Nombran al chilazo
¬ Gustavo Mora viernes 23, Jul 2010Nostálgicos y acelerados
Gustavo Mora
No es fácil escoger al que va a ser vocero presidencial. Menos, que el seleccionado sepa de qué se trata lo que ponen en sus manos. Y mucho más difícil, que el escogido dure los seis años del mandato constitucional.
De hecho, en el libro de Armando Ruiz Massieu sobre “El Gabinete en México”, se comprueba que no ha habido un solo colaborador en materia de comunicación social que dure los 6 años (excepto Manuel Alonso Muñoz).
Fue hasta Lázaro Cárdenas del Río que apareció en el primer equipo de colaboradores del Jefe del Ejecutivo una figura que Cárdenas bautizó con el nombre de Departamento de Prensa y Publicidad, cuyo titular fue Agustín Arroyo CHi.
Con Miguel Alemán Valdés, no hay nada en el organigrama, pero el periodista Manuel Espejel atendió las relaciones con los medios, sin nombramiento oficial.
Adolfo Ruiz Cortines tuvo al poderoso Humberto Romero Pérez, aunque tampoco aparece en los documentos oficiales su cargo.
Adolfo López Mateos puso de prestanombres a Mario Escurdia, aunque la vocería presidencial se ejercía desde a Secretaría Particular del Presidente de la República, con el michoacano Humberto Romero Pérez.
Gustavo Díaz Ordaz tampoco incluyó en el organigrama oficial el cargo que ejercieron Francisco Galindo Ochoa y Fernando M. Garza.
Echeverría metió un cachirul en la secretaría de la Presidencia, cuyos subsecretarios eran Ignacio Ovalle Fernández y Juan José Bremer en la Secretaría Privada. Pero inventó otra subsecretaría para que la ocupara su verdadero vocero oficial, Fausto Zapata Loredo, dejando en Mauro Jiménez Lazcano la Dirección General de Comunicación Social. Uno hacía la grilla con los editores, y el otro era el que llevaba toda la carga de trabajo (cuando la comitiva presidencial viajó a la Yugoslavia de Tito, hubo una comida para la prensa y el Ministro de Información no entendía con qué se comía eso de subsecretario de la Presidencia y sintió que lo bajaron de nivel en la mesa principal).
José López Portillo empezó con Rodolfo Landeros Gallegos (el popular “Güero”). Y siguió con José Luis Becerra para terminar con Francisco Galindo Ochoa (autor del desplegado ¡¿¿¿tú también Luis???!, cuando Echeverría pensaba en un ilusorio minimaximato que nadie pelaba.
Miguel de la Madrid Hurtado se la llevó con Manuel Alonso Muñoz que distraía un poco sus funciones para arrimarle comunicadores a Carlos Salinas de Gortari que ya trabajaba en la candidatura presidencial, desde la mitad del sexenio.
Carlos Salinas de Gortari arrancó con Otto Granados Roldán (que no fue ni chicha ni limonada) y terminó con José Carreño Carlón.
Ernesto Zedillo Ponce de León tuvo a Carlos Salomón Cámara, Carlos Almada y Miguel Lerdo de Tejada.
Vicente Fox Quesada salió con su humorada de Martita que vivió un año en Los Pinos, hasta que la relación se oficializó con la boda al segundo año del mandato constitucional. Y el relevo de la media naranja fue el hablantín Rubén Aguilar Valenzuela, cuando la señora Sahagún de Fox soñaba con una sucesión heredada existente sólo en su imaginación.
Felipe Calderón Hinojosa acaba de aceptar la renuncia de Maximiliano Cortazar que fue su grupo de los yupies. Y nombró a Alejandra Sota.
Calderón se queja de que nada más aparece en los medios lo malo de o que ocurre en México y no lo bueno, por lo que hace falta una política de comunicación.
¿Por qué no mejor escogen con más cuidado a sus colaboradores y los colocan en los puestos adecuados donde sí llevan idea de lo que tienen que hacer?
Ya lo advertía Rubén Figueroa desde hace muchos años: “Se van por la línea del compañero de banca, del compadre, del amigo personal o de la familia y no por la calidad de la melcocha”. Por eso han pasado cuatro por la Secretaría de Gobernación y tres por la de Economía, con otros movimientos que dejan al gabinete en plan de caricatura.