Obama, en jaque
Francisco Rodríguez miércoles 25, Feb 2015Índice político
Francisco Rodríguez
El sistema presidencialista mexicano nació el día en que Lázaro Cárdenas expulsó del país a Plutarco Elías Calles y, desde entonces, la figura emblemática del tlatoani empezó a funcionar como unidad de control suprema. Ahí convergían todas las formas de organización.
Una gama de politólogos, maestros universitarios y teóricos del poder, desde John F. Padgett hasta Jean Meynaud, revisando nuestro sipresidencialista, coincidieron en que éste se sustentó en la disciplina absoluta de todos los actores, alrededor de una sola persona y su presunta infalibilidad política.
En las comunidades políticas —dijeron— es precisamente el Ejecutivo quien toma a su cargo la definición del interés general y su aplicación práctica. Es la última instancia, el conciliador y el ejecutor de lo imposible en México.
Las autoridades políticas manifiestan una tendencia general a delegar cada vez más en el Ejecutivo las decisiones de asignación de recursos entre las categorías sociales, regiones, sectores económicos, abundaron los teóricos.
Es un hecho, concluían, el que la dinámica de la vida actual exige celeridad en la toma de decisiones. El procedimiento parlamentario tradicional se revela claramente inadecuado ante situaciones emergentes y siempre cambiantes.
Así fue. Así era. Todos los modelos económicos construidos en México los últimos 80 años (populismo autoritario, capitalismo primario, crecimiento de las élites, desarrollo estabilizador, desarrollo compartido con intervención estatal, presidencialismo demagógico, neoliberalismo, hasta el actual ocaso del presidencialismo, etc.) se basaron en el carisma de una sola persona.
Pero hay más: la línea política indiscutible que fondeó el hilo conductor de todo el desarrollo histórico es la que no dejaba lugar a dudas: en México se negociaba o se reprimía, pero no se toleraba.
Así las cosas, lo primero que comprobaba quien llegaba a sentarse en la silla de “Doña Leonor” —como se moteja a la presidencial— era la munificencia del poder omnímodo, el que no se comparte, el que no tenía punto de comparación con el que obligaba, en otras latitudes, a los demás de su condición política.
Crecimos los mexicanos con la conciencia cabal que no era lo mismo ser presidente de México que de Estados Unidos. En el Palacio Nacional residían mucho más facultades que en la Casa Blanca. Ni de broma cabía la comparación entre uno y otro investido.
Aquí puede gobernarse por decreto, allá no
La primera vez que el presidente de México perdió la mayoría en el Congreso, en 1997, dejó de lado al Legislativo y empezó a gobernar por acuerdos y decretos que no tenían por qué pasar el trámite de las cámaras. Al rato nos dimos cuenta que no era lo mismo, pero podía ser igual.
Sin embargo, cuando un afroamericano como Barack Obama cree que se puede hacer lo mismo allá en Washington —gobernar sin mecate, sin la ayuda de los adminículos políticos y administrativos de un sistema anclado en estas recias costumbres— se le acaba el mundo. Presionado por la durísima acusación a la Border Patrol sobre la represión policíaca gabacha a niños migrantes, Obama respondió con su demagogia acostumbrada, en una “volada” sencillamente criminal.
En la capital imperial sólo a un mentiroso se le puede ocurrir que los demás crean —sin consecuencias para él— que una acción ejecutiva, contenida en un boletín oficial, redactado por él, va a echar para atrás una ley.
Entre nuestros paisanos electores que trabajan allá no se tragan esa rueda de molino, porque saben distinguir a leguas a un demagogo. Lo vivieron siempre en carne propia. Por algo están allá, expulsados y obligados por la necesidad familiar a enviar remesas salvíficas. Más de 23 mil millones de dólares. ¡Más de lo que nos reporta la venta de petróleo!
Los militantes de su partido, los demócratas, ya resintieron el daño que Obama le está haciendo desde ahora a la candidata Hillary Clinton, al quedar como un deslenguado voraz frente a la gigantesca comunidad migrante, tan poderosa en número de votantes, que por sí sola inclina la balanza electoral.
