El milagro que viene
Francisco Rodríguez jueves 19, Feb 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Año tras año, recuerdo con usted el cuento que es de data antigua. Tanto, o casi, como la leyenda —mito, dicen algunos— de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, en el cerro del Tepeyac.
Que este país cuenta en su presente con dos soluciones a los problemas que arrastra del pasado, para poder encarar bien su futuro. Seguro usted las conoce: Una sería la solución técnica. La otra, estrictamente milagrosa, en la acepción más pura del vocablo, esto es un “hecho sensible superior al orden natural, producido por Dios”.
Esta última, la milagrosa, consistiría en pocas palabras en que el país dejara ya de ser el “país de cínicos” que hace ya más de dos décadas nos augurara José López Portillo en que nos convertiríamos.
Que, para empezar, la clase política sirviera a la polis —la ciudad-Estado, cual definieran en la antigua Grecia— y no se sirviera de ella, cual sucede cuando los grupos sirven a intereses personales o de su exclusiva cofradía; cuando practicando la corrupción frenan el desarrollo económico y promueven la pobreza de las mayorías defraudadas.
Difícil se observa que se dé el milagro.
Que, luego, la llamada clase empresarial de verdad sea emprendedora. Que haya mujeres y hombres que arriesguen sus capitales en México, creando empleos, pagando íntegros sus impuestos, que además no corrompan a nuestros débiles —”en arca abierta el alto burócrata peca”— funcionarios, y que no corran de oficina en oficina y de programa radiofónico a otro, pidiendo, demandando, exigiendo “exenciones fiscales” y todo tipo de “incentivos”.
Que, por supuesto, haya un sector denominado social —iglesias, sindicatos, ONG’s— que no negocien lastimar todavía más al pueblo, a cambio de diezmos y limosnas, cuotas y aportaciones que sólo vuelven a unos pocos ricos y más ricos. ¿Se cumplirá el milagro? No, creo yo. Y eso que soy un optimista redomadamente convencido.
SIN SOLUCIÓN MILAGROSA
Ni peregrinando desde la garita de la Mesa de Otay, en Tijuana, hasta el cerro del Tepeyac, en la ciudad de México, podríamos conseguir que desde el cielo se nos concediera tal prodigio.
Incrédulo y falto de fe, lo confieso golpeándome tres veces el pecho, no creo ya que a México le toque presenciar otro milagro.
Y menos uno de esos por el que usted y yo elevamos nuestras plegarias a diario.
Sería más fácil, coincidirá usted conmigo, que se diera la solución eminentemente técnica a nuestros no pocos problemas.
Y usted ya sabe que, descartada la opción milagrosa, la solución técnica consiste simple y llanamente en que, otra vez, la Guadalupana se le aparezca a este pueblo miserable, pero también pusilánime —incapaz de levantar la voz, manipulado por “analistas” que creen que la historia de México inició cuando ellos empezaron a emborronar cuartillas—, y le firme un cheque cuyo monto serviría no sólo para pagar nuestras deudas (“así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, que decía antes el Padrenuestro), sino sobremanera para comprar las voluntades de esa clase política y de esa clase empresarial y hasta de esa clase “social”, cuyos representantes en San Lázaro, hoy por hoy, se ofrecen al mejor postor. ¿Cuánto piden Los Chuchos —Ortega, Navarrete, Graco, et al— para consumar su traición?
¿Qué futuro “alternativo” promete Andrés Manuel López Obrador, si sobrevive políticamente a la virulenta campaña que, otra vez, pretenderá aniquilarlo, infructuosamente como ha sucedido siempre?
¿Triunfarán los corruptos panistas en su lanzada anticorrupción? ¿Qué gobernador sí tiene posibilidades reales para el 2018?
Guadalupana, virgencita, ¡apiádate, por favor, de nosotros! El pueblo, tu pueblo, tiene depositada su fe en ti.
DOS REVELACIONES
Y, ¡milagro, milagro!, ya todo el mundillo político sabe que, entre 33 aspirantes, Juan Miguel Alcántara Soria será el próximo fiscal anticorrupción. Y que Santiago Nieto encabezará, entre 19 ilusos, la otra fiscalía, la que se encarga de los delitos electorales.
Alcántara Soria es conocido por su trabajo al frente del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde donde apuntó con índice flamígero a los gobiernos estatales incumplidos, a los policías venales y… nada más. Nada cambió.
Sus biógrafos lo ligan con el PRI. “Nieto Castillo es hijo de Jaime Nieto Ramírez, quien fuera el último presidente municipal priísta del ayuntamiento de San Juan del Río, Querétaro, en la administración 1988-1991, cargo que ocupara nueve años antes (1976-1979) su hermano, Gustavo Nieto Ramírez.
“Los Nieto Ramírez se encargaron de pulir un linaje priísta en San Juan del Río, lo que hoy por hoy busca ser aprovechado por Gustavo Nieto Chávez, hijo de Gustavo Nieto Ramírez y primo de Santiago Nieto Castillo, quien buscó afanosamente ser el candidato del PRI a la alcaldía de éste municipio”, en el 2009.
La fe se resquebraja, virgencita, cuando la cruda realidad se impone. Dos cargos públicos de relevancia, ya están decididos de antemano y las comparecencias de aspirantes en el Senado son mera faramalla. ¿A poco no?