AMLO, candidato presidencial en campaña
Roberto Vizcaíno lunes 13, Abr 2015Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- ¿Qué todavía no son los tiempos? No importa… él encabeza y habla en todos los mítines
- Es simplemente la continuación de una campaña que viene desde 2006, o desde mucho antes
- Estatutos de Morena prohíben los salarios de sus dirigentes, pero López Obrador y Batres cobran $50 mil al mes
Sin contendiente que le haga sombra alguna, a 3 años de la elección presidencial de junio de 2018, Andrés Manuel López Obrador se promociona hoy impune y cínicamente por todo el país con la obvia intención de participar en esa contienda.
Todo un probado profesional de subversión social, el tabasqueño no necesita decir todos los días que manda al diablo a las instituciones, simplemente lo hace.
En ese intento no esconde ni intenciones, ni su cara ni su nombre.
Lo hace ahora además con recursos públicos, y por encima del INE, el Trife, el resto de los partidos, las reglas surgidas de la más reciente reforma político-electoral y por sobre los candidatos de su propio partido, el de Regeneración Nacional, o Morena.
Ajeno a sanción, descalificación o acotamiento legal alguno, López Obrador arma mítines electorales en los cuales la mayor de las veces él es el orador único, y en los cuales aparece rodeado de los aspirantes de Morena a los cargos electorales en esa demarcación.
Ni qué decir que los escenarios, pendones, carteles, volantes y otros muchos promocionales contienen su imagen abrazando o al lado del candidato de la zona.
En todos los actos él es el eje de la campaña a pesar de un hecho: él no compite para ninguno de los de los 2 mil 159 cargos que se disputarán en la elección del 7 de junio.
Él no está inscrito como candidato a ninguna de las 500 diputaciones federales, o a alguna de las 16 delegaciones del DF o a uno de los 64 asientos en la Asamblea capitalina, o a una de las más de 800 alcaldías en juego ni menos a ninguna de las casi 600 diputaciones locales.
No, él no compite hoy a ninguno de los cargos de la elección del 7 de junio, sino que trabaja por adelantado para el proceso presidencial de 2018.
¿Es legal lo que hace? No, pero no hay autoridad o grupo político que lo pare.
Autodesignado juez político y moral de la vida pública de México, López Obrador se monta en la campaña electoral de los candidatos de Morena para desde cada lugar a donde va, fustigar y condenar, descalificar y cuestionar a quien quiera.
De una semana a la fecha, los objetivos de sus discursos es, el PRD y/o Miguel Ángel Manera, Jefe de Gobierno del DF.
En campaña por colonias y delegaciones del DF, López Obrador ha acusado a Mancera de espiarlo, de intervenir en el proceso electoral en curso en favor de otros candidatos, y de ser el precandidato presidencial de un partido corrupto.
Analistas y columnistas, así como miembros del grupo de Mancera, advierten que los ataques de AMLO al Jefe de Gobierno son una respuesta a que lo percibe como el otro posible candidato de la izquierda mexicana a la Presidencia dentro del proceso de 2018.
Los señalamientos en contra de Mancera arreciaron luego de que el presidente del PRD, Carlos Navarrete dijo que el Jefe de Gobierno es el más viable candidato presidencial del PRD en 2918… “es la opción natural” comentaría Navarrete.
Sus intervenciones en los mítines de campaña las justifica como “asambleas informativas”, pero de lo único que habla en ellos es del proceso electoral en curso.
LARGA CAMPAÑA
Lo que hoy hace es sólo la continuación de lo que ha hecho de alguna forma desde que a inicios de los 80 se enrola como uno de los “cercanos” del poeta Carlos Pellicer en la campaña de este por la senaduría por Tabasco.
Quizá en pago a trabajos realizados, Pellicer lo introduciría en el gobierno de Enrique González Pedrero, quien lo designó presidente del PRI para defenestrarlo meses después a petición de los alcaldes a quienes AMLO intentó someter a su control.
Su historia lo ubica luego en el Instituto Nacional de Protección al Consumidor de donde es “rescatado” por Graco Ramírez, quien lo impulsa bajo las siglas del Frente Democrático Nacional –liderado por Cuauhtémoc Cárdenas–, como candidato a la gubernatura de Tabasco.
Al perder ante el priísta Salvador Neme Castillo, el ya desde entonces llamado Peje, inicia su primera protesta alegando fraude electoral que lo lleva a realizar su primera marcha hacia el DF.
Asimismo, colaboró en los movimientos de resistencia de campesinos y obreros petroleros afectados por ciertas actividades de sobreexplotación de hidrocarburos por parte de Pemex en el estado de Tabasco, para defender su entorno natural, prestaciones y propiedades.
Con esa incipiente experiencia se lanza nuevamente por la gubernatura de Tabasco, ahora en 94 contra Roberto Madrazo, quien lo derrota y ante quien AMLO aplica la misma receta: alegato de fraude, marcha al DF y toma del Zócalo capitalino.
Luego de eso sería presidente del PRD y jefe de Gobierno del DF para derivar en una ya larga campaña por la Presidencia de la República, primero en 2006 y luego en 2012 cuyos resultados impugnó al igual que los de Tabasco.
López Obrador ha mantenido desde la contienda de 2006 un recorrido permanente por pueblos y ciudades de México, dentro y fuera de los períodos legales de los procesos electorales.
Desde su controvertida derrota en 2006, va y viene por todo el país con cualquier motivo.
Son ya tan naturales sus giras por la República que nadie pregunta y mucho menos cuestiona por qué y para qué lo hace.
Lo único cierto es que todos sabemos que él anda en campaña para la presidencial del 2018.
NUEVAS REGLAS
El caso es que hoy, luego de aprobarse la nueva reforma política y electoral que creó el INE, institución que registró oficialmente a Morena y que ya le comenzó a dar recursos públicos, no pocos han comenzado a preguntar cuándo este Instituto va a comenzar a meter en orden a López Obrador.
De entrada existe un hecho evidentemente punible y que exhibe a AMLO y sus cercanos como políticos no sólo mentirosos sino no tan honestos como se dicen.
Y es que AMLO y su gerente Martí Batres cobran 50 mil pesos mensuales por sus cargos dentro de Morena.
¿Poco… mucho? No, eso no es el problema. El asunto es que ellos afirman que no cobran salario alguno por ejercer sus “liderazgos” y además los estatutos de este partido advierten que sería una violación que lo hicieran.
La prohibición está establecida en el artículo 70 de sus estatutos internos. Ahí se afirma que en Morena no existen salarios para sus líderes. Sólo pueden recibir “aportaciones económicas” para realizar algunas tareas, y estas no deberán ser mayores a los 30 salarios mínimos, es decir, 2 mil 103 pesos.
Ese artículo contraviene claramente lo señalado en un reporte de Morena rendido ante el INE en el que se declara que la nómina de este partido sumó 4 millones de pesos durante sus primeros 5 meses de vida, con pagos mensuales que van desde los mil hasta los 50 mil pesos para sus dirigentes.
Los 2 primeros en esa nómina con los salarios más altos son López Obrador y Martí Batres.
En ese listado están además: Tomás Pliego Calvo, secretario de Organización y Marco Antonio Medida Pérez, secretario de Finanzas, quienes cobran 20 mil pesos mensuales cada uno.
En fin, la filosofía central con AMLO y su Morena es la de que, en cualquier caso, las instituciones se vayan al demonio…