El presidente Barack Obama no sólo sabe hacer las campañas en verso, también dentro del gobierno quiere actuar así, irresponsablemente, “irse de rositas”, no sabe que ese modelo se rompió también aquí con el lenguaraz Fox, el de las botas vaqueras y, ahora, el de los juegos de ajedrez. El precio lo pagarán Hillary y los demócratas
Los republicanos de la tienda de enfrente ya encontraron el lado más vulnerable de los demócratas, el que seguro les reportará el triunfo indudable en la competencia electoral del 2016: la mentira. Pecado mortal en la cultura WASP.
Tanto a migrantes, como a demócratas, y republicanos, así como a la comunidad internacional les escuece el atrevimiento mendaz de Obama, el que nunca aprendió la lección sobre los límites de un mandatario norteamericano, que está forzado a apegarse a la voluntad del Congreso.
El desparpajo ofensivo e imprudente con que se ha presentado a la opinión al ofrecer solucionar el pasado 30 de junio la situación migratoria de 11 millones de seres humanos en un veranillo, no tiene medida. Menos si lo quiso hacer a través de una inofensiva acción ejecutiva, que creo hasta la fecha él no sabe qué es. Si sabe es peor, porque estaría mintiendo a mansalva frente a 11 millones de seres que sufren el rigor de la ley republicana de inmigración y nacionalidad, vigente desde Eisenhower, en 1952, inflexible y rancia, como sus promotores.
El afro-hawaiano creyó que con una acción ejecutiva, es decir, un instrumento administrativo anglosajón que sólo sirve, en el caso más extremo, para aclarar interpretaciones a la ley, con objeto de facilitar su aplicación, iba a echar a rodar la propia norma en pedacitos.
En redes sociales chicanas está pagando el pato en estos precisos momentos.
Lo menos que se le ha dicho es que se necesita estar operado del cerebro para creer que su acción ejecutiva puede legalizar de un plumazo a 11 millones o tiene la fuerza para frenar deportaciones.
Lo que no se ha medido en su partido es el precio que tendrán que pagar los demócratas en la elección del próximo año, por sus chistes y ocurrencias. Nosotros, desde ahora, resentimos los daños irreparables a las esperanzas de los migrantes.
Para comenzar el baile, un juez federal estadounidense dictaminó la suspensión de la acción ejecutiva de migración dictada por Obama en la Casa Blanca el 30 de junio.
La friolera de 26 gobernadores republicanos ha apoyado la petición de desechar la acción ejecutiva ante el mismo juez, Andrew S. Hanen, de la Corte Federal para el Distrito Sur de Texas, en respuesta al boletín de la Casa Blanca en el que Obama ofrecía ¡legislar a través de su documento ejecutivo!
El mensaje aparecido en el Twitter del gobernador republicano de Texas, Greg Abbot, tiene menos de 140 palabras: “El juez federal acaba de conceder mi petición para detener la Orden Ejecutiva de Amnistía de Obama en todo el país”. Con ello, acabó con las esperanzas electorales demócratas, con la campaña de Hillary y con las posiciones combativas de los migrantes. En gran medida, les cortó las alas.
Y ahora, ¡le echa la culpa al juez federal!
Desde que el Congreso aprobó la ley de migración a que me he referido, 11 presidentes, desde Eisenhower hasta Obama, han pedido la acción ejecutiva. Se había logrado, comprobando tener mayoría en el Congreso, 39 veces.
Ante la insinuación de Obama, los representantes republicanos en el Capitolio se apresuraron a declarar enfáticamente que no tenían previsto votar ningún proyecto de reforma este año. ¡Sopas!
A través de la acción ejecutiva, presidentes serios con mayoría parlamentaria, obtuvieron la facilidad de conceder permiso a los migrantes para conducir autos, o incluso para ser candidatos a puestos de representación popular, vamos, hasta internar a los marielitos y a la gusanera cubana, sin visa.
Pero ningún presidente, con o sin mayoría, se había atrevido a decir que iba a utilizar la acción ejecutiva para solucionar los problemas legales de migrantes o levantar el embargo cubano, pasando por encima del Congreso y del partido opositor.
Con todo y ello, todavía se queja Obama que por la decisión del juez federal los millones de migrantes dejarán de recibir los beneficios de la acción ejecutiva! ¿Cuáles? ¿Nos perdimos de algo?
Los republicanos han obtenido desde hoy el pasto que necesitaban para fortalecer la candidatura del tercer Reich, perdón, del tercer Bush, casi sin necesidad de hacer campaña. Esta la está haciendo inmejorablemente el afro que contrataron para limpiar la cocina durante ocho años.