La Candelaria en Tlacotalpan y Puno
Turismo lunes 2, Feb 2015De cinco estrellas
Victoria González Prado
- sincretismo se traduce en los vestidos únicos y en las coloridas máscaras de hasta 10 kilos
El 6 de enero, en medio de buen jolgorio, muchos mexicanos recibieron el premio oculto en las Roscas de Reyes: tierno muñequito que los obligaba a la cooperacha para los tamales el día de la fiesta para la Virgen de la Candelaria.
Para eludir su responsabilidad, muchos trataron de llevarlo a una casa de cuna.
Desistían por la advertencia de que la Virgen de la Candelaria castigaría su cicatería; se quedarían sin ese delicioso platillo el 2 de febrero, el día dedicado a esa virgen, en quien, por atavismo, los mexicanos vemos a Chalchiutlicue, y los peruanos a Guanche, Axmayex, Guayaxerach, Achoron, Achaman o Chaxiraxi, según la cultura autóctona de que se trate.
En muchos países de habla hispana se festeja a la virgen en esa fecha; pero por razones de espacio hablaremos solo de las de Tralcotalpan, México, y Puno, Perú, donde los festejos son más notables, lo que podría verse como razón para su hermanamiento, lo que podrían procurar las respectivas autoridades locales.
La Virgen de la Candelaria llegó al país desde Barcelona.
Su viaje empezó en 1776, y 10 años después la colocaron en una capilla mozárabe, en Tlacotalpan. La trajeron los primeros frailes de la orden de San Juan de Dios, de España, en cumplimiento de la bula del papa Gregorio XIII, que disponía reemplazar los ídolos y deidades de América por imágenes de Cristo, la Virgen María y toda la corte celestial.
Se trataba de convertir a los antiguos habitantes de la región al cristianismo. En nuestro caso, se sustituyó a Chalchiutlicue, diosa de la fertilidad que coincidentemente era venerada en las mismas fechas que a la señora de la Candelaria, y le rendían tributo para obtener buenas cosechas, abundancia de peces y buen temporal en general.
Esa conjunción de devociones a Chalchiutlicue y la Candelaria, el sincretismo, la manifiestan desde siempre con gran alegría, los vecinos y autoridades políticas y religiosas de Tlacotalpan, y desde que se reformó el 130 constitucional, la banda de guerra de la Escuela Naval Militar Antón Lizardo participa en las festividades.
Chalchiutlicue, ahora Candelaria. Se la saca del templo hacia el muelle y se la embarca en enorme panga, seguida por decenas de lanchas cubiertas de flores, ocupadas por pescadores, músicos, carpinteros, agricultores y devotos, que le rinden gratitud con cantos y rezos, igual que hace más de 300 años. Le ruegan que los frutos sean abundantes, que la pesca sea buena y reduzca los “nortes” -tormentas.
Se recorría con Chalchiutlicue el caudal del Papaloapan porque tutelaba la fertilidad, los lagos y corrientes de agua y era protectora de la navegación de cabotaje en el México antiguo. Se trata de que bendijera las aguas y les ayudara a tener mejores resultados en la pesca.
Así hasta nuestros días, aunque bajo la nueva advocación.
Todo mundo quiere participar en la festividad, y no faltan disputas con ese afán. Las riñas empiezan antes del 31 de enero. Pelean sitio para puestos ambulantes en la calle principal; se improvisan tablados en la Plaza Hidalgo, en la Plaza de Doña Martha y en la de San Miguel y Nicolás Bravo.
Antes que nada las mojigangas se apoderan de las calles y la gente anima a los danzantes, quienes llevan disfraces o máscaras grotescas, especialmente de animales.
La fiesta empieza propiamente dicho, con la procesión de la capilla hacia el embarcadero.
La encabeza el arzobispo de Veracruz, seguido de las cofradías católicas más importantes de la región que le cantan a la virgen. Son acompañadas por clarines y tambores de la banda de la Naval. La música se escucha por todo el pueblo.
Abren la fiesta hombres ataviados con sombrero de palma de cuatro pedradas, guayabera y pantalón blanco, botas de tacón sevillano y paliacate rojo al cuello. Las mujeres, con amplios vestidos blancos de tres olanes, de organdí y encaje, delantal de terciopelo negro bordado y pañuelo sobre la espalda, abanico, tocado de flores y cachirulo -peineta.
Hay encuentro de jaraneros en la Plaza Doña Martha, música, canto e ingenio popular, romanticismo, picaresca y baile, elementos fundamentales del fandango.
En Puno, Perú
La fiesta en honor a la Virgen de la Candelaria de Puno, se desarrolla en el Lago Titicaca. Participan familias uros-aymaras habitantes de las más de 60 islas artificiales, quienes mantienen sus costumbres ancestrales como el vivir de la caza, la pesca y la producción de artesanías. A la festividad se suman otras comunidades como Amantaní y Taquile.
En Puno, la fiesta por el onomástico de la Virgen María de la Candelaria empieza con una misa el 1 de febrero; son dos semanas de fiesta: rituales, música, bailes con máscaras y concursos plagados de alegría, festejo y adoración religiosa por las calles de esa ciudad peruana, con hipnotizantes trajes y coloridas máscaras como parte de la escenografía.
Hay procesiones de danzas autóctonas o las que algunos denominan “nativas prehispánicas”, en las que se elevan plegarias a la virgen. Escenifican la vida en el trabajo agrícola y pastoril de los Andes, acompañadas de cánticos a la pachamama, es decir a la Madre Tierra. Luego de la procesión se lleva a cabo el “Concurso de danzas autóctonas”.
Cada danza tiene una relación directa con su respectiva máscara, es así que en la Diablada, por ejemplo, se encarna a los diferentes demonios, y el baile una representación metafórica entre la lucha del bien y el mal.
El domingo siguiente se realiza una segunda procesión, con danzas mestizas con “trajes de luces” que tienen su origen en la época de la Colonia, escenifican el trabajo, la vida misma y el poder mestizo e hispano de la región. Los atavíos se caracterizan por bordados en tela fina con hilos dorados y plateados, además de pedrería multicolor. Al finalizar la jornada se hace un concurso en el que participan más de 80 conjuntos de danza, unas 140 mil personas, entre bailarines y músicos.
El sincretismo, es decir la comunión de elementos religiosos del mundo cristiano y la cosmología andina, se traduce en los vestidos únicos y en las coloridas máscaras de hasta 10 kilos, que dan a la festividad un tinte único e inigualable.
En el tintero queda mucho por decir de los milagros de la Virgen de la Virgen María de la Candelaria para los peruanos; mas falta espacio…