El rostro de México
¬ Juan Manuel Magaña lunes 22, Dic 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
En este 2014, el rostro de México se transformó radicalmente de un día para otro. De un país con altas expectativas de crecer, pasó a ser uno sumido en crisis de violencia y corrupción. Durante los primeros seis meses del año, el proceso de reformas iniciado por el presidente Enrique Peña Nieto fructificó en el Congreso, con la aprobación de diversas leyes reglamentarias como la de telecomunicaciones y energética.
Con esto, había optimismo en cuanto a las perspectivas del país, sobre todo en materia económica, ya que con las nuevas leyes el gobierno sostenía que llegarían inversiones del extranjero y, por ende, un mayor crecimiento económico y creación de empleos.
Peña Nieto decía: “gracias a un histórico acuerdo político se lograron 11 grandes reformas, lo que sigue es poner las reformas en acción, que los beneficios de las reformas se vena y se sientan en la vida diaria de todos los mexicanos”.
El mandatario era visto dentro y fuera del país como un presidente reformador que llevaría México a mejores condiciones de bienestar.
Sin embargo, empezando la segunda mitad del año, varios hechos cambiaron el rostro del país: los casos Tlatlaya, Ayotzinapa…
Aunque se supo hasta casi tres meses después, el 30 de junio fue ejecutado extrajudicialmente un grupo de presuntos criminales a manos de militares en el municipio de Tlatlaya, Estado de México.
Al principio, la versión oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional indicó que la muerte de los supuestos delincuentes se había dado en un enfrentamiento con fuerzas federales.
Pero luego, el procurador de la República, Jesús Murillo Karam, tuvo que reconocer: “ingresaron a la bodega tres de los elementos militares y realizaron una secuencia nueva de disparos que no tiene justificación alguna”.
A esto se sumó la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, a manos de policías municipales coludidos con el crimen organizado.
Según las investigaciones de las autoridades, un número indeterminado de jóvenes fueron ejecutados, quemados en un basurero y arrojados a un río en bolsas de basura.
La indignación y el dolor, la imposibilidad de las autoridades para encontrarlos vivos, las omisiones y la complicidad de funcionarios con criminales provocó protestas masivas en varias partes del país encabezadas por los padres de los estudiantes.
Las consignas y gritos de dolor son: “vivos se los llevaron, vivos los queremos…
A la par, pequeños grupos aprovecharon para causar destrozos a negocios y oficinas gubernamentales, incluida la histórica puerta de Palacio Nacional.
Todo cambió en un año crítico. Y no hay remedio.