Cuba y los mexicanos
Francisco Rodríguez viernes 27, Mar 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Somos, usted y yo, parte de una generación muy identificada culturalmente con las causas cubanas. Nos duelen las carencias de su pueblo, el infame bloqueo de 50 años y nos congratulamos de sus éxitos deportivos y sanitarios.
Somos testigos del papel al que los somete el presidente Obama, utilizando como un señuelo electoral —está imposibilitado para cualquier otra cosa— la zanahoria de levantarles el “castigo económico”, lo que sólo pueden hacer los republicanos, miembros del partido contrario, desde el Capitolio. Por las condiciones políticas internas, los colmilludos comandantes cubanos no pueden hacer otra cosa que “apechugar”, fingir no conocer las “jugadas” de distracción del ex senador por Illinois. Es imposible. Ellos inventaron esos juegos de espejos.
Lo que pasa es que los políticos improvisados de EU, reclutados en las canchas de basket-ball de los suburbios metropolitanos y habilitados como si fuesen marcas de dentífricos para la liza electoral, no entienden el tamaño del “coco” que acaban de poner.
En este juego de ajedrez rudimentario, los que llevan la de ganar son los comandantes. Y así lo han entendido, exhibiendo la insensatez ignorante de los gringos y ofreciendo su total disposición a abrir su mercado, democratizarse y creer en la libertad que proclaman.
Dentro de poco, va a resultar que cualquiera de los asombrosos compositores y grandes señores del montuno isleño, van a sacar una mejor versión de God Bless America, más musical, con mayores registros que la cancina “melodía” compuesta por Irving Berlin.
Para las habilidades demostradas por los cubanos, esta disyuntiva que se les presenta es chévere, es papita. No es algo que les quite el sueño, es sólo una aventura en Disneylandia, medida así por su larga lucha contra las dificultades impuestas.
La mezcla de las sangres europeas con los yoruba nigerianos produjo una raza fuerte y alegre que ha dejado perplejo al mundo por su resistencia al trabajo despiadado, a la esclavitud y lo más terrible, a la muerte por hambre sentenciada.
Frente a ello, los cantos elegíacos del bohío, las costumbres y tradiciones de la fiesta campirana, sus sinfonías idiomáticas, las consonancia rítmicas con los murmullos de la tierra y el mar, obligan al profundo goce de un entorno majestuoso, imaginado para la supervivencia.
La trova cubana es la cereza del pastel Cuando el Distrito Federal contaba con más de 400 bares con variedad de música viva, muchos fuimos testigos de la llegada de una cauda de ritmos, artistas y cantantes antillanos que dejaron testimonio de su valía universal.
Todavía recordamos la presencia de la delicada Omara Portuondo, en la troupe de “las mulatas de fuego” que acompañaban a la Sonora Matancera; las canciones de Carlos Argentino, Celia Cruz, Bienvenido, Daniel Santos, Celio González y muchísimos genios más.
Hasta Miguelito Valdés, Kiko Mendive, Benny Moré y afrocaribes que dejaron su impronta en la historia musical de todas las generaciones negras y latinas, nacidas en Estados Unidos, durante el siglo XX. Ibrahim Ferrer, Rubén González, Eliades Ochoa. Manú Dibango y Omara, se los han recordado desde el Buenavista Social Club, por si quedara duda. La trova cubana es la cereza del pastel.
Sin saber por qué, hicimos el caldo gordo a Fidel
Aquí en México nos fuimos con el trapo completo. Creyendo que albergaban a un luchador por la paz, los padres de la patria de aquel entonces ordenaron protegerlo hasta su embarque en el Granma.
Conocí a periodistas, políticos y hasta a policías que hicieron de su vida una leyenda por el solo hecho de haber sido destinados a proteger a los guerrilleros cubanos, en sus reductos migratorios. De ahí, a la eternidad.
En un abrir y cerrar de ojos, a la vuelta de unos cuantos años, los mismos celosos guardianes eran perseguidores fanáticos de los guerrilleros de la escuela inspirada por los de la Sierra Maestra. Y ni quien se volviera a acordar, ni quisiera para abrir los archivos. Sólo registrábamos lo caudillesco. La celebración de la conferencia de la Organización Latinoamericana por la Solidaridad (OLAS), era motivo para un atrevido gaffe del Tata en el Zócalo, muy criticado por las buenas conciencias de entonces.
Desde posiciones clave de poder, se financiaron los surgimientos de los famosos movimientos de liberación nacional, jefaturados por Natalio Vázquez Pallares, Manuel Marcué Pardinas, obviamente, el hijo del Tata y una cauda de juniors deslumbrados, iluminados repentinamente, precursores de nuestra “sociedad civil”.
Como no podían faltar los “intelectuales”, reclutaron en la naciente escuela de Ciencias Políticas de la UNAM a una pléyade de desubicados “de izquierda”, para hacerle el caldo gordo y el currículum al hijo del general. Redondo. Los alumnos más destacados aprendieron el camino. Hoy, el hijo del Tata se dedica a bendecir candidatos de todos los partidos en Michoacán. ¡Uff!
¡No tenemos con qué competirle a Cuba!
Ahora, todo eso se nos olvidó. Pero forma parte del catálogo de nuestros ridículos. Cada referencia de Fidel, por su nombre, a algún político mexicano, significaba un ascenso inmediato, aunque aquí se dedicaran a perseguir y, finalmente, a asesinar a Salvador Allende.
Es, desgraciadamente, el origen político, la fuente de nacimiento de nuestros famosos “rabanitos”. Aquellos funcionarios que se hicieron ricos en la alta burocracia por saberse de memoria, sin partitura, La Internacional, pasar algunos fines de semana de descanso obligatorio en La Habana y Varadero… y cobrar sus estipendio en dólares.
Ahora, “los rabanitos”, ya de salida, con dentadura postiza, celebran a través de sus alumnos con bombo y platillo la esperada reanudación de relaciones diplomáticas entre los republicanos —que sí pueden decidirlo, no el afroamericano de la tierra de los comandantes.
Pero nadie se detiene a pensar lo que eso significa para nuestro país y para la crisis “marca llorarás” que han provocado los “gobernantes” en el poder, también montados en el caballo externo de moda, elogiando a quienes todavía no conocen, los ortodoxos políticos cubanos.
Pero ninguno ha querido entender que Cuba ya no es el faro del socialismo. Es un jugador cercano, muy cercano, en el tablero. Tan cercano que, por su disciplina interna y sentido de la proporción política de lo que significa lidiar con el imperio, nos lleva tanta ventaja que antes de dispararse la pistola, ya puede estar llegando a la meta.
Lo único que nos imaginamos es que el desierto de los “gobernantes”, después del anuncio inconsciente de Obama, va a ser más complicado que el yermo desolado que ahora tenemos frente a las narices. No estamos preparados para competir con Cuba en ninguno de los terrenos, ni en el turístico, ni en el comercial, ni en el paramilitar.