovación de San Lázaro, los sondeos de las principales encuestadoras apuntan a un acontecimiento que se suponía absolutamente superado desde 1997: que el Presidente de la República en turno tuviese una holgada mayoría en la Cámara de Diputados.
De consolidarse en el último tramo de esta elección —es decir en mayo- las tendencias de PRI y PVEM, los dos partidos aliados superarían los 260 diputados de entre los 500 que componen San Lázaro.
Ese simple hecho modificaría todos los parámetros de imagen, credibilidad y de negociación entre el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto y su partido -el PRI- con y frente a la oposición.
En los hechos el voto ciudadano estaría regresando el equilibrio del poder a los tiempos del presidencialismo con partido hegemónico que operó con mayorías priístas en Senado y Cámara de Diputados hasta la parte final del sexenio de Ernesto Zedillo.
Y es que desde que en septiembre de 1997 con Porfirio Muñoz Ledo a la cabeza la oposición, que por primera vez era mayoría en el Congreso mexicano, declaró instalados los trabajos de la Cámara de Diputados, no se había vuelto a dar la perspectiva de que el PRI pudiera volver a tener mayoría absoluta en San Lázaro.
En este caso la mayoría se compondría con quizá unos 210 a 225 diputados del tricolor y unos 30 a 45 diputados del PVEM.
En esta perspectiva cuenta todo: el hecho de que existe un Presidente de la República muy competitivo; que este Presidente tenga como aliados a 22 de 32 gobernadores; a una mayoría de alcaldes y diputados locales, a un partido, el PRI, con amplios recursos financieros y sin conflictos internos y sobre todo como opositores a fuerzas muy divididas.
Hoy los sondeos indican que el PRI tendría ya casi asegurados dos terceras partes de los 300 distritos de mayoría y porcentajes de votación que podrían llegar al 35 por ciento o más de una participación que quizá sume el 55 a 65 por ciento del Listado Nominal que asciende a los casi 82 millones de mexicanos.
El PVEM por su parte se ha consolidado en varias estados del país y muy especialmente en los 11 distritos federales de Chiapas con lo cual podría llevarse en términos generales unos 40 diputados federales —entre los de mayoría y pluris- para convertirse en la cuarta fuerza dentro de San Lázaro luego de las bancadas del PRI, PAN y PRD, en ese orden.
En todo este contexto es central la alianza consolidada de poder, de gobierno y legislativa construida prácticamente sin fisuras durante los últimos 10 años por PRI y PVEM.
Eso supondría que el presidente Enrique Peña Nieto tendría una base legislativa esencial para reorientar y readecuar sus reformas y sobre todo para sacar adelante los presupuestos para cumplir con sus programas en los años 2016, 2017 y 2018, pero sobre todo para aprobar los que se ejerzan en esos mismos años.
Sin duda, este escenario influiría sustancialmente en la decisión que deberá tomar Peña Nieto respecto de su sucesión.
No es lo mismo estar al frente de un gobierno débil que de uno fuerte. De un gobierno que tenga que estar dando concesiones a sus opositores a otro donde se marque los límites a esa oposición, muchas de las veces abusiva y depredadora.
¿TAMBIÉN LOS GOBERNADORES?
Este escenario podría ampliarse al caso de las 9 gubernaturas en juego: a saber Baja California Sur, Sonora, San Luis Potosí, Colima, Michoacán, Guerrero, Nuevo León, Querétaro y Campeche.
En todas ellas el candidato del PRI es el factor competitivo.
En prácticamente todos, el aspirante del tricolor puede ganar.
El tema es el de qué pasaría si los candidatos del PRI ganan en Michoacán y Guerrero. De ser así, “Chon” Orihuela y Héctor Astudillo se habrían sacado lo que se conoce como “la rifa del tigre”, debido a que ambas entidades representan en este momento quizá los mayores conflictos de gobernabilidad en todo el país.
En Sonora, la priísta Sara Pavlovich tiende a desmarcarse del panista Javier Gándara, para definir un presumible triunfo que recuperaría ese estado para el tricolor luego de la desastrosa administración del panista Guillermo Padrés.
