Nuestra tabla de salvación
Francisco Rodríguez viernes 9, Ene 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Guillermo Federico Hegel, el último gran enciclopedista de la historia de la humanidad, explicó en una conferencia magistral de finales del siglo XIX, en Berlín, que los abogados usaban al búho como símbolo, no porque se identificará a la ley con la sabiduría, sino… porque el búho es el plumífero que empieza su vuelo al atardecer, proyectando sus alas sobre una sociedad establecida.
Esta alegoría quiere decir que el derecho se legisla para formalizar los usos y costumbres de una sociedad, no para impulsar su desarrollo. El Derecho es lo más estático de una sociedad, no el propulsor de la misma.
Traído a nuestros días, esto quiere decir que legislar no es, de ninguna manera transformar, sino reconocer hechos que la ley debe salvaguardar de todos los que atentan contra ella. Esto quiere decir que ninguna reforma legal transforma por sí sola a ninguna sociedad. Sólo consagra los actos que ya se celebran, antes de que entre en vigor la ley.
Esto quiere decir, en fin, que se pueden reformar las legislaciones energéticas, pero no por eso se transforma el país. Puede haber estados primitivos con legislaciones energéticas muy avanzadas, pero lo único que logran es deformar las demás actividades económicas, políticas, sociales y culturales.
Si los mexicanos creemos que reformando la cuestión energética ya hicimos un mejor país, estamos cayendo en un síndrome del subdesarrollo que nos puede llevar más atrás de donde estamos.
Si no acompañamos las reformas con una nueva acometividad en la capacitación, la productividad y la educación para el desarrollo, llevamos la proa de la nave nacional directo al iceberg que hundió al Titanic.
Esto es lo que jamás entenderán los que creen actuar en la nueva versión de “La palomilla al rescate” en su hora del recreo. Debemos ver lo que está ocurriendo en el país con ojos de la hora de la verdad. ¡Es ahora o nunca!
Hay muchas personas en el ambiente político a la mexicana, que no pueden vivir sin los reflectores, ni las candilejas, ni los proscenios, ni los reporteros. Menos aún, cuando desde chiquitos se recuerdan rodeados de guaruras obsequiosos, trashumantes del poder y gente de los medios, preguntándoles desde qué desayunaron, hasta por qué se visten de “marineritos”.
Uno de ellos es Cuauhtémoc Cárdenas. Durante los días del desafuero de AMLO, a Cárdenas se le ocurrió ofrecer una plática en el Club de Banqueros, sobre la necesaria participación del sector privado en Pemex. Y a los dos días se le ocurrió asistir como oyente a una marcha en Reforma en defensa de Andrés.
Recuerdo que, a la altura de la Diana Cazadora, donde se incorporó el hijo de “El Tata”, después de un opíparo desayuno con reporteros, cuando lo identificó la multitud, estuvo a punto de ser linchado. Gracias a un ayudante, que “le recordó “ que ya no tardaba en “salir su avión”, fue como pudieron rescatarlo en vilo de la inminente zacapela.
Luego, el partido que él fundó cayó en otras manos. También se le acabó el financiamiento de Carlos Ahumada, se le cayó la Fundación para la Democracia y por medroso no peleó en su momento la parte de poder que le correspondía y se conformó con el trato de “líder moral”, que no sirve para maldita la cosa…
Dicen las almas piadosas que cubren la fuente de la seguridad pública federal que tal parece que a todas las fallas, los desaciertos y fraudes que se han cometido en la “nacida para perder” Comisión Nacional Antisecuestros, ocurre un caso para Ripley.