Y la guerrilla cambió el método
Roberto Vizcaíno jueves 22, Ene 2015Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Guerrero vivió en los años 70 la lucha armada clandestina encabezada por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas
- Hoy, los guerrilleros se han transformado de pieza de caza, en cazadores de gobierno y Ejército
- Los hechos diarios advierten una escalada de violencia, que no tiene más futuro que el choque final
Al fin con la formación académica de historiador, al periodista y novelista Héctor Aguilar Camín no se le escapa el antecedente guerrerense y advierte que lo que hoy ocurre en Guerrero es simplemente una secuencia de lo que el estado vivió en los años 70 del siglo pasado.
En ese tiempo en la región de La Montaña, en plena Sierra Sur, el estado de Guerrero vivía la lucha guerrillera armada apuntalada por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas.
No era el suyo un movimiento aislado. En otras zonas de México hervía el caldero revolucionario y el sur del continente estaba plagado de otras luchas armadas.
Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas provenían de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa –hoy tan de moda–, y el libro guerrillero mundial de ese tiempo señalaba que era el monte el lugar ideal para desarrollar la lucha.
Ahí estaban los ejemplos de Fidel Castro y el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Sandino.
Y así se hizo. La batalla armada se dio en la clandestinidad del campo y Genaro y Lucio fueron cazados y muertos. La represión fue brutal, pero casi nadie la registró en las zonas urbanas del resto del país.
Lo ocurrido fluyó entre intelectuales de izquierda y en libros dentro de un país en el que casi nadie lee.
Con aquel antecedente y el cambio de los tiempos, la guerrilla mexicana emprendió otro camino.
Hoy, la estrategia es clara. De ser presas de caza se convirtieron en cazadores. El gobierno y las fuerzas armadas institucionales son ahora el trofeo, la pieza, perseguida por los revolucionarios.
Y en eso contribuyen por diferentes motivos e intereses no pocos medios de comunicación, sus articulistas y cabeceros, directivos y jefes de redacción e información, organizaciones y asociaciones de todo tipo y nivel, y partidos políticos y sus cuadros dirigentes.
Cierto, no todos tienen claro a quién sirven. Pero hay quienes sí, y siguen con especial enjundia y júbilo el juego de la autodestrucción y autodegradación nacional.
Dice Aguilar Camín en su columna de anteayer en Milenio:
“Uno presiente tras las movilizaciones de Guerrero el viejo sueño de ser “la chispa que enciende la pradera”: la tentación revolucionaria.
“Quizá la gran diferencia entre el Guerrero de ayer y de hoy sea que la violencia de los 70 fue clandestina, lo mismo que su represión. Rebelión y represión entonces sucedieron casi al margen de la sociedad y de los medios. Hoy suceden en el centro de la atención de ambos. El silencio de los medios de aquellos años es hoy un estruendo.
“La represión del siglo pasado fue impune en gran medida precisamente porque la violencia guerrillera se daba en la soledad de la sierra… y de los pueblos perdidos del estado. La violencia de hoy se da en las principales calles de las principales ciudades del estado: Acapulco, Chilpancingo, Iguala.
“A la vista de todos, los violentos queman palacios de gobierno, vandalizan instalaciones, saquean alcaldías, cierran autopistas, lanzan camiones contra un cuartel militar.
“Todo, sin contención de la autoridad. Con ánimo de contrastar se podría decir que la impunidad de los 70 era de los represores y la impunidad de hoy es de los incendiarios.
“La ilusión revolucionaria tiene ahora una densidad social que no tenía entonces. La acompañan dirigentes magisteriales, políticos embozados, pueblos sacudidos por el narcotráfico, policías comunitarias de ambigua filiación, y la increíble persistencia ideológica del linaje guerrillero de los 70: el Ejército Popular Revolucionario (EPR), su escisión del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), y el silabario insurgente de la normal de Ayotzinapa”.
Y concluye con una premonición:
“Uso la palabra revolución porque creo que esa es una de las tonadas de fondo de lo que pasa en Guerrero. Es una tonada vieja, que termina mal”.
La pregunta con que cierra su texto es la de quien disparará el primer tiro: el gobierno o quienes son movidos por la CNTE y la obvia guerrilla. Hasta hoy ninguno de los dos ha querido ser el primero.
EL ENSAYO DE OAXACA
Lo que hoy ocurre en Guerrero tuvo su prueba durante 2006 en Oaxaca. La toma de la capital oaxaqueña la hizo la CNTE con el pretexto de un reclamo de ajuste salarial magisterial en mayo de aquel año.
El plantón y toma de la capital estatal por parte del magisterio se entreveró con demandas diversas de un conglomerado de grupos y corrientes que dieron vida a la APPO.
El contexto ayudó. El estado era gobernado por Ulises Ruiz, quien era hostilizado por sus antecesores José Murat y Diódoro Carrasco, y fueertemente repudiado por el entonces presidente panista Vicente Fox.
Murat y Carrasco atizaron la hoguera y el tercero, sin idea de mando ni visión de Estado, dejó crecer el problema.
El EPR apoderado del movimiento magisterial y popular ensayó métodos y probó límites. Al igual que hoy destruyó bienes, cercó comercios, sometió a su arbitrio la vida de la ciudad, tomó autopistas, actuó con violencia y amenazó con un levantamiento social.
Llegó Felipe Calderón a Los Pinos y lo primero que hizo fue enviar a la Policía Federal a acabar con aquella amenaza.
Pero la estructura de mando de la guerrilla probó que el nuevo método funcionaba. Ya no había necesidad de tomar las armas ni de irse a la sierra para crear el caos del cambio revolucionario.
En su camino fueron apoyados por los medios, por partidos políticos y sus líderes.
Hoy sólo repiten y magnifican aquello. Al igual que debilitaron a Ulises Ruiz, ahora lo hacen con el Presidente Enrique Peña, el Ejército y otras instituciones y organizaciones.
Apoderados del movimiento de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, convertidos en voceros y conductores de las acciones y decisiones de los padres de estos, asociados con los estudiantes de Ayotzinapa, encubiertos dentro de la CETEG –franquicia de la CNTE–, los mandos y estrategas del EPR y ERPI asedian y le marcan agenda al gobierno del presidente Peña Nieto, mientras acorralan y someten al Estado Mexicano a su violencia.
El método, pues, cambió. La pregunta central es: ¿Qué pasa con los órganos de inteligencia? ¿Por qué existe la percepción de incapacidad de respuesta de parte del gobierno para hacer frente y cometer a esta ya más que amenaza?
Bajo su mando, la CETEG volvió ayer a bloquear la autopista del Sol. Ayer también el diario La Razón reportaba que, en 173 tomas de casetas de autopistas los miembros de la CETEG se habían llevado consigo 34 millones 600 mil pesos.
El diario El Financiero presentaba una entrevista con Salvador Rosas, coordinador de la comisión política de la CETEG quien adelantó que, en razón del derecho a la “libre determinación de los pueblos”, pronto ellos cobrarían sus propios impuestos.
La CETEG se enorgullece de tener bajo su control 45 de los 81 municipios de Guerrero.
Para dar un ejemplo, el EZLN tiene bajo su mando a unos 28 municipios en Chiapas.
SIN REGRESO
Tal como apuntan los hechos, la evidente escalada de la violencia y las agresiones de la CNTE o CETEG, cada vez son más fuertes y agregan todos los días a nuevos sectores afectados.
Hoy, para unos y otros, CETEG-CNTE-guerrilla y gobierno y Estado mexicano no hay regreso.
Como bien adelanta Aguilar Camín, este asunto advierte que va a terminar mal, muy mal.