Los que podrían quedar como compensación para el PAN son Colima -donde la contienda tiende a cerrarse en favor del blanquiazul Jorge Luis Preciado-, en San Luis Potosí y en Querétaro.
Las encuestas advierten que el PAN saldría de estos comicios con más diputados que en la saliente legislatura lo cual, sumado a la recuperación de dos o tres gubernaturas dejaría un sabor de triunfo en las filas de Gustavo Madero.
Las tendencias indican claramente que fuera del DF el PRD logrará consolidar su posición de tercera fuerza política nacional mientras que en la capital del país la contienda entre PRD y AMLO-Morena será encarnizada.
En fin, resumiendo podríamos señalar que de ratificarse estas tendencias o de aumentar en beneficio del PRI y el PVEM, quien celebrará con la botella más cara de champagne será el presidente Enrique Peña Nieto, su círculo cercano y la cúpula de su partido.
El voto estaría creando para ellos un escenario formidable de control, autoridad y buena imagen.
¿Luego de eso quién se atrevería a decir de nuevo que Peña debería renunciar?
Una mayoría parlamentaria PRI-PVEM alcanzada por el voto de ciudadanos sería un insospechado referéndum a favor del mexiquense, quien durante los pasados 10 meses ha vivido uno de los peores embates mediáticos y de credibilidad nunca antes sufrido por otro mandatario priísta.
Hoy todos son perspectivas. Los sondeos advierten resultados, pero no los son. Habrá que esperar que concluya mayo para saberlo. No falta mucho.
“YO SOY LA SALVACIÓN DE MÉXICO”
Sí, no hace falta decir quien podría haber dicho lo anterior para saber que al que nos referimos es Andrés Manuel López Obrador.
Como Hugo Chávez o algún otro autócrata, AMLO aprovechó que Jacobo Zabludovsky intentó entrevistarlo para echarse un soliloquio en el que, ¿qué creen ustedes que dijo?…
Sí, adivinó: que él va a ser candidato presidencial en los comicios de 2018.
Frente a una de las dos o tres preguntas que alcanzó a hacerle Jacobo —la de ¿por qué no se retira y se va a su casa?-, el tabasqueño dijo que aunque estuvo a punto de rendirse e irse de la política y dejar su aspiración de ser Presidente de México luego de las elecciones de 2012-, no lo hace porque:
“… hay una cosa que me molesta bastante, el que crean que estoy obcecado de poder, me afecta… no lucho por eso, lucho por ideales, lucho por principios. Entonces el hecho de que yo tenga que seguir, reafirma eso. De que estoy obsesionado con ser el presidente de México y no es así. No, yo lucho porque considero que debemos transformar a México. No por un cargo, aunque se trate del cargo más importante del país. Lucho para hacer historia”.
¿Cómo la ven? Afirma que no es un obcecado por la Presidencia, pero ahí va oootra vez… afirma que lucha por transformar a México y le pregunto: ¿sólo él lucha por eso? Y el broche de oro es cuando afirma: “Lucho para hacer historia”.
¡Órale¡ Como Benito Juárez, pues.
Pero no todo termina ahí. También le dijo a Jacobo que:
“… tampoco sabemos qué nos va a deparar el destino (ya sabe Usted que no hace mucho le dio un infarto y, pues…). Pero sí, sí vamos a ir, vamos a ir al 2018, tenemos esa cita con la historia, a buscar que esto cambie. Además, me siento seguro con capacidad suficiente para sacar al país del atolladero en que lo han metido. Eso es lo más importante, tengo la fórmula”.
Es decir, él y sólo él es el salvador de México, por si Usted no lo ha entendido.
¡Qué cuate!
En esta entrevista que el propio Jacobo califica de monólogo AMLO habla de que hay que cambiar el régimen, pero no dice cuál pondría él. Yo pregunto: ¿El chavista venezolano?, ¿El de Evo Morales?, ¿El de Correa el ecuatoriano?, ¿El del nicaragüense Daniel Ortega?, ¿Cuál mi “Peje”?