Promesas de campaña
Francisco Rodríguez lunes 6, Abr 2015Índice político
Francisco Rodríguez
A un año de los caucus republicanos para elegir a su candidato a la presidencia de los Estados Unidos, resurge el viejo debate en ese país entre las dos más importantes formaciones políticas sobre asuntos torales latinoamericanos y mexicanos, específicamente.
Todo se vale en la loca carrera de los fatigados WASP (siglas en inglés de blancos, anglos, sajones, protestantes) en búsqueda afanosa de los votos clientelares de las minorías migrantes, hoy convertidas en auténticas lictoras de la liza electoral estadounidense. Los güeros ya no tienen para dónde hacerse.
En medio de impugnaciones mutuas, los republicanos acusan abierta y subliminalmente a los demócratas de promesas imposibles y mentiras a la población migrante, del mismo modo que los demócratas develan el caso Irán-Contra, como coraza de proa electoral.
El abuso de la CIA, patente durante los dos más influyentes períodos de los clanes republicanos en ese país, los de Reagan-Bush, en relación a la intervención de sus poderosos brazos en el consumo masivo de “crack”, cocaína y anfetaminas entre la población negra y latina.
Todo, a propósito de la guerrilla armada por mercenarios derechistas y la CIA, auspiciados por esta mancuerna de desquiciados para derrocar al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. Aquí se ubica el debate central, montado por los estrategas electorales de los demócratas.
Reagan vendió armas a Irán, en su diferendo contra Irak, y financió a los mercenarios de Nicaragua, bajo expresa prohibición del Senado gabacho. La CIA aprovechó la “carta blanca “ para armar escuadrones de la muerte que aterrorizaron por años a las poblaciones de Nicaragua y Honduras.
El ejército sandinista derribó un avión de la CIA que transportaba armas y cocaína para la Contra, y Eugene Hasenfus, su tripulante, balconeó a dos ayudantes más de la Contra, Máximo Gómez y Ramón Medina, quienes finalmente declararon trabajar para la CIA.
En esa comedia de equivocaciones, Oliver North, teniente coronel de los marines y aliado de Reagan, destruyó documentos oficiales del Consejo de Seguridad Nacional, en los que se plasmaba la autorización de Reagan para que la CIA participase en el envío de armas a Irán, con el objetivo de debilitar a su archienemigo, el ayatollah Ruhollah Jomeini.
Edwin Messe, ex jefe de gabinete de Reagan cuando éste fue gobernador de California (después de ser maestro de ceremonias en Disneyland) admitió que los beneficios de las ventas de armas eran para financiar a los Contras. El consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, fue culpado y sustituido por Reagan.
Nombró en su lugar al tenebroso Frank Carlucci, uno de los más nefastos halcones de la historia. Aquel que había demostrado su lealtad republicana masacrando en el Congo Belga y reduciendo a la extinción en ácido sulfúrico al líder Patricio Lumumba.
Del mismo modo en el que revive este viejo debate, salpicado de impugnaciones serias sobre la manera en que las dos formaciones políticas han manipulado este punto sensible para la vida interna de nuestro país, en México debe replantearse el debate sobre nuestra idea del estado.
No debe verse como una mera ocurrencia revivir el episodio que está en el tapete de las discusiones. Los descubrimientos que un periodista norteamericano, Gary Stephen Webb, del rotativo San Jose Mercury News, hizo sobre dichas maniobras políticas, va más allá de lo anecdótico.
Sorprendente recordar cómo los periódicos tradicionalmente republicanos, como The New York Times y los demócratas The Washington Post o Los Ángeles Times, sobre todo durante el período de la Guerra Fría, unieron esfuerzos para destruir la credibilidad de Webb entre los lectores norteamericanos.
Sorprendente ver cómo en 1998, cuando sale a la luz el libro Alianza ascura -donde se recogen aquella serie de reportajes reveladores-, los republicanos y demócratas se unieron para tapar el asunto ¡con las revelaciones del escándalo sexual de Clinton con Lewinsky en el “Salón Oral” de la Casa Blanca!
