Salarios mínimos
¬ Augusto Corro lunes 22, Dic 2014Punto por punto
Augusto Corro
Los salarios mínimos siempre fueron considerados como una verdadera vacilada en la economía mexicana.
Nada se hace con sueldos raquíticos ante el incremento constante de los precios en los alimentos.
Por ejemplo, para el 2015, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) acordó un aumento general de 4.2%. Es decir, 2.81 pesos 81 centavos diarios.
Como se sabe, la aplicación de los sueldos va a dos zonas: una es la A que tendrá un salario de 70 pesos, 10 centavos; la B de 66 pesos, 45 centavos por jornada laboral. Los aumentos aprobados representan 2 pesos 81 centavos en el área A y 2 pesos 78 centavos en la B.
Lo anterior convierte al empleado en un mago que debe practicar malabarismos para que esos sueldos miserables le alcancen para medio comer, pagar renta de casa, comprarse ropa, gastar en pasajes, etc.
De los 70 pesos 10 centavos, el salario más alto sólo alcanzaría para un garrafón de agua de 20 litros, que cuesta más o menos 30 pesos, un kilogramo de huevo de 25 pesos y un kilo de tortilla entre 10 y 13 pesos, así como 5 pesos para un boleto del Metro. (Con información de medios periodísticos).
Durante 2014, autoridades y partidos políticos se empeñaron en campañas para incrementar los salarios mínimos. Todo quedó, por el momento en buenos deseos. Nadie quiso entender la necesidad de atender, con mayor atención las necesidades, de millones de mexicanos que viven en la pobreza.
La carencia de medios económicos para subsistir orilla a la población a trabajar dobles turnos o desempeñarse en dos empleos; buscar nivelar el sueldo con negocios modestos, incluida la venta de artículos piratas o exponerse a la tentación de engrosar las filas de la delincuencia.
Pero esta condición de pobreza, en algunos casos extrema, poco o nada les interesa a los políticos, a los legisladores, a los funcionarios, siempre urgidos de vacaciones, tocan el tema con frivolidad y desinterés. Mejor sería que permanecieran callados.
El líder del Senado, Miguel Barbosa, dijo que desde el Congreso se impulsarán medidas legislativas para lograr salarios remuneradores de los trabajadores.
Esas palabras del legislador son parte de la tradición verbal de los políticos que practican la demagogia. ¿Y los diputados? En la misma frecuencia de indiferencia ante las necesidades de sus representados.
¿Quién les hará entender a los políticos que los problemas sociales se generan por la pobreza de millones de personas?
EL NUEVO CAPITALISMO PERREDISTA
Al Partido de la Revolución Democrática empezaron a llegar políticos pudientes, cuya riqueza les abrió la puerta de esa institución política. Otros ganaron dinero con la ayuda de empresarios y algunos amasaron sus fortunas como funcionarios públicos.
La lucha contra la pobreza como parte del socialismo quedó en el olvido, sepultada por los activistas de la riqueza, esa nueva camada de perredistas que combinaron la política con los negocios.
Los ejemplos más representativos de esta generación de políticos ricos se encuentran en el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez; Luis Ángel Xariel Espinosa Cházaro, asesor empresarial de “Los Chuchos” (“las chuchas cuereras”) y Jesús Valencia, delegado político en Iztapalapa.
De Abarca Velázquez todo mundo conoce su negro historial que terminó como autor intelectual de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Su riqueza convenció a “Los Chuchos” que lo apoyaron para ganar la presidencia municipal. Entre sus propiedades se encuentra la plaza comercial “Tamarindos”, levantada en un terreno de 44 hectáreas, con una inversión de 300 millones de pesos. Empezó como vendedor de sombreros. Siempre estuvo asesorado en política y economía, por Lázaro Mazón, uno de los guerrerenses cercanos a Andrés Manuel López Obrador.
Espinosa Cházaro es otro de los militantes del sol azteca alcanzado por la diosa fortuna. Inició su carrera política como empleado del Congreso de Querétaro y ahora posee un club-restaurante en Polanco. Es aficionado a los relojes y a los automóviles de alto valor en el mercado.
Jesús Valencia, delegado perredista en Iztapalpa, es el último personaje en llegar a la “galería del escándalo”. De niño prestaba sus servicios en una zapatería de un mercado en la delegación mencionada y ahora vive en el Pedregal de San Ángel. ¿Qué tal?
El 17 de diciembre, el funcionario manejaba una camioneta y chocó contra la parte trasera de un vehículo que estaba estacionado en un cruce de Paseos del Pedregal, en Álvaro Obregón.
Con el accidente se inició una serie de contradicciones que tienen al político como un verdadero mentiroso.
Primero dijo que el choque se debió a que estaba enfermo y tenía medicación, también intentó justificarse al decir que manejaba y usaba su celular, que lo acompañaba su esposa, pero no fue cierto. También argumentó que estaba cansado, debido al intenso trabajo de gobernar Iztapalapa.
El hecho, es que Valencia conducía una camioneta que es propiedad de la empresa constructora Amexire, que ha sido beneficiada con contratos que involucran a la administración del citado funcionario delegacional. ¿Existe algún conflicto de interés? Suponemos que sí. No olvidar que estamos en México y que Valencia seguirá en su cargo.
Si le interesa saber el valor de la camioneta, está se cotiza en el mercado con un precio alrededor del millón de pesos. Es una Grand Cherokee, cuyo dueño es Amexire.