Otra reforma moral
Francisco Rodríguez lunes 2, Mar 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Es generalmente aceptado que la cultura no crea a un hombre nuevo. Eso es la obra de una nueva civilización. La tarea de la cultura, y a veces de los barnices culturales, es suavizar los extremos psicóticos del depredador; sólo socializarlo.
Así, la gran tarea moral de los transterrados republicanos hispanos en México fue transmitir las bases del pensamiento social de la generación de Azaña, Ortega y Gasset, Machado, Pi Margall, Miguel Hernández y tantos otros que cambiaron la manera de ver el mundo.
Empeñados en descifrar el legado del gran antropólogo belga, Claude Levy-Strauss, filósofos de la talla de Wenceslao Roces, José Gaos, Adolfo Sánchez Vázquez, Eduardo Nicol y tantos otros, nos dejaron una clara interpretación sobre el papel de la moral en la nueva sociedad.
Escudriñando El pensamiento salvaje del belga, llegaron a conclusiones sorprendentes y actuales sobre la moral pública. Sin desconocer la influencia de las dos motivaciones freudianas del mundo —el sexo y el dinero— los filósofos jamás fueron gazmoños, pudibundos, ni pacatos.
Aún más, recuperaron en serio los estudios, en medio del panorama de la corrupción política, sobre el poder y la riqueza. La renovada actualidad de las confrontaciones entre la política y la moral.
Ni Morelos ni Juárez lucharon contra los corruptos
Grandes estudiosos de nuestra historia decían que ni Morelos ni Juárez pusieron grandes castigos a los corruptos, sólo la palabra empeñada de “morigerar” la riqueza y la pobreza, y recomendar la no exultación, la honrada medianía.
Lo de ahora, empero, es demasiado. Las reformas anticorrupción se parecen más a los gritos destemplados del amenazante enano del tapanco. No vayan a acabar como siempre, en agua de borrajas.
La batalla sigue siendo lograr que las normas recobren la jerarquía perdida; que si durante largos períodos se han convertido en mediatizadoras sociales, protectoras del inmovilismo, recobren la punta de lanza en las aspiraciones comunitarias, decía Wenceslao Roces. Y hablaba por todos.
Buscaban que la añeja relación entre política y moral, desde la polis griega, trascendiera a la arena civil, admitiendo el juicio cualitativo para que no haya moral sin política y el fin no justifique los medios.
La consigna fascista “sálvense los principios, aunque se hunda el mundo”, decía Sánchez Vázquez, es el caldo de cultivo del sectarismo y el fanatismo político. Así como la política sin moral degeneró en una dictadura de unos cuántos (dijeron que del proletariado) secuestró a los íconos marxistas para usurparlos y negarlos con la “política realista”.
Trataban de encontrar —sin lograrlo, pues estaban a medio desierto— una moral política que no se encierre en sí misma, que no se amuralle en el santuario de la conciencia individual, que asista a la plaza pública y socialice sus valores.
Una política moral que se haga presente en la acción colectiva, sin caer en una práctica que, en nombre de la eficiencia, destruya los límites morales y que paralice al actor. No se trata de eso. Somos latinos. No tenemos ni la flema inglesa, ni la impasibilidad nórdica, apuntaban.
Hasta Alfonso Reyes, que había conocido de cerca los resortes republicanos, enseñaba en su Cartilla Moral, en 1944, sólo una guía para defender los preceptos de la ética laica.
El gran regiomontano se estaba dirigiendo a los recios hombres del obregonismo, rencorosos, con sensación de fin del mundo, triunfantes sobre montañas de cadáveres, vacíos de futuro, al borde de la angustia, ansiosos de fama y dinero, que trataban de construir un país que ellos habían ayudado a demoler.
Declaraciones patrimoniales, de impuestos y de interés
En la actualidad, si la idea es implantar la temible moralina, por ahí no vamos hacia algún lugar posible. Nos vaciaríamos en discusiones estériles. No es posible que la ratificación o no de un tartufo como el de los chinitos y las indemnizaciones por el tren bala pospuesto ocupe las primeras planas del debate. No puede ser el tema palpitante de una República.
No es posible que estemos pensando, como lo hacen los comentócratas, que con tinta negra y papel vamos a solucionar los males endémicos. Declaraciones patrimoniales, de impuestos y de interés. ¡Se trata de una estrategia para ganar la delantera en las posiciones burocráticas!
Ahora tiran la línea contra la corrupción los mismos personajes que el grupo de Zedillo acaba de ascender a las ostentosas posiciones muy bien pagadas de las comisiones autónomas de Estado que regularán la subasta de hidrocarburos.
Son las mil maneras de que el burro le dé la vuelta a la noria. Son ganas de enredar el problema para sacar más dividendos. ¡Ahí viene el coco!, pero para usted cuesta tanto. Toda esa serie de “buenas intenciones”, que esconden hipocresías, le quedan chicas a la inteligente e ilustrada burocracia.
Están descubriendo la altura de las varas que siempre le han quedado bajitas a nuestros empleados de cuello blanco. Son formas de sacar la vuelta, de fomentar el miedo al miedo, de abrir la boca sólo porque pueden, de amenazar con la izquierda y cobrar con la derecha.
¿Qué no se acuerdan cuando se quiso “castigar” a los depredadores del petróleo? La redacción y el diseño del “programa de renovación moral de la sociedad” delamadridista lo hizo un sujeto que, ya en el ejercicio del cargo en la Secretaría de Gobernación…
… le entregó el reconocimiento como carteles y las patentes de corso a cientos de “guardias de cuerpo” formados en las guaridas de los capos, para convertirlos automáticamente en nuevos jugadores, reportadores de moches y mercancía. ¿Sí o no, “senador” Manuel Bartlett?
¿Cuánto costó, en términos de petroprecios y de petrodólares levantar las estructuras valetudinarias y babelescas contra la corrupción? ¿contralorías, secretarías, comisiones legislativas, organismos de fiscalización, vigilancia y transparencia en todo el territorio nacional?
La línea de acabar con la miseria moral que tenemos en el aparato público pasa, desgraciadamente por la misma que se necesita para luchar contra la violencia generalizada, la desesperación y la delincuencia. Forma parte de un serio combate por una mejor distribución del ingreso y de los bienes de la cultura. No es posible que hayamos tirado a la basura millones de dólares en esa aventura. Entre todas las dependencias de nuestro castillo de la pureza, sólo han sido acusados y sentenciados una decena de truhanes, que han justificado esa aberrante estupidez. Los inspectores autoridad dicen que cuesta un montón de millones indiciar a cualquier corrupto de quinta. (!!!)
Índice Flamígero: Don Alfredo Álvarez Barrón dice que “ por primera vez desde que leo el Índice Político no entendí el meollo del asunto. Creo que ya estoy peor que Don Chente”. Nuestro amigo zacatecano se refiere al más reciente de los Índices, Cuba y Nuestros Sueños Guajiros, por lo que al respecto escribe: “No entendí muy bien a bien / el meollo del asunto, / entre vivos y difuntos / se me fue el último tren, / y ya sin ningún sostén / trastoqué héroe en villano, / el inglés en castellano, / y la confusión total: / si Obama es un liberal, / ¿Fidel es republicano?”. Acertó, don Alfredo. Tal era un secreto bien guardado.