Daño a adolescentes y jóvenes
¬ Augusto Corro viernes 30, Ene 2015Punto por punto
Augusto Corro
Más de 5 mil adolescentes y jóvenes se encuentran privados de su libertad porque decidieron servir en las filas de la delincuencia.
Algunos de esos jóvenes son sicarios, “toda vez que más de mil, es decir el 22% mató a una o varias personas; 35% participó en robos con violencia; 17% usó armas prohibidas y 15% colaboró en secuestros”.
Ocho de cada 10 personas tienen en 16 y 18 años de edad; 50% cuenta sólo con estudios de secundaria y la mitad abandonó sus casas; 62% tiene padres separados y 94% trabajo como albañil, vendedor callejero o cargador, antes de delinquir.
Los menores infractores están en centros de reclusión ubicados en Sinaloa, Coahuila, Morelos, Distrito Federal (DF), Sonora y Estado de México.
Roberto Campa Cifrián, subsecretario de Prevención de la Secretaría de Gobernación (Segob) plantea el tema de los adolescentes y jóvenes recluidos por su participación en delitos graves ante empresarios mexiquenses.
En realidad, el asunto no es nuevo. El tejido social mexicano sufre un cambio radical una vez que se desató la violencia propiciada por el crimen organizado. Amplios sectores de la sociedad resultan afectados por la presencia de los cárteles de la droga.
La impunidad que disfrutan los criminales resulta de un estímulo para delinquir no sólo para los adultos, sino también para los adolescentes y jóvenes: un factor importante es la impunidad. Todo mundo sabe que secuestrar o asesinar son acciones criminales que no siempre son castigadas por la ley.
Lo mismo influye la condición de no estudiar ni trabajar (“ninis”), así como las condiciones de pobreza, la falta de empleo, etc. En términos generales, los sectores donde se padece pobreza es donde la delincuencia se surte de gente dispuesta a enrolarse en las filas de las bandas criminales.
Y aquellos menores infractores que no trabajan para los narcos, sí lo hacen para ganar algunos centavos en el comercio ilegal. Es decir, la “piratería” es su relativa tabla de salvación económica.
Para nadie es un secreto que los adolescentes y jóvenes son protagonistas, como víctimas o victimarios, en una sociedad a la que le pega muy duro la espiral de violencia, a la que no se le ve fin.
En un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) también se trata de la violencia que daña a los jóvenes: en México, 68% entre 16 y 24 años fueron víctimas de un delito.
Explica que para el caso de El Salvador, Guatemala, Honduras y México hasta el año 2000 “eran los adultos de entre 30 y 44 años los que más se involucraban en actos de violencia, pero conforme el crimen ha ido creciendo, se han incorporado segmentos juveniles”.
Y concluye: “En algunos países, como los centroamericanos y México, los cárteles tienden cada vez más a usar a las pandillas para “subcontratar” sus servicios en actividades ligadas al plagio y al sicariato, sobre todo, en sus luchas, para las que deben reclutar más gente en poco tiempo y con menos recursos”.
Así, el futuro para adolescentes y jóvenes es incierto. Entre otras cosas, porque es poca o nula la orientación o prevención que reciben ellos para rechazar “el canto de las sirenas” de los narcos. Sin embargo, debemos pensar que alguien, algún día, acudirá en su auxilio.
LA “DOLCE VITA” DE LOS LEGISLADORES
¿Los legisladores son odiados o envidiados? ¿O ambas cosas?
Veamos. Las diferentes fracciones parlamentarias de los diferentes partidos políticos se dan cita en los mejores sitios de recreo para planear sus estrategias.
Combinan el trabajo con la diversión. En este renglón es donde pienso que surge la envidia del ciudadano común y corriente.
Vayamos al ejemplo de lo que ocurrió con los diputados panistas en enero del año pasado.
Los legisladores federales blanquiazules, encabezados por su coordinador, Luis Alberto Villarreal, durante el día se encerraban para ponerse de acuerdo en los trabajos parlamentarios y por la noche se dedicaban al rélax.
Esas terapias de relajamiento y descanso de los diputados consistían en encerronas a las que llevaban a sexoservidoras de las mejores casas de mala nota (más bien de buena nota) de Puerto Vallarta.
En la videograbación de una de las “fiestas”, se ve al diputado Villarreal sacarle brillo al piso con una quebradita interpretada por una tradicional banda sinaloense, de música. También hay bandas de otro tipo.
Al grito de ¡ánimo Montana! Villarreal y su pareja se convierten en el alma de la encerrona en La Villa Balboa, la Playa Venados, con siete dormitorios frente al océano Pacífico, cuya renta, del inmueble, es de 3 mil dólares diarios. Los demás diputados muestran en la videograbación sus habilidades amorosas con las otras chicas.
Me acordé de la fiesta panista de los diputados federales, porque en estos días, la fracción parlamentaria de Acción Nacional sesionará en un hotel de Los Cabos, Baja California, que se promociona como de lujo, y “un viaje hacia la relajación y el rejuvenecimiento”.
Los legisladores de la Cámara alta (pero muy alta) se portarán como chicos buenos. Luego de sus incansables reuniones en el Senado, tienen derecho a descansar en las playas californianas, o en las piscinas azules del hotel rodeada de palapas y palmeras. Se lo merecen, trabajan tanto… Por los tres días de estancia en ese lugar solamente pagarán 500 mil pesos.