Ficciones cortas
Francisco Rodríguez miércoles 18, Feb 2015Índice político
Francisco Rodríguez
En un artículo periodístico publicado en octubre de 1943, Octavio Paz escribía una gran verdad sobre la mentira: “La mentira —decía quien ya apuntaba para ser Nobel de Literatura— inunda la vida mexicana: ficción en nuestra política electoral; engaño en nuestra economía, que sólo produce billetes de banco; mentira en los sistemas educativos; farsa en el movimiento obrero (que todavía no ha logrado vivir sin la ayuda del Estado); mentira otra vez en la política agraria; mentira en las relaciones amorosas; mentira en el pensamiento y en el arte; mentira por todas partes y en todas las almas. Mienten nuestros reaccionarios tanto como nuestros revolucionarios; somos gesto y apariencia y nada, ni siquiera el arte se enfrenta a su verdad”.
Siete décadas después nada ha cambiado. Si acaso, nada más se ha sofisticado, habida cuenta que hoy se miente, ya no nada más de persona a persona, por teléfono o en carta, sino a través de los medios electrónicos. Hoy somos víctimas de lo que Carlos Fazio llama terrorismo mediático: mecanismos que instrumentan los grupos dominantes para mantener el control sobre la sociedad.
Vivimos quimeras a partir de las falsas promesas; vivimos en un país de ficción del que bien decía Carlos Monsiváis que sólo es “—el sueño de un marihuano al que se le está acabando la bacha”—; el disimulo es nuestra actitud…
Vienen a cuento Paz, Fazio y Monsiváis por la develación reciente de uno de los líderes más visibles de las autodefensas michoacanas, José Manuel Mireles, de que “alguien” le entregó un texto para que lo leyera frente a una cámara de video y que esa grabación fue editada para que saliera al aire tal y como la querían los funcionarios del gobierno.
“Me gustaría que saliera íntegro, tal como debió de haber salido”, señaló en entrevista radiofónica y leyó el mensaje completo, en el que exigía la detención de 7 líderes de “Los Caballeros Templarios”, para que las guardias comunitarias dejaran las armas. El “engaño acabará con nosotros, porque un pueblo no puede vivir de viento y mentira”, escribía Paz hace 71 años.
La mentira es el arma de los mediocres. Alexandre Koyré, en su obra La función política de la mentira moderna, se pregunta cómo identificar a los políticos mediocres que se encuentran inmersos en este magma que es la acción política para, a continuación, dibujar un exacto retrato de su perfil. Es importante —escribe— saber ubicarlos, identificarlos y observar sus conductas. Su táctica es la mentira y su estrategia es trajinar en aquellos escenarios donde existe falta de conocimiento. Buscan las personas que puede servirles como escalera para lograr el poder y sus más oscuros intereses; por desgracia, una vez alcanzado el poder es cuando el pueblo (los ingenuos votantes) se da cuenta de la farsa, pero ya no hay tiempo de corregir el error.
Los políticos mediocres están donde están los políticos excelentes, mimetizándose, desarrollando acciones ineficientes para tratar de cumplir los programas prometidos o colocados en puestos para defender el plan de gobierno, sin afectar sus intereses. Se ubican también en sectores donde sin ser trabajadores de las administraciones o del gobierno (como asesores), realizan acciones manipuladas, que les permite obtener grandes beneficios por el solo hecho de estar relacionados con el partido o con el político con poder. Realizan declaraciones conscientes de que son parcial o completamente falsas, esperando que los ciudadanos les crean, ocultando siempre la realidad sensible en forma total o parcial. A esto, sin ambages, llamamos mentira.
Políticos mediocres son aquellos que se atan a las rutinas y a los prejuicios; los que carecen de iniciativa y miran siempre al pasado poniendo su atención en paradigmas obsoletos; los que transforman su vida entera en una mentira metódicamente organizada; los que incumplen aquello que prometieron saltándose todas las líneas rojas que ellos mismos marcaron, siempre que ello les reporte un beneficio inmediato; los que están siempre en disposición incondicional de adular al poder. Se reconocen porque son dóciles a la presión del conjunto, maleables bajo el peso de la opinión pública. Tal y como están las cosas en Michoacán, ¿es útil la mentira que emplean nuestros políticos? ¿Habrá consecuencias?