Dichas revelaciones de Gary Webb en el Mercury News de San José, en California, le merecieron al periodista un par de preseas Pulitzer, en 1990, al mismo tiempo que se utilizaron como uno de los grandes obstáculos para impedir la reelección de George H. Bush en 1992. Clinton dio permiso al trasiego en nuestro país
Hoy, los caucus republicanos apuntan hacia la dirección de elegir como candidato al tercer Bush, Jebb, quien aparece bajo un manto protector entre los hispanos: estar casado con una descendiente de mexicanos. No le alcanza. No lo cubre por completo.
Desgraciadamente, los errores cometidos por Obama, al ofrecer levantar el embargo cubano y “solucionar” los problemas de migración, pueden costarle a Hillary Clinton y a los demócratas perder la oportunidad de su vida en las elecciones del 2016.
Pero republicanos y demócratas se tapan con la misma cobija. Así como el imposible impeachment a Clinton del ‘98 fue utilizado para desviar la opinión pública del resurgimiento del debate sobre los crímenes de lesa humanidad de los republicanos en Centroamérica…
…el mismo Clinton se echa encima toda la responsabilidad sobre el trasiego de opio mexicano a los Estados Unidos, atribuyéndola a su decisión -aceptada en un auditorio mexicano- de cerrar los puertos y aduanas, convirtiendo nuestro territorio en traspatio de maniobras de los narcotraficantes. ¡Y aquí nadie dijo nada!
Ni uno ni otro. Los dos. Demócratas y republicanos, los primeros como señores de la droga y la guerra y los segundos como señores del petróleo y las armas químicas, son los fulleros titulares en el drama mexicano de la inseguridad, el narcotráfico y la violencia estructural.
No podemos ignorar -ni el “gobernador de Guerrero” lo hace- que somos el productor más importante del mundo, al menos para Estados Unidos, de opio, y derivados químicos alucinógenos. Todavía hay clases.
No podemos dejar de reconocer que en éste, como en los negocios de billones que maneja la CIA en el mundo, están involucrados todos los agentes y espías internacionales que se precien de serlo, que utilizan mano de obra de rufianes rurales y gatilleros de cuarta que no controlan ni una ida al baño.
Y que mientras no se especifique cuál es el verdadero nombre del juego, en medio de esto está nuestra población, a fuego cruzado entre bandas de criminales rurales que creen que traen a Dios trino de los pelos. Si en Estados Unidos están sometiendo a juicio de la opinión pública los procederes de los dos partidos más importantes de la Unión, en México no podemos hacer como que la Virgen nos habla… ¡si hace ya mucho tiempo que nos abandonó! Mínimo, tendríamos que echar nuestro cuarto a espadas y reclamar el papel de nuestra masacrada población en medio de este juego escalofriante de intereses y ubicar el asunto de la legalización y control de daños de las drogas, como parte de una estrategia moderna de negociación bilateral.
O qué, ¿esperamos que los narcos norteamericanos nos siembren otro cadáver cómo el de Kike Camarena y desvíen nuestra atención otros 40 años viendo cómo juzgan a Caro Quintero, al gordito Zuno, a Don Neto y a El Azul?
Porque usted estará de acuerdo conmigo que el cadáver de marras fue echado sobre nuestros hombros para nublar el entendimiento, como una larga “cruda moral” que no pudimos impugnar porque Bartlett, en Gobernación, estaba inodado en las nuevas patentes de corso a los cárteles.
Por meses fuimos testigos de cómo un actor hollywoodense de quinto talón, John Gavin, habilitado como embajador del imperio, hizo tragar el polvo a Bartlett y a su contlapache De la Madrid, escondidos abajo del escritorio, culpándolos del enfriamiento de “relaciones”.
Gary Webb -cuya vida está retratada en la película Maten al mensajero- apareció “suicidado” de ¡dos balazos en la nuca! en el 2004. La reapertura del debate debe traer consecuencias para los halcones demócratas, republicanos y de las agencias de espionaje e intervención global estadounidense en las drogas, las armas y lo que se sume esta semana.
Como se ve, pues, somos un país sumido en el desastre. La “clase” política, inestable, ignorante y veleidosa. ¡Para colmo, nos manipulan los halcones de EU! ¡Y definen el futuro que nos resta!