Responsabilidad del médico ante la sociedad
¬ AAPAUNAM jueves 12, Feb 2015AAPAUNAM INFORMA
Jorge Delfín Sánchez
La salud de mi enfermo será mi preocupación primera, se dice en la Declaración de Ginebra, versión moderna del Juramento Hipocrático y compendio de los deberes de los médicos. En tales conceptos el médico es el sustento de la salud y su deber humano trasciende.
Recordando la Declaración de Ginebra, en donde se estableció: El médico consagra la vida al servicio de la humanidad, ejerce la profesión a conciencia y dignamente, hace el bien, respeta los secretos confiados por el paciente y no atenta contra la vida desde su comienzo.
El Juramento Hipocrático es el antecedente de la Declaración de Ginebra. En este documento se atribuye a Hipócrates, médico griego de los años 460-370 A.C.
Se le considera como el “Padre de la Medicina” por muchas razones y no sólo por la realización de este juramento, sino porque especificó aspectos éticos y morales para los médicos, en particular con su ejemplo como médico modesto, estudioso, humanitario, discreto y con altos conocimientos.
Señala que existe un límite que no es lícito traspasar: Es el de respetar al paciente en su libre decisión, en su personalidad, en su dignidad. Los médicos nos inclinamos por ayudar y aconsejar a los pacientes, no para forzar sus decisiones.
Una intervención quirúrgica es recurso que se aconseja, no se obliga. El enfermo tiene derecho de rehusarla y a los médicos nos toca explicar, justificar la necesidad de que se le practique y si el caso lo requiere, advertir los riesgos de no hacerlo, pero nada más. El enfermo es el único dueño de su vida y de sus decisiones, ya que su deber es protegerlo.
Hay otro límite que en nuestro afán de servir, no debemos traspasar. Solemos interesarnos mucho en el problema somático de los enfermos, pero descuidamos a menudo el problema espiritual. Lo olvidamos y herimos fácilmente en su sensibilidad y les causamos un daño severo en su personalidad.
Son muchos los médicos que usan la franqueza ruda para comunicar su diagnóstico y aun su pronóstico. Para ellos hablar de infarto al miocardio, de tumor cerebral o de cáncer de pulmón, es igual que comunicar un diagnóstico de hernia o de bronquitis. Suponen seguramente que todos los enfermos están psicológicamente preparados para resistir el impacto de un diagnóstico que trae aparejado un riesgo inminente de morir.
En ciertos sitios aún es costumbre entregarles por escrito un resumen de su historia, con el diagnóstico tremendo. El daño causado es con frecuencia irreparable.
Freud, el padre del psicoanálisis, preparado como ninguno para escapar al terror de lo inesperado, cuando se le dijo sin miramientos que su mal era cáncer, molesto, irritado, les reclamó a sus médicos: con qué derecho me comunican eso.
Al doctor Chávez se le considera el Padre de la Cardiología en México. Ocupó importantes cargos, entre ellos: Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, director del Hospital General de México; fundador de la Sociedad Mexicana de Cardiología, fundador del Instituto Nacional de Cardiología. Recibió destacados premios y medallas, entre ellas, el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México; Medalla Belisario Domínguez; Doctor Honoris causa en múltiples universidades.
Hoy, los maestros universitarios lo recordamos con gratitud y admiración, por sus valores y conceptos expresados en diferentes foros y que han trascendido en beneficio de la humanidad.
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