Todos hablan de ella… pero no se ve
Roberto Vizcaíno jueves 11, Dic 2014Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- En los comicios del 2 de junio próximo se definirá si es cierta o no la irritación que dicen que hay en México
- La “profunda crisis mexicana”, esa de la que hablan muchos, no ha afectado a ninguna institución
- En España los llamados indignados formaron el partido Podemos, que tiene la mayor intención del voto
El 2 de junio de 2015, es decir en cinco meses y medio habrá elecciones para renovar las 500 diputaciones federales en San Lázaro, nada más ni nada menos que la representación popular más importante del sistema político en este país, el eje básico de la democracia mexicana.
Ese mismo día se elegirán 9 gobernadores, los 66 asientos de la Asamblea del DF, los 16 delegados capitalinos y casi mil alcaldías y los congresos completos en 17 estados.
En esta ocasión competirán por todos esos cargos candidatos de 10 partidos, entre ellos por primera vez Morena, de Andrés Manuel López Obrador.
Es así que entre enero y junio habrá una de las más duras batallas político-electorales que hayamos vivido los mexicanos.
El domingo 2 de junio sin embargo se definirán no sólo todos esos cargos, sino el destino de la democracia misma en México.
Y es que hoy en este país hay quienes, como mi ex amigo Pereyra, apuestan a un quiebre del sistema político mexicano, a una insurgencia basada en el hartazgo de los ciudadanos respecto de sus políticos y de los partidos de estos.
Pereyra -fiel seguidor de AMLO sin importar lo que este haga-, en su análisis cree que la corrupción, la impunidad, el deslizamiento de la economía hacia la entrega de bienes nacionales -el petróleo en primer lugar-, en beneficio de las trasnacionales y el fin de un sistema de justicia social surgido de la Revolución del 17, son ya insoportables para las mayorías mexicanas.
Sin embargo, hay otros muchos, que fuera de este ejemplo y visión de la realidad mexicana, observan que ciertamente en México hay un evidente malestar ciudadano hacia sus gobernantes, legisladores, políticos, partidos y otros elementos que integran los círculos del poder en todos sus niveles y sectores, pero que esa irritación no es nada que vaya más allá de eso.
Y es que lo cierto, lo evidente, es que este malestar no ha repercutido en movimientos ni en el surgimiento de acciones populares masivas como sí ha ocurrido en los años recientes y hoy mismo en otros países.
Se habla mucho de que los mexicanos somos pasivos hasta que nos hartamos y armamos revoluciones. Yo diría que los hechos en la historia de la humanidad dicen que eso mismo ocurre en todos lados. Los mexicanos no somos distintos, pues, que las otras nacionalidades.
La conclusión es simple: si aquí no pasa lo que en otros lados, pues es porque los mexicanos no quieren que pase. Así de simple. ¿O no?
Mire Usted, en España por ejemplo vemos que el descontento de los ciudadanos respecto de su gobierno, partidos y clases pudientes ha repercutido en el surgimiento del partido Podemos.
Nacido apenas en enero pasado, Podemos suma hoy la mayoría de la intención de votos por sobre el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular, las dos grandes agrupaciones políticas con más historia y años en aquella nación.
El antecedente es claro. Poco antes, entre 2011 y 2012, en Europa y otras naciones -menos en México-, vimos una oleada de grandes movilizaciones de “indignados”.
En esos mismos años estalló la llamada primavera árabe que le dio un vuelco a los círculos del poder en países como Túnez, Egipto, Libia, Siria, Jordania, Mauritania y Argelia, entre otras, y que obligó al resto de las naciones árabes a repensar sus mandos y sistemas políticos.
En Venezuela se vive prácticamente una guerra civil sorda, que mantiene dividida a su sociedad en una polarización que no tiene alternativa de solución.
Pero en México nada de eso ocurre.
La irritación social en este país se traduce en decenas de marchas de algunos miles de ciudadanos que terminan sin presentar propuesta alguna.
