Autosuficiencia alimentaria
Francisco Rodríguez viernes 23, Ene 2015Índice político
Francisco Rodríguez
En seis décadas la situación del campo involucionó. No es casual que en las áreas rurales haya crecido la delincuencia. En 1950, la participación del PIB primario en el PIB nacional, era de 16.1% y en el 2012 del 3.4%.
El sector primario de nuestro país, desde mediados de los 80 y 90, ha enfrentado una economía de apertura a la competencia internacional, GATT, TLC, etc., y al mismo tiempo ha presentado un proceso de desincorporación —Conasupo, Inmecafé, Fertimex, Pronase, Banrural, Conafrut, etc.— que le han obligado a enfrentar la competencia en un entorno adverso, bajo el reto de elevar su competitividad.
En el campo mexicano existe un segmento comercial altamente competitivo, y en contraste, la gran mayoría de unidades económicas rurales, son de subsistencia o autoconsumo: de 5.3 millones de unidades económicas rurales, 3.9 millones —el 72.6%— pertenecen a esta categoría y sólo 448 mil (8.4%) desarrollan actividad empresarial pujante, y 18 mil –0.3%– pertenecen al sector empresarial dinámico.
En México, más del 60% de la superficie es árida o semiárida. El 74% de la superficie agrícola se cultiva en temporal y sólo el 26% de la superficie cultivada cuenta con riego.
Únicamente el 1.5% del financiamiento total de la economía se canaliza al sector rural y sólo el 6% de las unidades de producción agropecuaria tienen acceso al crédito institucional.
No resulta extraño pues, que aún cuando en 2012, 6.7 millones de personas se ocuparon en actividades primarias, de los 53.3 millones de mexicanos en pobreza (45.5% de la población total del país), la padezca el 61% de la población rural.
Tan desolador panorama fue presentado por el ex dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC). Fue al conmemorar el aniversario luctuoso de Alfredo V. Bonfil, líder histórico del agrarismo mexicano.
Erróneas y fallidas políticas han postrado a los campesinos en una situación de pobreza. Y al país en la dependencia alimentaria. “… un modelo de producción y de consumo, cuyos resultados, es innegable, han concentrado la riqueza que el trabajo produce y deja saldos brutales de inequidad y exclusión”.
Y este modelo, es “fruto inherente al sistema de libre mercado y flujo de capitales sin regulación alguna, instituciones calificadoras, a quien por cierto nadie califica, confundiendo naciones con empresas, otorgan certificado de viabilidad o fracaso a pueblo soberanos.
“Una estadística de la desigualdad que este modelo concentrador refleja, lo constituye sin duda alguna, el que el 1% más rico controla el 46% de la riqueza mundial, y que 85 hombres controlen tanta riqueza como el 50% de la población mundial; 3,700 millones de seres humanos”.
Lo peor es que, “a partir del desplome de Wall Street la élite financiera se duplicó, mientras más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día y más de 3 mil millones subsisten con menos de 2.5 dólares al día”.
¿Hay posibilidad de revertir este modelo? ¿De devolver al país la soberanía alimentaria? ¿De reinstalar a los hombres y mujeres del campo en mejores niveles de vida y ya no de mera subsistencia?
“La reforma para el campo a que nos convoca el Presidente de la República, no nos engañemos, debe tener como actores principales a los campesinos y productores que, como nadie, conocen la realidad y la manera de cambiarla para bien. Y no nos engañemos: la Reforma para el Desarrollo Sustentable del campo mexicano, debe pasar obligadamente también, por articular el modelo económico, con las políticas sociales del Estado y el respeto absoluto a la naturaleza. Esto es, frente al mundo de nuestros días, la reforma pasa por pensar globalmente y actuar localmente. Por decirlo en cristiano: pasa por nacionalizar la globalización”.
¿Se puede? Ojalá sí, ¿no cree usted?