La rueda sin fin…
Roberto Vizcaíno viernes 13, Feb 2015Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- La sociedad mexicana vive hoy, dice Aguilar Camín, una revuelta moral contra los corruptos
- Los recientes casos de Marcelo Ebrard y Aguirre Rivero podrían ser el inicio de un escarmiento general
- El guerrerense tenía una veintena de sus parientes con la mano metida en la bolsa del erario
No hay ninguna duda, los mexicanos estamos hartos de la corrupción.
El historiador, articulista, novelista y periodista Héctor Aguilar Camín, califica ya este hartazgo social como una revuelta moral.
Y para ejemplificar lo que hoy nos ocurre a los mexicanos respecto de la corrupción rescata la esencia del libro The Honor Code. Moral Revolutions Happen (Norton, New York, 2010), del filósofo angloafricano Kwame Anthony Appiah.
El tema aparentemente simple es absolutamente profundo: en el mundo se han dado cambios sociales muy rápidos, en los cuales sociedades enteras han dejado atrás prácticas generalmente aceptadas que luego de un proceso de concientización relativamente súbito, pasaron a ser un lastre vergonzoso.
Aguilar Camín rescata 3 ejemplos del libro de Appiah: la práctica que durante cientos de años se realizó en Asia para someter a los pies de las mujeres a moldes rígidos a fin de deformarlos (sin tener ninguna piedad para el dolor producido) con el único fin de que conservaran su tamaño infantil.
Uno más fue el fin de la esclavitud en Estados Unidos y el tercero puso término a la práctica del duelo a muerte en Inglaterra.
Todo eso cambió luego de una revolución moral en cada una de esas sociedades.
“Me pregunto si puede estar pasando en México algo parecido a esto en materia de rechazo a la corrupción y al patrimonialismo burocrático.
“Los argumentos contra la corrupción mexicana nos son familiares. Falta la aceleración moral. ¿Está a la vista?”, reflexiona Aguilar Camín.
EL MÉXICO DEL CAMBIO
Quienes ya portamos algunas canas sabemos que México es, desde el 68 a la fecha, un caldero de cambio social permanente.
Muchas cosas, costumbres, han quedado atrás en este tiempo. Hoy el país es sumamente distinto al de los 70 u 80 y 90.
Hemos vivido la alternancia presidencial y afirma José Woldenberg que también la transición democrática, pero que de alguna forma no estamos conscientes de ello.
Lo cierto, es que las viejas prácticas del manejo patrimonialista de los poderes, sobre todo los gubernamentales y políticos, hoy nos hacen crisis.
Cada vez nos sentimos más incómodos cuando nos enteramos que un gobernante llega al poder por la vía del voto para llenarse las bolsas con el dinero del erario, o lo que es peor, con los porcentajes que les proporciona el manejo de su firma en contratos y concesiones.
Hubo un tiempo en que las enormes residencias e inacabables haciendas o ranchos de los poderosos eran un orgullo social entre los mexicanos.
La posesión de autos deportivos, de obras de arte, viajes internacionales con paradas en los hoteles más exuberantes de presidentes, gobernadores, líderes partidarios, de sindicatos y sus familiares eran alimento necesario de las páginas de sociales de los medios.
Nada de lo mal habido se ocultaba. La corrupción era parte de nuestra cultura y nos enorgullecía su existencia.
Gustavo Díaz Ordaz creó que fue el primer presidente mexicano que lució una casa en el extranjero. Su casona que si existe debe ser pieza de museo, estaba en la Isla de Coronado en San Diego, ahí donde la profesora Elba Esther y sus nietos tienen las suyas.
Luego, Luis Echeverría exhibió su departamento en el barrio 16 de París, en la zona más cara de esa ciudad por supuesto.
Salinas se fue a un exilio de lujo a Irlanda y Zedillo vive bien como empleado de angora de empresas y consorcios estadounidenses a los que durante su sexenio benefició largamente.
Fox se agandalló la bahía de El Tamarindillo, en Michoacán que era propiedad de ejidatarios, y luego apareció dueño de un segundo rancho en Guanajuato, al que avitualló y rehabilitó con recursos de la caja chica de Los Pinos.
Ya para entonces las críticas y reclamos de los mexicanos fueron aumentando.
Felipe Calderón, con una sociedad encima cada vez más negada a aceptar corruptelas, solo duplicó o triplicó el tamaño de su vieja casa por Las Águilas (a través de comprar creo los terrenos y casas de al lado) y se fue huyendo con una forzada beca a Harvard y a vivir de su fondo de retiro presidencial, que no es para nada despreciable.
RECUENTO
Hoy los mexicanos simplemente ya no soportamos nada de eso. Lo vemos peor que la aplicación de los moldes en los pies de las asiáticas.
Y es que en estos últimos decenios hemos visto cómo se desbordan los casos de corrupción que nos estallan una y otra vez en la cara para dar paso a lo que Aguilar Camín considera se encuadra en una revuelta moral.
Así, para llenarnos de piedritas la bolsa de nuestro sentido ético, han desfilado frente a nosotros los casos de Raúl Salinas, de Elba Esther, de Carlos Romero Deschamps, de los ex gobernadores Andrés Granier, Luis Armando Reynoso Femat (cuyos hijos salieron que tenían departamentos en Dubai), Narciso Agúndez Montaño, Sergio Estrada, Juan Manuel Oliva, Marco Adame para llegar ahora al asunto de Marcelo Ebrard y las corruptelas, desvíos y trapacerías en la Línea 12 y la red de nepotismo y de crimen organizado revelada alrededor del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero.
Ahora resulta que Aguirre Rivero no sólo tiene implicaciones y responsabilidades en el secuestro, asesinato y desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa sino que tenía estructurado (como lo hiciera cualquier gobernante mexicano de los años 50 del siglo pasado) un equipo con parientes y amigos, para que, desde diferentes cargos en su gobierno, desviaran cientos de millones de pesos.
Hoy ya han sido detenidos por la PGR su hermano Carlos Mateo Aguirre Rivero y su sobrino Luis Ángel Aguirre Pérez, así como sus amigos los hermanos Víctor Ignacio y Henry Paul Hughes Alcocer, subsecretario de Finanzas y Administración en el gobierno de Ángel Aguirre. A ellos y 5 más ya capturados, se les acusa de haber desviado del erario hacia cuentas personales un total hasta ahora de 287 millones de pesos.
Aguirre tenía en su plantilla a unos 20 de sus hermanos, sobrinos y primos.
¿Está implicado en esta red de corrupción y desvío de recursos el ex gobernador Aguirre Rivero?
Bueno, sería absurdo pensar que no.
¿Cuál es su destino?
Si nos atenemos a lo que respondió el procurador general de la República, el hidalguense Jesús Murillo Karam, el ex gobernador Aguirre está muy cerca de ser detenido.
Recordó que hasta hoy hay 9 detenidos y otros 9 podrían ser capturados en las siguientes horas o días.
“Es demasiado temprano como para poderles decir hasta dónde va a llegar la averiguación”.
Las corruptelas y las componendas de Aguirre derivaron en lo de los normalistas de Ayotzinapa, asunto que ha producido el mayor reto y desgaste mediático y social para el presidente Enrique Peña Nieto. Creo que Aguirre no verá compasión alguna en su caso.