Nazis, republicanos… ¿regresan los Bush?
Francisco Rodríguez miércoles 11, Mar 2015Índice político
Francisco Rodríguez
¿Está preparada la administración federal para el regreso de los Bush al poder? Vale la pena preguntarlo, porque acostumbrados como ya estamos a soplarle hasta el jocoque, luego de habernos quemado la lengua con leche, de su preparación depende de que no nos vaya peor de como, hasta ahora, nos ha ido con los demócratas de Barack Obama.
Responder a esa cuestión debe tenernos a los mexicanos con el alma prendida de un hilo. Estamos tan indignados, que ya vemos moros con tranchete y nos imaginamos los peores escenarios. Vea usted si no es así:
La Universidad de Princeton acaba de dar a conocer un estudio sobre la actitud mexicana con relación a la discriminación y la intolerancia. Confirma nuestro carácter nacional de desprecio hacia los grupos más vulnerables.
El mexicano discrimina por motivos de capacidad económica, discapacidad, origen indígena, color, sexo, preferencias, medios de transporte, región de nacimiento, empleo, estatura, aspecto estético, manera de expresarse… y un largo etcétera.
Hace poco fue motivo de escándalo internacional la aparición de un libro de Samuel P. Huntington, El choque de las civilizaciones, que atribuía la fuente de conflictos del mundo posterior a la “guerra fría” únicamente a raíces culturales.
Las líneas divisorias entre las civilizaciones —argumentaba— serán los frentes de batalla del futuro y a medida que la gente se vaya definiendo por etnia o religión, los EU se enfrentarán con otras civilizaciones.
Todos aquellos que rechacen los típicos ideales gabachos, decía Huntington, como la democracia, los derechos humanos, la libertad, interpretaron los militares del Pentágono, serán enlistados en un eje del mal.
El hecho de que el libro apareciera poco después del autoatentado de Bush a las Torres Gemelas, hizo adoptar inmediatamente la especie de que no sólo iba dirigido contra el Islam, y contra los que impugnaban su superioridad militar en Europa Oriental y el sudeste asiático, sino contra cualquier sospechoso como Venezuela, Corea del Norte, Rusia… o nosotros.
Casi todos los países ubicados en la línea del paralelo 38, entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, éramos sujetos de sospecha, de discriminación e intolerancia.
El mundo recordó a Hitler, quien luego de revisar las instalaciones de los hornos crematorios de Auschwitz, comentó: “Causa un placer secreto muy especial ver cómo quienes nos rodean ignoran lo que les puede pasar realmente”.
El peligro que tenemos encima
En general, existen ideas nefastas que sustentan el pensamiento político real de la derecha norteamericana. Entre sus ideólogos, es destacable Leo Strauss, quien redactó sus escritos desde la temible fortaleza militar de Annapolis.
Ese centro estratégico de estudios militares desde donde se han incubado ideas radicalmente elitistas y contrarias al espíritu liberal que, según recomienda Strauss, “sólo pueden ser expuestas en círculos cerrados, pues de lo contrario, serían ridiculizadas”.
Lo anterior explica por qué los seguidores de Strauss, el grupo selecto al servicio de las administraciones republicanas y de la dinastía Bush, forman una sociedad secreta, impenetrable.
Un cenáculo como logia, un lugar de culto al poder, rodeado de secreto y fe ciega en las verdades reveladas que promueve la derecha religiosa de cuño protestante, como el desaire a la inteligencia.
La creencia en el protestantismo como fuente de poder; el desprecio a la ilustración; la antipatía por el liberalismo; el énfasis en el terrorismo bélico; la hostilidad hacia las mujeres; la nostalgia del cesarismo imperial.
Conocer el credo de los republicanos es tan complicado como investigar las tramas tenebrosas de la peor literatura, pues son discursos de fe y de soluciones que esconden un bosque de razones oscuras y mártires propiciatorios.
