Calentamiento global como negocio
Francisco Rodríguez lunes 19, Ene 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Parte muy importante de las tragedias que dejan los llamados desastres naturales se deben a la negligencia y la corrupción de empresas, funcionarios, técnicos y políticos, a quienes debemos que haya construcciones de todo tipo donde no debe haberlas. A la falta de planificación. Al mal estado de las obras de infraestructura. A los partidos políticos que en busca de clientela invaden zonas de riesgo. Al dinero y a la ambición.
Los desastres naturales siempre han existido, aunque últimamente los hemos visto aumentar en número y poder destructor. Hay variadas explicaciones sobre esos drásticos cambios, pero en el fondo encontraremos los daños ocasionados por nosotros mismos al planeta en su ecología y medio ambiente.
Estamos destruyendo el único planeta donde podemos vivir. Es todo un contrasentido, pero es la realidad. Una vez que ocurre una de estas catástrofes se ponen en movimiento muchas organizaciones para ayuda y rescate de las víctimas. El sentimiento natural de solidaridad humana que todavía no hemos logrado desvirtuar —pese a que lo burocratizó Carlos Salinas— produce grandes cantidades de ayuda nacional e internacional y comienza la etapa del socorro a los afectados, pero también comienza a trabajar la avaricia para tratar de aprovechar los recursos que se mueven.
Este es el sentido de la oportunidad muy desarrollado en mediocres. Los primeros lotes de envíos humanitarios llegarán rápidamente y con gran despliegue publicitario; es la primera forma de sacarle beneficios a la desgracia sufrida. Después la ayuda comenzará a ser demorada por trámites burocráticos con el fin de buscar una forma adecuada para negociarlos comercialmente. Entre tanto, se dañarán muchas provisiones perecederas.
Otra forma de corrupción está en los repartos basados en las preferencias partidistas más que por la necesidad de los afectados. Y así, personas que verdaderamente necesitan ayuda no la recibirán. Sin embargo, los políticos y sus camarillas dispondrán para sí de la mejor parte de esa ayuda.
Ya en muchas ocasiones vimos que la ayuda internacional fue condicionada a que fuera manejada por organizaciones sociales, como la Cruz Roja, tratando de evitar el terrible tráfico de influencias y el robo descarado de los productos destinados a permitir la sobrevivencia de seres humanos afectados por el desastre. Ya el dolor humano es borrado por la avaricia con una indolencia tal que nos llega a avergonzar de nuestra condición compartida de seres humanos.
Después de un tiempo llegará la etapa de la reconstrucción. En la primera se beneficiarán los pequeños, los ladrones disfrazados de políticos. En una segunda etapa les tocará a los encumbrados. Habrá que reconstruir puentes o carreteras o viviendas. En otras palabras se dispondrá de voluminosos recursos y de la oportunidad para enriquecer a unos cuantos.
El gobierno pudiera hacer intentos de otorgar contratos de construcción sin llamar a los concursos debidos o amañar éstos para favorecer a las compañías políticamente identificadas con el partido en el poder.
Claro que para recibir dichos contratos estas compañías deberán pagar al funcionario clave una “mordida” que pudiera fluctuar entre el 10 y el 20% del valor de la obra a construir. Y como nadie va sacrificar sus beneficios, este porcentaje será cargado amañadamente al presupuesto original y terminará siendo el contribuyente quien desembolsará el dinero para ese funcionario.
La cadena de corrupción se extenderá más lejos. El que quiera proveer materiales o servicios en esa obra deberá pagar subrepticiamente un porcentaje a alguien en la compañía constructora. Como generalmente se disminuirá la calidad de la obra o el volumen de materiales usados, también habrá que sobornar a los inspectores encargados de supervisar el buen manejo del dinero de los contribuyentes. Los equipos de construcción deberán ser exonerados de impuestos aduanales ya que se trata de una emergencia y esto originará mas “mordidas” a funcionarios y, claro, perjuicios para el país.
Resumiendo, podemos constatar que la cadena de corrupción alcanza a toda la sociedad y a cualquier firma comercial que para poder realizar negocios deberá acomodarse.
Es casi seguro que los que fueron afectados por el desastre quedarán sin las viviendas que se construyeron para resarcirles los daños a sus paupérrimas pertenencias. Y otra vez entrarán al juego los partidos. Invadirán predios. Amontonarán sobre ellos, sin importar el riesgo que corran, a su clientela. Las autoridades entregarán permisos y cobrarán su “mordida”. Otros cerrarán los ojos ante los riegos… Y vuelta a empezar. Hasta el próximo desastre…
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