Los Colosio y la justicia
Francisco Rodríguez viernes 16, Jul 2010Índice político
Francisco Rodríguez
Muerto don Luis Colosio Fernández, ya no habrá quién insista en el esclarecimiento del asesinato de su hijo
“SI ME ROBAN el reloj y después de algunos días veo que usted lo trae en su muñeca, no me queda sino pensar que usted fue quien se robó mi reloj”, me dijo alguna vez don Luis Colosio Fernández, padre del malogrado Luis Donaldo, al explicarme el porqué acusaba a Ernesto Zedillo de haber participado en el asesinato de su hijo.
“Zedillo fue el beneficiario. Él es ahora -agregaba con rabia e impotencia, en esa charla de sobremesa- el presidente de México”.
Murió apenas don Luis y Ernesto Zedillo debe respirar tranquilo. Ya no habrá quien, de entre los próximos a aquél a quien sustituyó como candidato presidencial del PRI en 1994, le recuerden la sangre derramada sobre la que surgió su malhadado –remember Fobaproa, IVA al 15%, venta de los ferrocarriles a empresas estadunidenses de las que ahora es socio- mandato.
Ya no habrá quien, como lo hizo don Luis Colosio en el décimo aniversario del asesinato de su hijo, diga a Carlos Salinas -“está pelón saber quién mató al candidato”, cual desde el primer momento rezaba la conseja popular- y a Zedillo que “la apuesta de los asesinos, el olvido, les ha dado resultados”.
Don Luis ya no estará el próximo miércoles 10 con los amigos de Luis Donaldo, quienes le recuerdan en su cumpleaños. Este 2010 cumpliría 60.
Esta muerte cierra un capítulo. Ya no habrá quien insista en el esclarecimiento de aquel hecho proditorio acaecido en la tijuanense colonia Lomas Taurinas. Ya no insistirá don Luis, quien desde siempre fue malentendido:
“Mucha gente, de todas las edades y en muchos lugares del país, piensa que ya debemos callar, que ya dejemos las cosas en paz, que es imposible saber la verdad, que es un caso más de injusticia.
“Para algunos mi reclamo de justicia parece grotesco -decía el 23 de marzo de 2004-, hay quienes podrán pensar que soy un viejo necio en busca de lo imposible. Que ya no tiene sentido señalar negligencias y omisiones; rechazar remedos de investigación, pantomimas y teorías ridículas; condenar intereses mezquinos, traiciones y deslealtades.
“Que es suficiente ya el veredicto del pueblo que condenó a los poderosos, que ayer se hicieron un traje a la medida, con la teoría del asesino solitario, y que hoy sus inconsistencias y contradicciones inundan el ambiente con el fétido olor de la sospecha.
“Que a este gobierno -el de Vicente Fox-, ya no le toca llamar a cuentas a los que nos mintieron, a los que nos engañaron; que su falta de voluntad política obedece a que no quiere reabrir un caso espinoso, que intranquiliza a las buenas conciencias y enoja a los grandes intereses que lo asesinaron.
“Frente a estos mexicanos que cansados piensan así, con toda humildad les digo; que no me mueve el deseo de venganza, que no busco notoriedad, que no aspiro al poder, que no es la ambición la que me ciega; que sólo me mueve el amor de padre, que sólo me inspira el anhelo de mi hijo adorado, de un México mejor para todos”.
A don Luis Colosio, como a muchos mexicanos, lo mantenía vivo el deseo de justicia. “Sí, justicia que se le ha negado a un hombre que se brindó con generosidad. Justicia que es el elemento que cohesiona a las sociedades, porque en torno de ella se forja la cultura, se escribe la historia, se repudian los actos que nos avergüenzan y se reconocen los hechos que nos engrandecen”.
Y por la justicia, demandaba dignificar a la política: “ajustemos nuestra conducta personal a la edificación de una cultura política a la altura de los desafíos que enfrentamos. Abandonemos la frivolidad que envanece, evitemos las disputas animadas por conflictos personales, dejemos de lado la mezquindad de propósitos; rechacemos el culto a la popularidad a costa de lo que sea; vayamos al debate de las ideas, de proyectos, de soluciones de fondo para darle viabilidad a la nación.
“Ideas que cobren vida en los hechos, palabras respaldadas en el ejemplo, ejemplos que honren las palabras; queremos hombres con ideas, sí, pero también que las ideas tengan hombres”.
Se fue don Luis, pero aún habemos muchos miles -quizá millones- de mexicanos que también demandamos justicia, y no sólo para el llamado “caso Colosio”, sino para todas nuestras vidas.
Descanse en paz, don Luis.