Las raíces del republicanismo norteamericano alimentan una ciencia política que aparece “iluminada” por un maquiavelismo adaptado especialmente al american way of life, que los conservadores han convertido en su credo.
Esas creencias religiosas de los republicanos son el opio de las masas y permiten imponer un poder que controle y disuada del individualismo, incentivando la necesidad de un embate agresivo que educa al pueblo sólo en la unión y la obediencia.
En 1943, Goebbels decía: “La guerra total es el imperativo de la hora. El peligro que enfrentamos es enorme… quienes hoy no entienden esta lucha, mañana nos agradecerán de rodillas que la hayamos emprendido”.
Los redactores de discursos de la familia Bush, siempre han dicho que lo que es bueno y es malo se les da a sus clientes por inspiración divina. “Bush decidió que Saddam Hussein era malo, y ese simple gesto convirtió a la invasión a Irak en justa”.
Leo Strauss imprimió a la derecha republicana el sentido de crisis y la necesidad de cambio que debía producirse desde arriba, y que hace que ésta, más que moderada o conservadora, sea verdaderamente radical.
La genealogía y el impacto de las ideas de este illuminati demuestra que los extremos se tocan y que, definitivamente, no se puede desconocer el poder de las ideas.
Leo Strauss fue expulsado de la Alemania nazi no por ser judío, sino porque, a pesar de serlo, comulgaba tanto con las teorías nietzchianas de predominio alemán sobre las otras razas, cuya paternidad filosófica los teutones no podían deber a un descendiente de hebreos.
En 1994, bajo la inspiración de Newt Gingrich, líder del Partido Republicano, en el Capitolio se redactó, inspirado en estas líneas, el famoso “Contrato con América”, emparentado intrínsecamente con el “Consenso de Washington” que tanto daño hizo a los latinoamericanos durante décadas.
Ante un crecimiento exponencial de la derecha republicana, hoy dueña de las mayorías en las cámaras de Representantes y del Senado norteamericano, ese es el tamaño del peligro que tenemos encima.
Aunque históricamente, para los líderes mexicanos ha sido más productivo entenderse con los republicanos —aunque creen que los demócratas les son más afines—. Hoy, nuestras realidades son distintas.
No podemos caer en el simplismo de comparar al whig republicano Lincoln —quien se entendía a las mil maravillas con Benito Juárez-- que al petrolero Bush, imponiéndole a Salinas el “Espíritu de Houston”. Calles, Pagés, Leduc, De la Cueva y una estela de brillantes mexicanos coincidieron con las ideas de Hitler… pero esos eran otros López… no son lo mismo que los neonazis panistas de la delegación Benito Juárez en la capital nacional.
Gracias al increíble credo de los pelmazos, ha sido posible que un político tan improvisado y menor, como el famoso Obama, haya sido capaz de engañar a los latinoamericanos. Ha logrado que nuestros políticos locales crean en propuestas francamente engañosas e imposibles.
Obama ha logrado que comulguen con ruedas de molino tan rupestres, como el hecho de que él puede hacer ¡que las mayorías republicanas voten las enmiendas migratorias!
O que esas mayorías trasnochadas y fanáticas puedan votar ¡el levantamiento del embargo cubano!
Cuando todos sabemos que no ha podido sacar ni la promesa más importante de su vida, el seguro médico para los estadounidenses.
Tal parece que el auténtico círculo de poderosos republicanos permitió que tardara ocho años en la Casa Blanca sólo para recoger el tiradero que dejaron en la cocina y el chiquero los republicanos, con una sola cláusula: ¡regresan los Bush!
No debemos olvidar que los republicanos pueden regresar en 2016, en medio del torbellino de la crisis más grande que haya sido causada por un puñado de mequetrefes y peleles en nuestro pobre país.
Aunque en México somos tan discriminadores e intolerantes como la derecha republicana, la diferencia es el nivel de poder. Los gobernantes podrán discriminar y vejar, pero como tales, ante los poderosos se agachan.
Serán tan inmisericordes los republicanos que los considerarán parte del eje del mal.