El supuesto descontento e irritación se manifiesta más a través de un permanente oleaje de descalificación en redes sociales que es retomado por algunos medios para vender ejemplares o espacios de TV y radio.
Hoy mismo las marchas y otras acciones que se dan alrededor de los 43 normalistas de Ayotzinapa muertos e incinerados y sus cenizas esparcidas en un río, terminan en nada.
Los padres, limitados por su origen, no aciertan más que a repetir que quieren que los regresen vivos. Algo que todos entendemos que es imposible.
Y lo que se observa es que quienes los han rodeado, licenciados y dirigentes de organizaciones no gubernamentales defensoras -dicen-, de Derechos Humanos los usan y manipulan desvergonzada e inmoralmente para otros fines.
Como por ejemplo para exigirles a los senadores la desaparición de poderes en Guerrero y la cancelación de las elecciones en 2015 en ese estado.
¿Qué tiene que ver esta exigencia con el caso de los normalistas sacrificados? ¿En qué lo soluciona?
En medio de cuestiones como esta, la convocada y referida crisis económica, política y social es más un tema de medios y de conversaciones finsemanales de amigos y familiares, una crisis que no le quita el hambre a nadie, ni disminuyen el flujo del vino, el licor o la cerveza de quienes hablan de ella.
UNA CRISIS QUE NADIE SIGUE
Así “esta” profunda crisis social y política mexicana que es tema de grandes debates en la radio, que convoca a los columnistas y editorialistas y que es señalada en discursos hasta de la ONU, es algo que no ha afectado a ninguna de las instituciones que operan y abren todos los días a las 9 de la mañana y cierran a las 6 de la tarde en este país.
Hasta hoy ninguna de estas instituciones gubernamentales, privadas o de la sociedad ha dejado de funcionar en este país.
Hasta hoy las iglesias de todos los cultos se llenan los domingos, la enorme mayoría de las calles de nuestras ciudades no reflejan ningún enojo —salvo los clásicos tatatata de un microbusero a otro—, los transportes y autos de todo tipo siguen creando el caos urbano diario, las tiendas y comercios, los centros comerciales y cines, los restaurantes y puestos callejeros en todas las ciudades de la República se llenan de clientes y paseantes.
El país vive en los hechos entonces una crisis política y social sui-géneris en que las alteraciones y los hartazgos sólo se viven de palabra.
Es por eso que las elecciones del 2 de junio de 2015 definirán muchas cosas más que los cargos en competencia.
De acuerdo a los últimos datos de las autoridades electorales, en México hay más de 82 millones de ciudadanos con credencial electoral en mano.
Si la inercia electoral se confirma, el domingo 2 de junio del próximo año, habrán de acudir a las urnas quizá entre un 50 y 60 por ciento de esos 82 millones, lo cual no diferiría de comicios anteriores. Si eso ocurre, entonces la crisis de la que habla mi ex amigo Pereyra y otros muchos mexicanos, es un mito más de la Leyenda Urbana.
Porque los ciudadanos que repudian a sus políticos y partidos lo primero que harían sería no seguirles el juego a estos, ¿no?
Lo razonable en estos casos sería no ir a votar, ¿no?
O unirse y formar un partido como el de Podemos en España, para echar fuera y a patadas a los gobernantes y políticos, a los diputados y senadores, a los alcaldes y gobernadores que los ciudadanos no quieren, ¿no?
Por lo pronto aquí la irritación, el enojo y el hartazgo no ha producido ningún nuevo partido como el de Podemos en España, ni ha creado ninguna corriente que invite a hacer una huelga de pago de impuestos o de votos, o que ponga en riesgo real ninguna de las muchas instituciones que funcionan en el país.
No ha habido estallidos sociales más allá de la actuación de los anarquistas en cada marcha en el DF o de la CNTE en zonas muy precisas, como Guerrero, Oaxaca o Michoacán que por lo demás es normal porque tienen años haciendo lo mismo.
En fin, eso es lo que yo veo. ¿O usted qué opina?